Así se llama el plan. Por un trabajo digno. 75 medidas impulsadas por el gobierno para luchar contra los fraudes del mercado laboral. Un plan que arranca el 1 de agosto y en el que lo más aparatoso es la propuesta de creación de una fiscalía especializada en delitos contra los derechos de los trabajadores.
Escribo “aparatoso” sin ánimo peyorativo alguno. Es solo que, para mí, lo más importante, necesario y urgente de este plan es el incremento de la plantilla de inspectores y subinspectores de trabajo en el entorno del 25%, lo que permitirá que amplíen su presencia en las calles en horario vespertino, en fines de semana, festivos y días de guardar.
Uno de los efectos más perniciosos de la crisis es haber extendido y agudizado la psicosis colectiva según la cual, tener un puesto de trabajo digno es un lujo. Y los lujos son caros. Por tanto, para mantener el curro, todo vale. Una psicosis que funciona en dos direcciones: el patrón fuerza y tensa la cadena y al trabajador no le queda más remedio que tragar.
A buen seguro que, hace unos días, les llegó a través del móvil la famosa captura de pantalla de una conversación por güasap entre un demandante de empleo y un empresario de la hostelería que ofrecía unas vergonzosas condiciones leoninas. Cuando el aspirante a camarero se indignaba -“¿800 euros al mes y un día libre a la semana por 15 horas diarias de curro?”-, la respuesta del oferente era tan sencilla como descarada: “Es verano tú verás”.
Quien dice hostelería dice decenas de sectores en los que el abuso está al orden del día y en los que el fraude a hacienda y a la seguridad social es un secreto a voces: se propician despidos masivos de trabajadores mientras que, quienes tienen la “suerte” de aguantar en la empresa, se ven obligados a sacar el doble de trabajo… echando horas gratis. Miles y miles de horas tan falsamente extraordinarias como tramposas. Miles de horas no cotizadas que cuentan con la complacencia de todo el mundo.
Señalan los sindicatos que las medidas del plan “Por un trabajo digno” van en buena dirección, pero que faltan medios. ¿No será, más bien, que hay una generalizada falta de voluntad y una clara ausencia de interés en evitar este fraude, público y notorio?
Jesús Lens