Aún estoy decidiendo cuál será la contraseña para ingresar en la próxima reunión del Club-π.
No, descuiden. No pienso hacerla pública. De hecho, la primera norma del Club-π, el Club de lo Políticamente Incorrecto, es no hablar del Club de lo Políticamente Incorrecto.
Pero, claro, si uno funda el Club de lo Políticamente Incorrecto, está obligatoriamente forzado a incumplir sus normas. Sobre todo, si las ha dictado él mismo. Así que, paso a comentarles de qué va este rollo. Y nada menos que en mi columna de IDEAL…
Todo comenzó cuando una tarde, harto de morderme la lengua y coserme los dedos para no soltar una boutade en público, la compartí en un grupo de WhatsApp al que solo acceden amigos. Pero no había hecho más que enviar el excesivo comentario, cuando la sombra de la captura de pantalla se cernió sobre mí. Que las amistades pueden ser efímeras y fugaces…
Por eso decidí montar un Club, presencial e itinerante, en el que los miembros pueden expresar, con absoluta libertad, todas esas barbaridades que, de facto, tenemos prohibidas. Porque aquí vamos todos con la Libertad de Expresión colgada en la pechera, pero en cuanto alguien se sale mínimamente del tiesto, no tardamos ni diez minutos en montarle un boicot, un escrache, una declaración de persona non grata o, todavía peor, una recogida de firmas para que sea cesado, despedido o expulsado.
Y la cosa, ya cansa.
De ahí que, de cuando en vez, un grupo de amigos de confianza nos juntemos, al calor de unas cervezas y al amparo de algún discreto reservado, con el único fin de verbalizar todas esas cosillas que, habitualmente, nos vemos obligados a callar.
Conste que estoy absolutamente convencido de que la imprescindible erradicación de un lenguaje sexista, racista, xenófobo y, en general, agresivo y denigrante para con según qué colectivos, ha supuesto un notable avance en nuestra convivencia. Pero también es verdad que una corrección política a ultranza nos lleva a perder nuestro sentido del humor y, sobre todo, el lúdico, sano e imprescindible uso del sarcasmo y la ironía.
¡Si es que hasta la Mala Follá está en peligro de extinción! Según las últimas encuestas, la mayoría de los turistas y viajeros que visitan Granada no han sido capaces de toparse con ella.
De ahí la imperiosa necesidad de un Club-π en que olvidar, por unas horas, la tiranía de lo políticamente correcto.
Jesús Lens