Los que tenemos de cuarenta años hacia arriba podemos ser un coñazo manifiesto, analizando el aquí y el ahora desde la perspectiva del pasado siglo. Que sí. Que está muy bien nuestra experiencia, pero que no podemos seguir anclados en los supuestos buenos viejos tiempos, en plan Abuelo Cebolletas. Por ejemplo, con el tema del trabajo gratis total.
Que sí. Que es cierto que buena parte de la gente de mi generación -y de otras anteriores- hicimos becas, pasantías, meritorajes o prácticas poco o nada remuneradas. Pero es que la España de antes y la de ahora se parecen muy poco, laboralmente hablando.
La cosa comenzó a cambiar ya antes de la Crisis, en los años de la supuesta bonanza y del crecimiento económico teóricamente ilimitado, cuando los sectores de la construcción y el inmobiliario se convirtieron en maná para miles de personas que, con poca o ninguna formación, veían posible ganar mucho y buen dinero. Una época en que ser mileurista era motivo de queja.
Antes, sin embargo, la cosa era diferente. Al terminar el instituto, la FP o la universidad, había una especie de pacto tácito: tú, incorpórate al mercado laboral o profesional desde abajo, a través de prácticas, becas o pasantías y, si te lo curras y le pones ganas, tesón, ilusión y esfuerzo, irás hacia arriba. Poco a poco. Después entraban múltiples factores en juego para conseguir llegar más o menos lejos. Pero, en general, la cosa funcionaba.
Ahora, por desgracia, todo eso es historia. En 2017, con millones de parados, una precarización laboral absoluta y un mercado de trabajo obscenamente escorado al sector servicios, da lo mismo que seas mejor o peor, que le pongas más o menos ganas: siempre habrá gente que hará lo mismo que tú… por menos dinero.
Por eso escandaliza tanto y resulta tan indigno lo del trabajo gratis -o a cambio de cama y comida- en restaurantes de superlujo que sirven menús de 100, 200 y 300 euros en adelante. Antes, en la Edad Viejuna, el meritoraje escasamente remunerado era una fórmula para aprender y abrirnos camino que, además, nos impulsaba en la escala socio-laboral. Sin embargo, en múltiples profesiones, esa escala ya no existe. Las políticas neoliberales la han dinamitado. Y el trabajo gratis fomenta, por tanto, mano de obra barata de la que se abusa en un entorno de precarización laboral extremadamente peligroso.
Jesús Lens