Hay que agradecerle a Luis Salvador, y mucho, que nos distraiga y nos entretenga con sus pantomimas y boutades en momentos tan delicados. Asistimos, entre atónitos y asustados, a lo que ocurre en Cataluña, con grandes empresas que cambian de domicilio para escapar de Barcelona y la amenaza, el lunes, de una declaración unilateral de independencia. Estamos viviendo uno de los momentos más delicados de la historia de España y a Salvador se le ocurre bajar a Granada a exigir la dimisión de Francisco Cuenca.
Por nada en concreto. Porque sí. Porque hoy es hoy. Cuando lo he escuchado, me he lanzado raudo y veloz al digital de IDEAL a ver qué había ocurrido. Y no había ocurrido nada. Me he devorado los timelines de medio Twitter local, buscando una explicación. Y no la había.
Salvador, que es Diputado del Reino de España, en vez de estar trabajando en la cuestión de la desconexión catalana, decidió que había algo mucho más importante en lo que invertir su tiempo y su esfuerzo: bajar a Granada… a exigir la dimisión del alcalde.
Hay personas cuyo desmedido afán de notoriedad y su narcisismo sin límite les sitúa al borde del ridículo. Lo de Salvador, ayer, lo rebasó ampliamente. Y miren que ya escribimos de este tema, hace unos meses, en esta otra columna de IDEAL titulada «El juez de la horca».
Hay que darle la enhorabuena a Sebastián Pérez por haber encontrado en Luis Salvador al aliado más inesperado posible, un personaje cuya vanidad está consiguiendo el más difícil todavía: erosionar al gobierno del PSOE al que aupó al gobierno municipal a la vez que convierte a su propio partido, Ciudadanos, en una parodia de sí mismo.
Con un ayuntamiento arruinado, con un presupuesto imposible de aprobar y que ningún grupo político contribuye a embridar, con un país al borde de la combustión; aparece el congresista Salvador exigiendo que se vaya Cuenca. Por llevar imputado varios meses, pero sin presentar moción de censura, dado que la mayoría de la oposición del PP que podría sustituirle en el gobierno está igualmente enmarronada, judicialmente hablando.
Es divertido todo esto. Un desahogo cómico frente a una complicada realidad. Hay que reconocerle a Luis Salvador su papel de salvapatrias en un momento tan complejo, dejando sus responsabilidades en Madrid para hacer un monólogo del Club de la Comedia en provincias. Plas. Plas. Plas. Y, ahora, una vez terminado el cachondeo, ¿podría dedicarse usted, señor Diputado de la Nación, a algo más serio?
Jesús Lens