La verdad ya no importa

Estoy muy sorprendido con uno de los Pulitzer de este año. En concreto, con el concedido al Washington Post por haber desenmascarado ciertas mentiras de Trump sobre sus millonarias donaciones a obras caritativas. Lo que hacía el presidente norteamericano, usando para ello su Fundación, era recaudar dinero de otros y hacerlo pasar como suyo, sin gastarse un chavo de su propio peculio.

El Post publicó esta información el 10 de septiembre de 2016. ¿Y sus efectos? Pues, a la vista está: ningunos. O, por ser más rigurosos: intrascendentes, dado que en noviembre, Trump sumó los votos necesarios para ocupar la Casa Blanca.

Y digo que estoy sorprendido porque una noticia de este calado, en otro momento de la historia de los Estados Unidos, hubiera terminado con la carrera presidencial de un candidato. Pero ya no. Ahora, la mentira ya no indigna a los norteamericanos. Al menos, no como antes. ¿Se acuerdan de Clinton? De Bill, no de Hillary. ¿Se acuerdan del famoso affaire con Mónica Lewinsky? A punto estuvo de costarle un Impeachment. No por la succión en cuestión, sino por haber mentido durante la instrucción del caso.

Antes, la palabra dada, en la política estadounidense, cotizaba alto. Ya no. ¿Dónde está siquiera el trazado del Muro con México a lo largo de toda la frontera? ¿Y la anulación del Obamacare y su sustitución por un sistema de salud mucho mejor para los ciudadanos? ¿Y la deportación masiva de inmigrantes sin papeles? ¿Y el aislacionismo en Siria?

Que no es que yo quiera que Trump cumpla sus demenciales promesas electorales, pero que me da pena comprobar cómo el sistema norteamericano se desacredita a sí mismo y sus políticos se convierten en los mismos vendehumos a los que estamos acostumbrados en España, sin ir más lejos, donde el PP promete no subir los impuestos en campaña electoral y, nada más acceder al Gobierno, los sube. Sin rubor ni miramiento alguno.

¿Es Trump comunista?

Volviendo al Pulitzer: no dudo de la importancia de la investigación del Post ni de lo revolucionario que ha sido el trabajo del periodista David Fahrenthold, solicitando ayuda a los usuarios de Twitter para que le reportaran datos y creando “un modelo de periodismo transparente en la cobertura de campañas políticas al tiempo que cuestionaba las declaraciones de Trump sobre su generosidad caritativa”. Lo malo es que no sirviera para nada.

Jesús Lens

Flopping

Este artículo de hoy enlaza con este otro, sobre la desafección con los políticos y las engorrosas elecciones…

Reggie Evans, jugador de baloncesto de los Brooklyn Nets acaba de hacerse acreedor del dudoso honor de ser el primer jugador en la historia de la NBA en ser sancionado por flopping. Cinco mil dólares le han caído, como sanción económica. Pero lo peor no es el dinero, sino el estigma. El estigma de ser un teatrero, un simulador que emplea tácticas torticeras en su juego, tratando de engañar a los árbitros para que señalen faltas al contrario.

¡Han disparado a Lebron!

El flopping es a la NBA lo que las tarjetas amarillas por simular un penalti son al fútbol. Solo que, desde esta temporada, al acabar los partidos, la NBA revisa las imágenes de televisión y sanciona a los simuladores con multas económicas, aunque consiguieran engañar a los árbitros sobre el parqué. Las sanciones son crecientes. Al primer flopping, el jugador debe pagar 5.000 dólares. Al segundo, 10.000. El tercero se sanciona con 15.000, el cuarto con 30.000 y, en el caso de que el jugador sea tan teatrero que busque el Oscar y siga simulando faltas, se le llegará a suspender.

Leo que un movimiento artístico anima a los ciudadanos a intervenir en espacios públicos faltos de uso para protestar por la desidia institucional. La cosa se ha dado en llamar desESPERANDO y la primera acción ha sido protagonizada por veinte personas que se han tendido sobre los raíles del metro, des-esperando por su no-paso.

 

La imagen es poderosa. Todos hemos visto películas en las que un personaje se tiende, cuán largo es, sobre la vía de un tren, cortándola con su cuerpo, esperando que llegue la locomotora y termine de una vez por todas con sus sufrimientos, miedos, angustias y zozobras. En el caso que nos ocupa, no hay miedo alguno, más allá de la posibilidad de rozarse con alguna ortiga crecida entre los raíles. Ya que al metro, como al AVE, de momento, no se le espera.

Y sin embargo, en las últimas semanas han aparecido en prensa varios artículos de notables políticos de nuestra tierra, hablando del AVE. No los he leído, claro. ¿Para qué? Para perder el tiempo hay otras mil fórmulas mucho menos aburridas. Sin embargo, se me ocurre una maldad: dado que las arcas públicas están tirando a tiesas, ¿por qué no planteamos una especie de flopping político y se sanciona, económicamente, a esos políticos especialistas en hacer teatro en sus ruedas de prensa, sus artículos y sus vanas y efímeras promesas electorales y electoralistas?

Alguien voló sobre el nido del AVE

Dado que el descrédito ya se lo han ganado a pulso, si quieren que la mayoría de la gente vuelva a hacerles caso, los políticos deberían empezar a responsabilizarse de sus palabras, escritos, alocuciones, promesas y compromisos. Por un plazo retrasado, 5.000 euros. Por una obra no ejecutada, 10.000. Por un pacto antitransfuguismo incumplido, 15.000. Y, por supuesto, ya que estamos en clave deportiva y yanqui: al tercer strike… ¡eliminado!

Jesús Lens

Veamos los 3 de enero de 2009, 2010, 2011 y 2012

Las elecciones empiezan a ser un incordio

El sábado publiqué este artículo en IDEAL. Sarcástico y ácido, pero serio. Muy serio. A ver qué os parece.

Empecemos fijándonos en Italia, el ejemplo más cercano (en el tiempo), con unas elecciones a la vista: un presidente tecnócrata no elegido en las urnas anuncia su dimisión mientras que el candidato democráticamente elegido proclama su intención de presentarse. Resultado: las Bolsas se hunden, la Prima se dispara y tiembla el Misterio en toda Europa.

Dirán, algunos, que lo de Berlusconi no es serio. Y yo estaré de acuerdo con ellos. Pero las urnas son soberanas y los italianos le eligieron presidente. Es, salvando las distancias –no solo geográficas –lo mismo que en Valencia, donde el partido más salpicado por la corrupción arrasó en las urnas.

¿Se equivocan los italianos? ¿Se equivocan los valencianos? ¿Se equivocan las urnas?

Pero es que, además, las elecciones son incómodas. Y condicionantes. ¿Se acuerdan ustedes del mandato y del discurso de Rajoy, antes y después de las elecciones andaluzas? Había una práctica unanimidad en los analistas al exigirle que empezara a aplicar sus recetas, con independencia de la cita electoral. Pero él, nada. Aguantando. Total, para terminar dándose un morrazo y aplicando la amputación como terapia preventiva.

 

Todo lo que lleva el apellido “electoral” empieza a estar mal visto y a ser más sospechoso que la ropa made in China. Los programas electorales se diseñan para incumplirlos sistemáticamente y damos por supuesto que las promesas electorales son como los votos matrimoniales: se contraen para romperlos poco después. Pero lo peor son los intereses. Los intereses electoralistas.

 

Por ahí se dice que el llamado Austericidio Angelino, también conocido como Estrangulamiento Merkeliano, tiene su raíz en las elecciones alemanas de final de 2013. ¿Sería imaginable, de verdad, que toda esta ruina, paro, miseria, crisis y destrucción social, económica y empresarial; respondiera a los intereses electoralistas de la Canciller alemana?

Si así fuera… casi, casi, casi que estaríamos obligados a concluir que las elecciones son perjudiciales para la salud y que, por el bien común, en beneficio de todos, habría que prescindir de ellas.

La solución, pues, sería emular lo de Monti en Italia y consensuar un gobierno de tecnócratas para toda Europa que, desde el Banco Central, rigieran nuestros destinos, que tuvieran satisfecha a la Prima, que maniataran a los Tipos y que contuvieran a la inflación.

¡Un mundo feliz!

 

Estéticamente mucho más bonita, moderna y contemporánea que aquel militarismo fascistoide trasnochado; la Tecnocracia de los Hombres de Negro es la respuesta que propone cada vez más gente a las fallas y a las grietas que nuestra vetusta Democracia empieza a presentar.

¡Si será chunga la democracia, que los propios partidos abominan de las Primarias a la hora de elegir a sus candidatos y hacen lo posible y, a veces hasta lo imposible, por evitarlas!

Desafección. Así se llama al hecho de que cada vez vaya menos gente a votar en las citas electorales; a la realidad de que la casta política sea cada vez menos y peor valorada por la ciudadanía; al miedo a que los grupos antisistema se ganen el apoyo popular. Desafección. ¡Ojito!

Jesús Lens

PALABRERÍA vs. REALIDADES

La columna de hoy de IDEAL, de las que te piden a voces ser escritas. Aunque no gusten.

 

La admiro. En serio. Admiro la proverbial capacidad que tienen nuestros políticos de decir una cosa mientras se aprestan a hacer exactamente la contraria… sin que se les descomponga el gesto, impasible el ademán e inalterable la ceja, ausencia total de remordimientos incluida.

 

El mismo día en que se hacen públicos los Presupuestos Generales del Estado para el año 2010, aparece en IDEAL Mar Moreno, Consejera del ramo, diciendo que «La educación debe jugar un gran papel en el cambio del modelo productivo». Y continúa hablando, en una interesantísima entrevista, sobre enseñanza bilingüe, educación 2.0, escuela digital y centros TIC. Conste que yo no dudo, en absoluto, de las buenas intenciones de Mar y, de hecho, estoy francamente de acuerdo con buena parte de lo que propone. Lo que pasa es que, después, cuando leo el análisis detallado de los mencionados Presupuestos, hay cosas que no me cuadran. Por ejemplo, las partidas para educación infantil y primaria se reducen en un 6,8% y para educación secundaria y FP, en un 14,1%.

 

Justo el año en que el paro juvenil azota a esos miles de jóvenes que dejaron las aulas al calor del ladrillo y al amparo de la hostelería, planteándose muchos de ellos la vuelta al cole para recibir una formación que les permita afrontar el futuro cercano con mayores garantías… se recorta el presupuesto para la educación de ese sector. ¡Qué gran forma de facilitar el tan traído y llevado cambio de modelo productivo!

 

Porque a estas alturas de película ya nos hemos hartado, hasta el empacho, de escuchar lo del CdMP. ¿O no? Desde que alguien descubriera la frase de Einstein según la cuál «la crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países porque la crisis trae progresos», no hay ministro, subsecretario, tertuliano y columnista que no haya hablado del famoso cambio.

 

¿Y qué ha hecho el gobierno para propiciarlo, más allá de repetirlo hasta la saciedad y el aburrimiento? ¡Pues reducir las partidas del Ministerio de Ciencia e Innovación en un 15%! Hace unos meses escribíamos que la innovación es, fundamentalmente, una actitud para el cambio. Y ello no cuadra, en absoluto, con unos presupuestos en que se prima el gasto corriente por encima de la inversión. ¿Así quieren que nos pongamos a innovar, como comentábamos en IDEAL hace unas semanas?

 

Menos mal que, al menos en Granada, parece que las inversiones para que nuestras infraestructuras nos saquen del siglo XIX no van mal encaminadas, aunque después veamos que, en global, Málaga, Sevilla, Cádiz y Almería recibirán más dinero proveniente del Estado que la provincia granadina, Jaén y Huelva. ¡Rompiendo la brecha de la desigualdad, sin duda alguna!

 

Por eso, qué quieren que les diga. Cada vez que leo el periódico y veo que algún preboste habla de cambio, modernidad, desarrollo tecnológico y tal y tal… paso la página, bostezando de aburrimiento. A fin de cuentas, si ellos no se lo creen, ¿para qué interesarnos por sus mentiras?

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.