Desde Granada Noir vamos a organizar un club de lectura y de cine virtual que nos sirva para estar en contacto, a pesar del confinamiento. Vemos las películas, leemos libros y cómics en nuestros hogares y, después, comentamos a través de la página de Facebook del festival.
Hemos comenzado por ‘La trinchera infinita’, posiblemente la película más apropiada para estas fechas. Porque en ella se cuenta la historia de Higinio, hombre de izquierdas al que el estallido de la Guerra Civil condujo a esconderse en un recoveco de su casa para no ser encontrado por los facciosos.
Hace años, de viaje por nuestra Andalucía, recalamos en Mijas, donde conocimos la historia de Manuel Cortés Quero, uno de los ‘topos’ más famosos de España. Porque así se les llamó. Topos. A quienes se escondieron para evitar ser asesinados y se vieron obligados a pasar años y años en sus zulos.
‘La trinchera infinita’ cuenta la historia de Cortés y, aunque toda la película está narrada y contada desde el punto de vista del topo y solo vemos lo que él ve, desde que trata de huir del pueblo al principio de la cinta hasta su sensacional desenlace; la otra gran protagonista de esta historia es Rosa, su paciente mujer.
El trabajo actoral de Antonio de la Torre y Belén Cuesta es prodigioso. En el caso del malagueño, vuelve a hacer un alarde de camaleonismo, engordando lo indecible en aras a la mayor verosimilitud de su interpretación. De hecho, para darle tiempo a echar la tripa que muestra en la segunda parte de la película, el rodaje se interrumpió cinco semanas, durante las que incrementó su peso en nada menos que 15 kilos.
En ‘La trinchera infinita’ tenemos odios cainitas y envidias malsanas. También solidaridad y apoyo mutuo entre las personas. Celos e incomprensión. Y miedo. Mucho miedo. Hasta llegar al plano final, una magistral lección de puro cine que invita a quitarse el sombrero para jalear a los directores.
Vean ‘La trinchera infinita’ y comprobarán que, en comparación, nuestro confinamiento va a ser de lo más cómodo y llevadero.
Jesús Lens