Constituye motivo de orgullo y satisfacción, para Katha & Lens, servir de inspiración a campañas de publicidad de centros comerciales tan conocidos como el que sigue:
Constituye motivo de orgullo y satisfacción, para Katha & Lens, servir de inspiración a campañas de publicidad de centros comerciales tan conocidos como el que sigue:
Ya solo el título de la película me parece de lo más sugerente y sugestivo: “No”.
Hace unos meses, recuerdo que blogueé la instalación que, con dicho título, planteó uno de nuestros artistas más polémicos, libres e internacionales: Santiago Serra. ¡Y se armó gorda!
El Sí tiene mejor prensa que el No. El negativismo no vende y arrostra el sambenito del pesimismo, la negatividad oscurantista, el malfario y el bajío. Y, sin embargo, de cuantos problemas, sinsabores y malos ratos nos hubiera rescatado un buen ¡No! a tiempo…
El director chileno Pablo Larraín ha titulado “No” a su última película, una producción de 2012 que estuvo entre las nominadas al Oscar a la Mejor Película de Habla No Inglesa y en la que se cuenta la campaña electoral montada en torno al plebiscito planteado por Pinochet. Un Pinochet que, tras años de salvaje dictadura, decidió que había visto la luz y que era más demócrata que todos los demócratas de Chile juntos, cambiando el uniforme y las medallas por un respetable traje de chaqueta y una corbata supuestamente legitimadora de un despreciable legado rebosante de torturas, asesinatos, ejecuciones sumarias y desapariciones sin explicar.
¿Sí a Pinochet o… No?
Esa era la cuestión.
Y la siguiente cuestión era, por supuesto, la necesidad de convencer a la gente de que votara. Lo mejor de la película es la disección que Larraín hace de esa izquierda siempre pesimista, convencida de que el plebiscito estaba amañado y era imposible ganar. Esa izquierda en permanente y eterna discusión sobre el sexo de los ángeles. Esa izquierda anclada en el pasado, inmovilizada por el peso de la historia. Esa izquierda dividida y pesarosa, incapaz de mirar hacia delante.
Una izquierda que es puesta en cuestión por un joven publicista, pragmático e inteligente. Un exiliado que vuelve de México y que quiere aplicar todos sus conocimientos y experiencia en el mundo de la publicidad en la campaña por la consecución del No.
¡La de suspicacias, recelos y hasta coñas marineras que tiene que soportar el pobre René cuando plantea una campaña por el No en clave positiva, luminosa, alegre y distendida! A esa izquierda eterna, apesadumbrada, trágica y dramática, representada por su propia exmujer y madre de su hijo, solo le falta tirarle a la cara el logotipo del No pespunteado por un arcoíris.
– “¿Y con esto quieres ganar el plebiscito?” –le dicen. Pero luego, lucirán, orgullosos, la camiseta con el logo.
Porque René es inasequible al desaliento y no cede en su idea. Convoca a su mentor para que, de forma discreta y anónima, le ayude a diseñar la campaña, en una jornada de reflexión y creatividad por la costa que muestra, a la perfección, cómo se provocan las Tormentas de Ideas.
“No” es una película irregular que peca de excesivo documentalismo, lo que la hace, a ratos, lenta y farragosa. Tiene mucha más fuerza la imagen de René, interpretado por un extraordinario y casi estoico Gael García Bernal, jugando con el tren eléctrico mientras espera la inspiración, que la larga y reiterativa repetición de los anuncios y las campañas que ponen en marcha tanto los partidarios del “Sí” como los del “No”.
Pero, sobre todo, me encanta el momento en que el “No” se convierte en algo positivo y esperanzador, al añadirle un “Más” a la ecuación, hasta conseguir un poderoso y pegadizo eslogan: No +… dictadura. No + torturas. No + censura. No + violencia… y así.
Momentos de genio e inspiración que, para el espectador, son igualmente geniales e inspiradores. Como el final. Un final digno del cinismo de la mismísima “Mad Men” y que no vamos a desvelar porque, a buen seguro, no tardarás mucho en ver “No”, ¿verdad?
Si me sigues, que sea en Twitter: @Jesus_Lens
Paseaba el otro día por un centro comercial cuando me encontré en la sección de tecnología, móviles, portátiles y demás.
Y entonces lo vi.
Allí estaba. Impávido. Impecable. Impasible.
Sentí náuseas y un súbito mareo. La bilis me subió por el esófago mientras las tripas se me retorcían por dentro.
Aquello no podía ser verdad.
¡Aquello tenía que ser una pesadilla!
Llevamos tres semanas de Europeo de baloncesto y, da igual que veas los partidos de la Roja –anteriormente conocida como la Ñ- en la Sexta o que sigas otros partidos por Marca TV.
En cada descanso, tiempo muerto, antes y después de cada partido, en cada desconexión, siempre, obligatoriamente, como si fuera la actualización de las plagas de Egipto al siglo XXI y adquiriendo la dimensión de una maldición bíblica… allí está el jodido, cursi, repetitivo y nauseabundo anuncio de un smartphone que te recuerda que te has olvidado del aniversario de tu boda y te permite organizarle a tu media naranja un desayuno romántico repleto de pétalos de rosa en un plis-plás.
– ¡Aste a la mierda, ya!*
Señores de la marca coreana en cuestión: sepan ustedes que le he cogido asco y repugnancia a su anuncio, visto y escuchado un millón de veces, siempre el mismo, una y otra vez.
Le he cogido tanta animadversión que, aunque su marca fuera la única en el mundo en fabricar móviles, portátiles, ordenadores, televisiones, DVD o equipos de música que yo, bajo ningún concepto, oferta o coacción compraría nada que fabriquen, vendan o distribuyan ustedes.
Muchas (des)gracias, un saludo y un fuerte abrazo.
Jesús hasta los mismísimos Lens
* (La citada expresión es una contracción de “Váyase usted a la mierda” y, para darle todo su sentido, hay que gritarla con el tono iracundo y furibundo del mejor Fernando Fernán Gómez, al que tanto seguimos admirando y al que echamos mucho de menos)
Los tres anteriores días de la Virgen de las Angustias, aunque no fueran feriados en Granada, también publicamos: 2008, 2009 y 2010.