El poder, o se tiene o no se tiene.
Y, si se tiene, se utiliza.
Y punto.
Quien tiene el poder tiene la fuerza. Y ha de demostrarlo. Y aprovecharlo.
Que no aprovecharse.
El poder se ejerce. Se emplea. Se muestra. Y se demuestra.
El que no tiene el poder, debe aspirar a tenerlo. Legítimamente.
Mientras, quien no lo ostenta, debe controlarlo, fiscalizarlo, criticarlo, acotarlo, presionarlo…
Lo que no es posible ni resulta admisible es acercarse al poder para no llegar a ejercerlo y contentarse con rozarlo y acariciarlo. Con sentirlo. Con respirar su mismo aire. Con lucir junto a él.
No, oigan, no.
El PODER es algo muy serio que no admite tibiezas ni medias tintas. Que no permite acercamientos furtivos, coqueteos y aullidos a la luna.
Por eso hay tantos que, cuando se asoman al poder, sienten vértigo. Miedo paralizante. Pánico.
Y por eso naufragan, una y otra vez.
¡Seguimos!
Jesús Lens