ByC. Estrellita Castro tiene un bar

Hoy, 29 de febrero, un día singular, y de la mano de “Café-Bar Cinema”, presentamos en sociedad un nuevo proyecto que, espero, tendrá larga vida.

Se llama “Barras y Estrellas” y su primer capítulo se titula «Estrellita Castro tiene un bar».

Espero que os guste y ser capaz de darle continuidad.

– Oye, Estrellita, ¿un bar se llama bar porque tiene barra o la barra se llama así por estar en un bar?

Cuando un cliente, por buen cliente que sea, te hace esa pregunta, es que ha llegado el momento de ponerlo de patitas en la calle.

– Antonio, creo que va a ser mejor que llamemos a un taxi que te lleve a casa.

– ¿A casa? ¿A casa has dicho? Joder, Estrellita, ¿tú has escuchado algo de lo que te he contado esta noche?

Era una cuestión interesante. La diferencia entre oír y escuchar. Como buen camarero, el bueno de Enrique Castro, apodado y conocido como Estrellita, siempre oía a sus clientes. Ahora bien, escucharles, lo que se dice escucharles y prestarles atención…

– Sí hombre sí. Pues claro que te he escuchado. Pero en algún sitio tendrás que dormir la mona, ¿no? Que estás cocido. Cocido como un piojo.

En realidad, algo había escuchado. Que si la hipoteca, que si los estudios del niño, que si las broncas con la parienta y que si la crisis, por supuesto.

Ella.

La crisis.

La cosa.

Estrellita añoraba los tiempos en que el fútbol era el tema recurrente en las conversaciones de sus clientes. Que si el Madrid, que si el Barcelona, que si los pupas del Atleti… ¡Joder! Es que ni el ascenso a Primera del Granada había podido ser realmente paladeado por los buenos aficionados, asfixiados por la tiranía de los mercados y amenazados, de muerte, por la hija de puta esa de la Prima de Riesgo.

Hacía poco leyó que en otro bar de Granada habían colgado un gran cartel con la leyenda “Prohibido hablar de la COSA”, así, en mayúsculas. Y llegó a plantearse el poner uno parecido en la puerta de su local. Pero luego pensó que, en realidad, un cartel como éste lo único que hacía era convocarla, en silencio, a la crisis. Y lo dejó correr.

– Aunque la mona se duerma entre sedas, mona se queda.

– Sin duda, sin duda. Aunque para mono, el resacón que vas a tener mañana.

– Anda, explícame lo de la barra y no me echo ni la Arrancaílla. Me voy sobre la marcha.

– Se llaman bar por la barra. Pero no me hagas explicártelo ahora. Total, no ibas a acordar. Te apunto lo de hoy y si mañana me liquidas la mitad de tu cuenta, y tienes cuerpo, te cuento la historia. ¡Ah! Y no pegues un portazo al salir, bonico.

 

Jesús Lens

Y Confucio se quedó sin respuesta…

Tras levantarse, Confucio se dio la vuelta y miró, con sorpresa, que su deposición era clarísima e inequívocamente verde.

– ¿Por qué, si anoche no cené espinacas?

Era lo malo de ser Confucio: si él no tenía la respuesta, ¿quién?

Y aquel día, cavilando, cavilando sobre su deposición, el Maestro no fue capaz de dejar ninguna perla de sabiduría que invitara a la reflexión, milenios después, a los amantes de los Cafés y a los pertinaces seguidores de la Escuela Filosófica del Sobre de Azúcar.

Jesús Lens

Imagino que, en años anteriores, estuvimos menos escatológicos: 2008, 2009, 2010 y 2011.

Bloqueo creativo

A ver. Escribir, escribo. Reseñas, columnas, notas y un montón más de cosas. Pero cuando toca ponerse a escribir un cuento, un relato, las ideas no llegan. O se escapan. No fluyen. Y se evaporan. Y escribir sin ideas…

Ya empezó a pasarme con el cuento de navidad de este año. Pensé que, como era algo tan especial y tasado, no tendría importancia.

Me he pasado las Navidades currando como un demente en un nuevo proyecto, que está quedando bien, pero que no requiere de emplear grandes dosis de ficción.

La alarma saltó al leer esta convocatoria, que parece hecha pensando en alguien que se ha despachado un libro sobre bares de cine y al que le encantan los cuentos: relatos de cerveza ficción.

Me encanta el manifiesto sobre lo que es, y debe ser la Cerveza Ficción. Y lo comparto radicalmente.

Pero no soy capaz de construir nada que se parezca a un buen relato de Cerveza Ficción.

¡Estoy bloqueado!

Veía el otro día uno de los primeros episodios de la serie “Alcatraz”, lo más nuevo, lo ultimísimo de J.J. Abrams. Una joven inspectora que anda buscando a un fugado intenta “meterse” en su piel. Y para ello se encierra en su celda, sola, en compañía tan solo de los utensilios y efectos personales del preso. Y pasa allí la noche.

¿Hasta dónde hay que llegar la romper un bloqueo creativo? ¿Qué se puede/debe hacer y qué línea no se puede/debe cruzar?

En fin.

Que se busca una (buena) idea para un relato de cerveza ficción.

Se recompensará.

Jesús bloqueado Lens

¿Y otros 30 de enero? 2009, 2010 y 2011.

Segundo plano

El país entero quedó paralizado cuando, primero en Internet y después en la radio y la televisión, se hizo público el asesinato del candidato a la presidencia del gobierno.

Dos tiros a bocajarro, después de matar a su escolta.

Los periódicos, al día siguiente, además de hacer profundos análisis sobre las causas, los posibles móviles y la identidad del asesino –se había confirmado que fue una sola persona la que ejecutó el crimen, con la profesionalidad y la sangre fría de un avezado sicario –publicaron portadas con grandes titulares y una enorme y nítida fotografía del cadáver ensangrentado, obtenida con un iPhone por un vecino y vendida, a precio de oro, a una agencia de noticias.

Federico compró un ejemplar de todos y cada uno de dichos periódicos. Un máximo de dos por quiosco, para no levantar suspicacias. Pagaba con monedas o, a lo sumo, con un billete de cinco euros. E iba a otro punto de venta, con sus gafas de sol y su gorra con visera que, durante aquel tórrido Veranillo de San Martín, en absoluto desentonaban.

Subió a casa, cogió unas tijeras y empezó a hacer recortes con las hojas de los diarios.

Lo que más tiempo le llevó fue revisar todas y cada una de las páginas, buscando la escueta y escasa información que, en realidad, el asesinato había generado. De hecho, solo había fotos en dos de los periódicos. Y que se le distinguiera realmente bien, únicamente en uno.

El texto más largo que fue capaz de encontrar sobre su víctima fue el siguiente: “Antonio Pérez Fernández, de 32 años de edad, era escolta del candidato a la presidencia del gobierno desde hacía nada más que dos meses. Murió instantánea y heroicamente, al recibir cuatro disparos a bocajarro.”

Sobre el otro, sin embargo, páginas y más páginas. Hasta en la muerte, la vida es injusta y desproporcionada.

Jesús Lens