Leía el otro día a Javier Reverte, que parafraseaba a Paul Bowles: “Sólo merecen la pena las cosas que pueden terminar muy mal”.
Participé dicha frase a unos cuantos amigos. Y amigas. Ellas lo entendieron a la primera. Ellos, mayoritariamente, se quedaron un poco estupefactos.
La verdad que la frase tiene su miga. Está claro que si algo puede terminar muy mal, ser un desastre y llevarte a la ruina, a cualquier tipo de ruina, es porque también alberga la promesa de una gran recompensa.
Arriesgarse, es lo que tiene.
Y no arriesgarse, consecuentemente, también.
Nuestra vida, en los últimos años, se ha revolucionado. Y no para mejor, precisamente. La crisis, la condenada crisis que todo lo condiciona, ha hecho que la confortabilidad en que estábamos instalados en los últimos años haya desaparecido como por ensalmo.
De repente, las cosas pueden terminar muy mal. Nos vemos obligados a hacer planes y tomar decisiones que, hace unos meses, ni se nos habrían pasado por la cabeza.
“Sólo merecen la pena las cosas que pueden terminar muy mal”.
No sé.
¿Cómo lo veis?
Jesús parafraseante Lens
PD.- No olvidemos esta otra genialidad de Bowles. Cuanto más la escucho, más de punta me pone los pelos.