La foto muestra a los líderes sindicales y empresariales y al presidente del Gobierno en los exteriores de La Moncloa, ajustándose las mascarillas para hacer lo que deben hacer: suscribir el pacto económico que, de cara al exterior, muestre la cohesión de España y el compromiso de caminar juntos a la hora de enfrentar los estragos de la crisis provocada por la pandemia.
En todo este proceso, más allá de las ideologías, ha primado el pragmatismo. Desde los ERTES y las ayudas a autónomos a la gestión exprés del ingreso mínimo vital; las medidas económicas adoptadas por Pedro Sánchez y su equipo han cosechado un amplio consenso y un apoyo mayoritario entre los agentes implicados en su consecución.
Contrasta este pragmatismo con el atronador cacareo de las redes sociales, espoleado por sesgados aspirantes a líderes de opinión que proliferan al calor de un determinado periodismo hooligan al que, sin embargo, la realidad se empeña en desautorizar una y otra vez.
Ocurre lo mismo con el acomodaticio e inmovilista discurso partidista de los sectores más rancios del PP y de Podemos. Tiran de argumentario para defender sus apriorísticas posiciones de siempre, sus fantásticas y simplistas soluciones de toda la vida, reducidas al enunciado de un tuit que busca enardecer a sus fieles comulgantes.
En ese sentido, Ciudadanos ha dado muestras de sensatez, sentido común y altura de miras. Visión de estado y compromiso con la ciudadanía de este país, más allá del electoralismo cortoplacista de los gurús y estrategas de moda.
En Granada también hemos tenido muestras de esa altura de miras con el acuerdo para el presupuesto municipal. Cómo estará la cosa que los mismísimos Vox y Unidas Podemos, después de echar espumarajos por la boca criticando el acuerdo, no descartan sumarse a él, llegado el caso. Esperemos que PSOE, PP y Cs muestren la cintura necesaria para facilitar el apoyo de los Cambril, Puentedura, Miralles y compañía. Seguro que tienen mucho que aportar.
Firmar acuerdos pragmáticos más allá de las ideologías no supone rendirse ni renunciar a ellas. La primera y más importante misión de los representantes institucionales es gestionar la res pública y para ello es necesario negociar, transaccionar, ceder y transigir. Enfangarse y pringarse. Firmar. Vigilar y controlar. Analizar y sacar conclusiones. Y, llegado el caso, corregir.
Hay quienes están en ese camino y quienes prefieren mantenerse al margen, limpios e impolutos, pontificando desde su burbuja ideológica. De estos, conviene fiarse lo justo.
Jesús Lens