Hoy publicamos este artículo en IDEAL. Porque a veces, la realidad tiende a imitar a la ficción…
Del género picaresco, entre el Lazarillo y el Buscón, la figura que más me impresionó fue la del noble venido a menos que, no teniendo un mendrugo que llevarse a la boca y viviendo poco menos que en la indigencia, salía todos los días de su casa a pavonearse, vestido con sus mejores galas, haciendo como que no pasaba nada, que todo estaba bien y que la vida seguía igual.
Dentro de la casa del hidalgo apenas quedaba un jergón para dormir y una cacerola en la que cocinar un miserable puchero de verduras podridas, pero de puertas para afuera, el hombre trataba de disimular sus penurias aunque fuera montando un rocín al que las costillas le sobresalían del pellejo, tanto o más escuálido que su dueño. Dueño que, por supuesto, tenía prohibido pedir cualquier tipo de ayuda ni podía tan siquiera trabajar, so pena de ver su honor mancillado y su imagen revolcada por el barro.
Y me acuerdo de aquella gallarda figura cuando veo a Rajoy, negando la mayor, haciendo filigranas para no pedir un rescate o, después de hacerlo, torciendo la realidad y el lenguaje con tal de no admitirlo. Y, mientras, el patio trasero de casa, hecho unos zorros.
Pero estos días también se me viene a la cabeza una novela completamente diferente: “Soy leyenda”, escrita por Richard Matheson y llevada al cine en un par de ocasiones. Si se acuerdan ustedes, el protagonista de la historia es un hombre que, acompañado solo por su perro y tras algún tipo de cataclismo planetario, sobrevive en su ciudad, convertida en un entorno hostil poblado por otros hombres que ya no son humanos, sino unos inquietantes sujetos con aspecto de zombi que hacen la vida imposible a nuestro héroe, obligado a huir de ellos todo el tiempo para seguir manteniendo su precaria existencia.
El momento más importante de la novela, el auténticamente estremecedor, es el que se produce cuando el protagonista cobra conciencia de que, en realidad, el monstruo, el raro y el diferente; es él. Es él quien, tratando ser el mismo de antes y comportándose como siempre, se ha convertido en un inadaptado. ¡El monstruo es él! ¡Él es, quién, con su comportamiento, se ha convertido en una amenaza para el resto de los habitantes de la ciudad!
Cuando escucho ciertas declaraciones de algunos políticos, sobre todo de esos que se han dado en llamar los Barones autonómicos, siento que no se han enterado de nada y que aun viven de espaldas a la realidad, como si todo lo que viene ocurriendo desde el verano de 2007 hasta ahora no les afectara o no tuviera nada que ver con ellos. Siguen tratando de vivir como siempre hasta que un día cobren conciencia de que, irremisiblemente, están abocados a la extinción.