Ayer sábado comenzó bien, desde muy temprano. Pero no tardó en torcerse. Aquí el genio, teniendo billete para Madrid a las 9 horas, pidió un taxi para las… 20.30 horas. Que son las ocho y media, pero las otras ocho y media.
Atribulado y acelerado, conseguí llegar a la Estación de Autobuses con cinco minutos de margen para entrar a los servicios y dejar el cuerpo preparado para las cuatro horas y pico de viaje. ¡En qué momento se me ocurrió entrar a unos baños en un estado tan lamentable… que resultan absolutamente fascinantes! No me quedó más remedio que hablar de ello en IDEAL.
Al traspasar el umbral del WC de Caballeros, te encuentras la mitad de los urinarios tapados por bolsas de plástico negro y rodeados por cinta roja y blanca que impide acercarte a ellos. Más que mingitorios estropeados o fuera de servicio, parecen cadáveres cubiertos con lonas, a la espera de que la policía científica analice la escena del crimen.
Como da miedo acercarse a ellos, decides entrar a uno de los cubículos con taza. Y el paisaje es dantesco. ¿Cómo es posible que, antes de las nueve de la mañana, parezca que allí ha habido un Botellón? Les ahorro los detalles para no amargarles el desayuno. El caso es que oler, no huele a lo que ustedes están imaginando, lo que demuestra que las personas encargadas de la limpieza cumplen con su labor. Es buena prueba, sin embargo, de lo muy cerdos que somos los humanos.
Pero los habitáculos son un poema en sí mismos: la pintura casi desaparecida, pintadas cutres, los depósitos metálicos para el papel higiénico oxidados y cerrados con candado… De repente, tenía la sensación de haber viajado en el tiempo y encontrarme en una parada de metro de un barrio pobre del Nueva York de los 80 o en un decorado preparado para filmar una película sobre sexo sórdido y marginal.
Antes de irme, traté de hacer una foto al lugar, pero había entrado un tipo y no quise que me tomara por un mirón pornógrafo. No sé si los baños de las mujeres presentan un aspecto tan lamentable, pero el de los hombres es vergonzoso. ¿Qué pensará un viajero que, nada más apearse del autobús, al llegar a Granada, tenga necesidad de usar los servicios y se encuentre con ESO?
Pidamos el AVE, sí. Pero no descuidemos los servicios más básicos, por favor.
Jesús Lens