El valor de un café

Hoy publicamos esta columna en IDEAL. Para empezar la mañana con un sorbo de café. Negro. Y, siendo viernes… ¡cortado!

Hay personas tan insensatas y desconocedoras de la realidad social de este país que todavía son capaces de confundir el valor de un café con el precio que pagamos por él. En las últimas semanas han sido dos representantes del PP quiénes han cometido el garrafal error de jugar dialécticamente con el café, olvidando que ZP empezó a cavar su tumba cuando demostró su alejamiento del mundanal ruido por cuenta de ese oscuro, estimulante y misterioso brebaje negro.

El café es, posiblemente, la sustancia legalmente dopante más utilizada en todo el mundo. Cuando uno dice que uno no es persona hasta que se toma el primer café de la mañana, entra a formar parte de una cofradía universal, interracial y desclasada. ¿Quién no se ha pasado una noche en blanco, estudiando para un examen o terminando un trabajo, a base de cafeteras ardientes?

El primer café de la mañana termina siendo uno de los momentos más placenteros de la jornada. Con todo el día por delante, los sueños de la noche se mezclan con los recuerdos de la velada anterior y se trufan de los proyectos por venir. Deseos y realidades se mezclan, durante unos minutos, como el azúcar se disuelve en el café.

Además, si tienes suerte de encontrar compañeros cómplices y camaradas con imaginación, tomando café somos capaces de transformar la realidad, consiguiendo que Sergio Ramos chute entre los tres palos o que la rodilla de Ricky se recupere a tiempo para los Juegos Olímpicos. El café aplaca la Crisis, convierte los recortes en esquejes y permite encontrarle un rastro de humanidad al rostro de la mismísima Angela Merkel.

Por la tarde, quedar para tomar café es un rito imprescindible en sociedades civilizadas. Tomando café, sin prisa pero sin pausa, hay tiempo para arreglar el mundo y la vida de todos sus habitantes. Tomando café trazamos planes menos imposibles que improbables y proyectamos viajes tan inverosímiles como excitantes, descendiendo un volcán o escalando hasta la luna.

En España hay cuarenta millones de formas distintas de tomar café. Tantas como potenciales seleccionadores nacionales de fútbol y presidentes del gobierno con mando en plaza, no dependientes de Berlín o Bruselas. Porque, tomando café, un español se siente todopoderoso y plenipotenciario. ¡Mi reino por un cortado!

Por todo ello, cuando un preboste declara que el copago sanitario son cuatro cafés o salta otro a la palestra para sostener que los funcionarios han de olvidarse del periódico y el cafelillo, no solo demuestran un insensato desconocimiento de la esencia profunda del ser español, más cafetero que el mismísimo Juan Valdés, sino que insultan y menosprecian toda una forma de entender la vida.

Recuerdo una película en que el protagonista defendía que no importaba atesorar millones ni tener barcos, aviones o grandes mansiones porque, a nada que lo pensemos, tenemos que convenir en que la felicidad radica en algo tan sencillo como, al final de la jornada, tomarse una buena taza de café. Vale. Estamos arruinados y hundidos y nos queda una larga y penosa travesía por el desierto, sin fastos, fiestas ni excesos. Así lo asumimos. Pero, por los menos, ¡déjennos el café en paz!

Jesús Lens

Gasto vs. Inversión

En la columna de hoy de IDEAL hablamos sobre dos conceptos cada vez más distantes y discutidos. ¿Qué piensas tú que es gasto y que es inversión? (Citamos como referencia este otro artículo, de hace unas semanas, que tiene que ver con el asunto y añadimos un interesante reportaje de El País: Trabajador cultural: un puesto cualificado, estable… y en peligro. Tiene datos y cifras muy ilustrativos.)

Toda inversión suele conllevar un gasto, pero no todo gasto es una inversión. Y ahí radica el quid de la cuestión. ¿Qué es gasto y qué es inversión? Tomemos como ejemplo los fastos del 92: mientras que los miles de millones volcados en la Barcelona olímpica han sido considerados como una inversión que transformó radicalmente la ciudad, convirtiéndola en una de las grandes capitales del siglo XXI; las partidas destinadas a la Expo sevillana distan mucho de estar tan bien consideradas, por más que la Isla de la Cartuja mantenga en uso buena parte de los pabellones de aquella memorable cita.

Al ejecutivo de Felipe González le cayeron palos por todos lados por llevar el AVE a Sevilla mientras que, ahora, dicha decisión se considera estratégica y fundamental en la modernización de Andalucía. Casi tanto como esa vilipendiada A-92 que, sin embargo, ha hecho más por vertebrar nuestra comunidad que cientos de campañas promocionales sobre el ser andaluz.

El gasto en infraestructura, por lo general, se considera inversión. Excepto en el caso de los aeropuertos para halcones y los AVES para moscas zumbonas que, sin vuelos ni pasajeros, son el ejemplo más elocuente del despilfarro, la falta de previsión y lo peor de un populismo tan rancio y provinciano que deja pequeñas promesas tan fantásticas como la de “Pitres, puerto de mar”.

Cuando hablamos de educación y cultura, sin embargo, empezamos a entrar en terrenos mucho más pantanosos. Porque, en una sociedad civilizada y del primer mundo, parecen contradictorios los pasos atrás que se están dando en materia educativa, sobre todo, al poner en la diana al profesorado en su conjunto, como si fueran un colectivo de vagos y vividores que esquilman las arcas del estado en vez de considerarlos como la piedra angular sobre la que debería basarse una sociedad de ciudadanos y profesionales bien educados y mejor formados.

Y si hablamos de cultura… ¡ay!, la cultura. Por mucho que los próceres de la cosa intentaran defender la potencialidad del binomio “industria cultural” como uno de los motores de desarrollo de nuestra comunidad, en realidad, nadie termina de creerse que la cultura sea una inversión productiva. Los libros, las revistas, los discos, los cuadros o el teatro son gasto superfluo, prescindible y hasta lujurioso. Sin entrar en el aún más espinoso tema del cine, por supuesto.

Cuando la Crisis nos ha caído a plomo, todo lo que tiene que ver con la cultura ha sido arrinconado. A fin de cuentas, la cultura exige creación y la creación es lo contrario de los recortes que se han impuesto como nueva Piedra Filosofal económico-política. Las ideas, la imaginación, las metáforas, los sueños… sobran. De la Crisis, dicen, solo se puede salir funcionando como autómatas y siendo austeros; echando horas y no gastando ni en pipas. Y a las exposiciones, los conciertos o las representaciones teatrales, ¡que vayan los turistas japoneses, tan simpáticos ellos! Y si pagan en yenes, mejor. Que del euro, ya no nos fiamos.

Jesús Lens

PD.- ¿Y el 10 de mayo de 2008, 2009, 2010 y 2011?

¡Con la que está cayendo!

Titulamos la columna de hoy de IDEAL con una frasita que, a buen seguro, no han escuchado, leído, pronunciado… ustedes estos meses. ¿A que no? 😉 Ya me diréis qué os parece.

Pueden prometer lo que quieran, los unos y los otros, pero si algo podemos dar por seguro en estos tiempos inciertos es que, en los próximos meses, todas las ayudas, prestaciones, partidas y subvenciones van a ser recortadas y todos los servicios públicos van a encarecerse.

Lo que está en juego, ahora, es determinar qué y cuánto se recorta, ya que está en juego la supervivencia de miles de puestos de trabajo y la continuidad o no de todo tipo de asociaciones, colectivos, proyectos y agrupaciones.

Abrir el periódico, cada día, es asomarse al abismo de un nuevo recorte. Por ejemplo, de las partidas municipales dedicadas a las fiestas de los barrios o al Festival de Rock del Zaidín.

¿Son más prescindibles las verbenas de verano o las ayudas a la dependencia? La respuesta, en este caso, parece obvia. Y, sin embargo, la vida sin fiestas es menos luminosa y menos alegre. Más gris y cenicienta. ¡Justo lo que nos hacía falta, con la que está cayendo!

Y ahí está, la frasecita de marras. Con la que está cayendo. Bajo ese paraguas caben todos los recortes del mundo. Y más aún. ¿Fiestas populares? ¡Con la que está cayendo! ¿Conciertos? ¿Promoción turística? ¿Campañas por la lectura? ¿Festivales de cine? ¡Con la que está cayendo! Y así, cuando leemos que Benidorm pide al Imserso que evite el recorte de vacaciones para mayores, en nuestro fuero interno pensamos que lo mejor que pueden hacer los mayores, con la que está cayendo, es ocuparse de sus nietos y tomarles la lección mientras sus padres, si tienen la suerte de trabajar, echan más horas que Rajoy en comparecer ante los medios.

A nada que lo pensemos, con la que está cayendo, todo es prescindible. Si caben más niños en las aulas, habrá que aprovechar el espacio. Y, puestos a dar clases, tampoco pasa nada si los profesores amplían sus horas lectivas. Total, para reforzar a los alumnos más necesitados ya están los abuelos que este año no se han podido ir de vacaciones a la playa, ni en temporada baja. Además, así no cogen enfriamientos con el relente, ahora que van a tener que pagar un 10% del precio de sus medicinas.

Con la que está cayendo, todo es susceptible de ser recortado, capitidisminuido y menguado. Menos el fútbol. ¡El fútbol ni tocarlo! Porque, ¿qué sería de nosotros si, en estos tiempos aciagos, no pudiéramos asistir al duelo de titanes protagonizado por Messi y Ronaldo? Y, después, la Eurocopa. Y, un poco más tarde, los Juegos Olímpicos. Y, por fin, se nuevo la Liga.

Cada vez hay menos pan y, además, está mohoso. Así que, a la hora de recortar, hay que cuidar el circo, no sea que los espectadores empiecen a descalabrarse, tirándose mendrugos de pan duro a la cabeza. Y el circo mediático, hoy por hoy, es el deporte rey. Y algún que otro programa de los que espolean los más bajos instintos. Entonces sí: una vez salvados por el fútbol y recordando la que está cayendo, bienvenidos sean los recortes.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros

Propósitos para el nuevo año

Tengo un problema. Importante. Me había dejado para hoy domingo eso típico de otros años: describir el 2011 en 365 palabras, una por cada día.

O, como hicimos en otra ocasión, contar lo que esperamos del 2012 en… ¡366 palabras! Que para algo este año es bisiesto.

Pero es que solo se me vienen a la cabeza palabras como las que le aplicábamos ayer mismo a la Mascota Oficiosa del Año: recortes, rebajas, crisis, debacle, desastre, etcétera.

Pero el problema va más allá: casi que empieza a parecer una ofensa, un insulto, esperar de año eso que antes proclamábamos con total naturalidad: viajes, diversión, descubrimientos gastronómicos, fines de semana intensos. ¡Joder, si es que hasta pensar en ir a un concierto, tomarse unas cañas y/o unas copas se podría tomar como una afrenta!

Nos quedan los libros y el cine; los refugios de siempre. Queda salir a correr, que es muy barato. O volver a las montañas, que comer bocatas y beber vino, de una bota, nunca fue algo tan reconfortante. ¡Lo mismo así vamos más a los museos y las exposiciones, siempre que los recortes no se los lleven por delante!

Queda encastillarse en casa y organizar tertulias, cine-fórums y encuentros semiclandestinos, gastando poco y tirando de marcas blancas.

Austeridad radical.

Es lo que se lleva.

En este país hemos pasado de pagar 6.000 euros por celebrar cualquier cosa a tener que pedir perdón por pedir una ración de boquerones en el bar.

Y así, me temo, esto va a terminar por descoyuntarse.

Porque las cosas están muy mal y tal y tal. Cierto. Pero con todos metidos debajo una loseta, esperando a que escampe, esto no se arregla.

Ya nadie habla de cambio de modelo productivo ni de cambio de paradigma. Ya solo se habla de austeridad, ahorro y recortes.

Solo que, si quienes tienen no gastan ni invierten; ¿cómo salimos de ésta?

Es verdad que hubo despilfarro, imprudencia y falta de previsión. (Lamento haber usado una descalificación innecesariamente gratuita, anteriormente, hablando de este tema, sobre una conocida actriz que declaraba tene un hipotecón y la cuenta corriente vacía, lo que me llamaba a la extrañeza, dada su popularidad).

¡Tú sabrás lo que habrás hecho con todo lo que tienes que haber ganado, preciosa! Que no tienes pinta de haber sido mileurista todos estos años, precisamente.

Este año, no siendo muy Nocheviejeros, no juntamos el día 2 un grupo de amigos para tomar unas Alhambras bien frías y raciones muy calientes y picantes en el Muglia de Poeta Manuel de Góngora. Nos apetecía empezar el año con exotismo, sabor, calor y color. Poniéndole picante, alegría y buen humor al arranque del 2012.

No voy a hacer más propósitos para el año 2012.

Solo, en la medida de lo posible, hacer lo de siempre. Y contarlo, en la medida de lo contable, claro.

¡Salud!

Jesús sempiterno Lens

Veamos lo que barruntábamos los 8 de enero de 2009, 2010 y 2011.