Su tranquilidad, su única tranquilidad, era que todo aquello, ni iba con ellos ni podía ya afectarles.
Tras una vida entera luchando, se habían ganado un más que merecido descanso, por lo que no se sentían en absoluto concernidos ni por la crisis ni por sus efectos más perversos. A ellos, felizmente, ya no les asustaban ni el paro ni los recortes, ni las bajadas de salario ni los incrementos de la jornada laboral.
Se sentían confortablemente a gusto, asegurado su retiro. Tranquilos, por fin.
Una mañana, les despertó un ruido extraño, amenazante, al poco de amanecer. Y, sin que pudieran oponer resistencia, esa misma noche habían dado con sus huesos en una triste, fría y anónima fosa común: sus descendientes ya no tenían ni para pagar el recibo del nicho familiar.
Jesús Lens