Llevaba tiempo dándole vueltas a esta columna dedicada a ciertos ladrones de tiempo que actúan con total impunidad: los cines que, antes de proyectar la película, te fríen a anuncios. Y miren ustedes por donde, ayer domingo, Agustín Gil lo clavó en una deliciosa, divertida y cultivada carta al director.
A él y a su hijo Rubén les pasó lo mismo que a nosotros hará un mes: sacaron sus entradas para ver ‘Tenet’, ocuparon sus asientos y, antes de que comenzara el secuestro con que Nolan apabulla a los espectadores al inicio de la cinta, se chuparon quince minutos de anuncios. Y no escribo ‘quince minutos’ así al bulto y por redondear, en plan un cuarto de hora, que dirían los adolescentes de ahora. Fueron quince insoportables minutos de reloj.
Antes, cuando ibas al cine, te ponían un par de tráilers de otras películas y comenzaba la proyección por la que habías pagado tus buenos euros. Ahora, además de cobrar la entrada a precio de oro, tienes que soportar un interminable e insensato chorro de anuncios de todo tipo. Y nada tiene que ver con la crisis de la Covid, que este atraco a mano filmada viene de antes.
Es tal el abuso que, cuando voy al cine, suelo dejarme mails por escribir y güasaps por contestar para hacerlo durante ese interminable minutaje. Cómo será la cosa que, en una ocasión y esperando un estreno, tuve tiempo de confesar un pecadillo a mi pareja, discutir, explicarme, pedir perdón y reconciliarnos antes de la proyección.
Entiendo que el negocio del cine pasa por momentos complicados, pero penalizar a quienes acudimos religiosamente a las salas y pagamos nuestra entrada, los refrescos y los bocabits; poniéndonos de un humor de perros antes de que empiece la película, no parece lo más inteligente.
Exprimir al cliente solo es pan para hoy y hambre para mañana. Que te enchufen quince minutos de publicidad antes de ver una película por la que has pagado una pasta gansa es una desconsideración y un insulto a tu inteligencia. Y a tu paciencia. Un auténtico robo. Un atraco a mano filmada.
Jesús Lens