Por Estados Unidos, en Madrid

Fue poner un pie en la calle, a las puertas de la Estación Sur, y concluir que aquello era insoportable. Es lo que tiene vivir en una interminable ola de calor desde hace semanas: ya no tratas de convencerte de que, en realidad, no es para tanto. Sí lo es. 

¿Habrá ola de calor en el Boston de antaño?

Aun así, me empeñé en ir al hotel a pie. Total, apenas eran dos kilómetros largos, según el GPS. Tres minutos después, cuando le dimos la dirección exacta al taxista, resultó que era otro hotel. De la misma cadena y recién adquirido, pero en justo en la dirección contraria. Sentí miradas de hielo taladrándome la nuca. 

Una vez descartada cualquier actividad que supusiera estar en exteriores, decidimos embarcarnos hacia los Estados Unidos: el museo Thyssen-Bornemisza tiene una exposición temporal dedicada a Alex Katz, precursor del Pop Art norteamericano, de lo más sugerente. 

A sus 95 años, el artista estuvo en la inauguración de la muestra, el pasado junio. Muñoz Molina escribía sobre el impacto de tenerlo enfrente. Le considera uno de los grandes maestros de la pintura y tiene algo de milagroso verle en persona pasear por delante de sus inmensos cuadros. Katz, que sigue levantándose todos los días a las 7.30 am para trabajar, dejó una de esas perlas para enmarcar: “Cuánto más viejo me hago, más me dedico a la pintura”.

DVD 1110 (10-06-22) El pintor Alex Katzs en rueda de prensa para la inauguración de su exposición en el Museo Thyssen-Bornemisza, en Madrid. Samuel Sánchez

Pero el largo viaje a los Estados Unidos lo propone la parte de la colección Thyssen dedicada al arte del gran país norteamericano. Una selección de 140 obras que comienza con el paisajismo panorámico de las grandes praderas, las montañas, los ríos y los valles. Historia, medio ambiente y ciencia son los grandes protagonistas de esta primera parte de la muestra. Continúa con el desarrollo urbano, la política y la complicada integración de las minorías nativo y afro americanas.

Como en Madrid, en agosto, apenas estamos un puñado de turistas extraviados, pasear por el Thyssen es una gozada. Frente a mi cuadro favorito del museo, el famoso ‘Habitación de hotel’ de Hopper, de temática tan veraniega, estuve un buen rato sin nadie alrededor. Adoro a esa mujer sola con sus maletas. Está recién cambiada de ropa y, sentada al borde la cama, comprueba los horarios de los trenes en una hoja de papel que sostiene sobre sus piernas. Se suele decir que Hopper es el pintor de la soledad. En ese cuadro, yo veo a una mujer valiente y decidida, con toda su vida por delante, que ha cogido las riendas de su destino y decide a dónde quiere ir, sin darle explicaciones a nadie. 

Como amante del western, disfruté de Thomas Cole y de las grandes pinturas de Albert Bierstadt sobre las cataratas de San Antonio, que ya eran una fabulación. De los indios de Russell y Remington y me fliparon los puntos de fuga de la autopista de ultramar de Ralston Crawford. Y el fotorrealismo de Estes, claro. Una maravilla, esto de viajar a USA sin visado y sin hacer cola en el aeropuerto.

Jesús Lens

Las Metrópolis de Oli

Cuando volvía a casa en bicicleta, los lunes por la noche, de jugar al baloncesto, pasaba por delante de la Galería de Arte que Santiago Collado tiene en el barrio del Zaidín. Cansado como iba, no solía fijarme en los cuadros que tenía expuestos hasta que, un buen día, me llamaron la atención unas pinturas extrañas, unas visiones cenitales repletas de color de lo que parecían… ¿Tejados? ¿Terrazas?

 Oli tejados

Tiempo después, mi querido Colin Bertholet empezó a hablarme de un chaval, Oli; un pintor extraordinario con el que estaba dando forma a ese proyecto maravilloso de los Garabatos Digitales.

Y, por fin, nos conocimos, queriendo la casualidad que el Oli de los Garabatos fuera también el autor de aquellos cuadros extraños y singulares que se me habían quedado clavados en la retina, cuando volvía a casa.

 Oli metrópolis

Desde entonces, he coincidido con Oli varias veces y, hace unos meses, Reyes y yo fuimos a su estudio, a ver sus nuevas creaciones. ¡Lo que va a dar que hablar una de las series que tiene entre manos, dicho sea de paso! Pero esa será otra historia porque, entre otros, Oli tenía una serie de cuadros arquitectónicos y paisajísticos con la ciudad como protagonista: calles, carreteras, avenidas, bocas de metro… ¡hasta salidas de autovía!

 Oli Andújar

Y ahora, esas Metrópolis están expuestas en el Centro de Lenguas Modernas que la UGR tiene en el Realejo; en un precioso edificio que alberga a estudiantes de idiomas de los cinco continentes. Aunque lo mismo hasta hay algún habitante de la Antártida…

Aquí tenéis un vídeo en que Oli habla de la exposición, de sus cuadros y de su forma de entender la pintura. Cuando habla de sus influencias cinematográficas, por cierto, no es retórica. Y a los hechos nos remiti(re)mos. 😉

Si te gustan el arte, la belleza y la sugestión, no dejes de ir a ver “Metrópolis”. La vas a disfrutar. Y si no puedes o no te cuadra, asómate al Blog de Oli. ¡Lo vas a flipar!

 Oli

Jesús Lens

En twitter: @Jesus_Lens

Ensoñaciones con Conde

En IDEAL, hablamos de pintura. Y sueños.

Jesús Conde nos vuelve a hacer soñar. Si no han visitado ustedes la Casa de los Pisa, orilla de Plaza Nueva, ya tardan. En su última exposición, Jesús nos invita a emprender un largo y contemplativo viaje por paisajes y paisanajes que, siendo muy cercanos, nos parecen abisalmente lejanos, en el tiempo y en el espacio.

Comparto con Jesús el placer de viajar lejos, muy lejos. Pero también comparto con él la capacidad de disfrutar de los lugares más cercanos, accesibles y familiares… y de contemplarlos y sentirlos con otros ojos. Por eso me fascina la nueva colección de pinturas que Conde acaba de presentar en Granada.

Cuadros del Albaycín y las Alpujarras se dan la mano con otros del norte de Marruecos, de las medinas de Chefchauen, Tánger, Larache o Tetuán. Cuadros en los que el blanco predomina sobre los demás colores. Un blanco roto por los fogonazos de color de plantas, flores y paseantes anónimos, apenas esbozados, difuminados. Un blanco ajado, con tonos grises y marrones que desconchan las fachadas de casas, muros y calles de la que pudo ser una patria nuestra.

En su anterior exposición sobre La Habana, Jesús Conde nos invitaba a una profunda reflexión sobre la decadencia y, a la vez, la capacidad de resistencia de un mundo que debería venirse abajo, pero aún se sostiene en pie. En esta ocasión, nos permite disfrutar con un universo de luz y color que pudo ser un sueño compartido y que, sin embargo, hoy conforma dos mundos radicalmente separados entre sí.

Nunca antes, una distancia tan corta como catorce kilómetros separó de tal manera dos zonas del mundo que, tan cerca pero tan lejos, parecen vivir de espaldas, ni siquiera enfrentadas entre sí, ignorándose mutuamente. Y, sin embargo, los cuadros de Jesús Conde constituyen una prueba palpable de que no debería ser de esa forma. Su exposición, al poner de manifiesto todo lo que nos une, es un llamamiento al descubrimiento del otro, a la concordia, a la relación, al conocimiento.

Viendo estos cuadros, convertidos en viajeros inmóviles, cerramos los ojos y nos dejamos conducir a un mundo tan inexistente como posible, tan utópico como imposible. Lo mejor de la pintura de Jesús Conde es que invita a soñar y, partiendo de un imaginario entre lo real y lo ficticio, te permite construir tu propia realidad íntima, única y personal. Frente a esta nueva colección de cuadros, sentarse bajo un tinao alpujarreño permite oler la intensa fragancia del té a la menta marroquí y pasear por la medina de Tetúan, buscando la herencia sefardí del éxodo de finales siglo XV, posibilita dar los buenos días a un vecino del Albaycín que acaba de salir de su Carmen para comprar el periódico, un domingo cualquiera.

Una pintura, en fin, que suena a música hecha con caña y tripa curtida de cordero, al rumor del Estrecho, que conecta el Rif con Sierra Nevada a través de las columnas de Hércules mediterráneas. Una pintura eterna, intemporal, mágica y subyugante.

Jesús Lens

Antonio Montalvo, el cine y la pintura

Señores, las Redes Sociales sirven.

Sirven para lo que uno quiera usarlas, claro.

Por ejemplo, sirven para descubrir que Antonio Montalvo ya tiene web.

¿Sabéis? Dos exposiciones harán que un servidor vaya a Madrid, sí o también, en los próximos meses. Una, la de Edward Hopper. La otra, la de Antonio Montalvo.

Antonio es un artista granadino cuya obra, para mi desdicha, sigue siendo invisible en vivo y en directo, en esta nuestra tierra. ¡Al menos, para mí!

Pero si veis la reproducción de su trabajo en su web, entenderéis que arda por ver esos cuadros, tal y como son, al natural.

El currículum de Antonio, apabulla. Y alguno de los artistas más reconocidos de Granada no dudan en señalar que es uno de los buenos. Uno de los grandes. Uno de los mejores.

¡En otoño, a Madrid!

Pero es que, además, ha sido contactar virtualmente con Antonio y, de inmediato, me ha puesto en la pista de Slavoj Zizec, cuya Perversa Guía del Cine es, efectivamente, IM-PRES-CIN-DI-BLE.

No sé si creéis en el psicoanálisis o no, pero las interpretaciones que Zizec hace de algunas películas fundacionales de la historia del cine y de personajes como Hitchcock o los Hermanos Marx son a tener muy en cuenta.

Por cierto que el Mago del Suspense no solo continúa generando libros, estudios y artículos sino que sus grandes títulos siguen siendo plagiados, digo reinterpretados. Ahora le toca a “Psicosis”. Pero es que, ítem más, se está rodando una película sobre su complicada relación con las mujeres. Sobre todo, con las rubias.

Y, aún más por cierto, ¿pensáis que la pintura de Hopper pudo influir a Hitchcock en la escenografía de películas como “Psicosis”?

¿Y el cine? ¿Qué influencia tiene en la pintura de Antonio Montalvo?

Las Malas Tierras de Malick

¡Uff!

Me estoy liando.

Y es que esto de las Redes Sociales e Internet está muy bien… siempre que no termine devorándote.

Pero yo no tengo problemas.

Puedo dejarlo cuando quiera.

¡Que yo controlo!

Jesús descontrolado Lens

Ahora, veamos qué conectábamos con qué, o quién, los 2 de mayo de 2008, 2009, 2010 y 2011.

Una Ventana para Pilar Ortiz

Hoy, a las 18 horas, en la Sala de Exposiciones de CajaGRANADA en Puerta Real, tengo el orgullo, la satisfacción y el placer de acompañar el libro “Ventanas Veredas”, de mi amiga Pilar Ortiz, en la Feria del Libro de Granada y en cuya página web podréis ver buena parte de su extraordinario trabajo pictórico. Un libro precioso y preciado, primorosamente editado por Dauro ediciones.

Os adelanto el texto que, con todo cariño, escribí para ese libro, precioso, que os recomiendo vivamente.

Una ventana, cerrada, preserva el calor y la intimidad. Abierta, la misma ventana permite ventilar y airear una estancia, posibilitando a sus moradores que se asomen a ver lo que hay fuera. Una ventana abierta deja que lleguen los olores transportados por la brisa, los ruidos y los sonidos de la calle, la luz del sol.

Y, desde luego, si hay una ventana que cumple con ese propósito es la que tienes delante. Una ventana diseñada y pensada para abrirse a tres continentes y permitir que, a su través, se comuniquen África, América y Europa.

Una ventana abierta en un pueblo canario, Agüimes, en el que durante diez días de julio se encuentran y conviven las artes, las músicas, la magia y el teatro de decenas de países cuyas fronteras se ven estrechadas gracias al Festival del Sur-Encuentro Teatral Tres Continentes.

Esta ventana, pintada por Pilar para que sirviera como cartel de una de las ediciones más recientes del ya veterano Festival, tiene una simbología especial, trayendo ecos de libertad, interculturalidad y felicidad.

Una ventana que permite asomarse a la creatividad y descubrir la alquimia de la palabra, sea cantada, recitada o declamada. Una ventana a través de la que se comunican las distintas culturas que comparten el océano Atlántico y que nos permiten descubrir lo que ocurre ahí fuera. Fuera de nuestras confortables fronteras, aunque sea en estos tiempos de crisis.

Lo que más me gusta de esta ventana de Pilar es que no sólo invita a asomarse para ver la vida pasar, sino que te provoca para lanzarte al vacío, para involucrarte en lo que ocurre abajo, fuera de sus dominios, para sumergirte en las tempestuosas aguas de un Atlántico que terminará desembocando en la playa de Arinaga, en esas Canarias cálidas y acogedoras en las que nos sentimos como en casa, sea cual sea el pasaporte que hayamos utilizado para arribar a las Islas Afortunadas.

Una ventana que es una invitación a la ensoñación y al recuerdo, pero también al trazado de nuevos planes, a la imaginación más fantasiosa y a los pensamientos más peregrinos.

Porque Pilar, a través de esta ventana, pinta la libertad.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.