Todo al Zero: vuelve el gran autor italiano

Hay una palabra que se ha puesto de moda y que detesto un poco/mucho: prescriptores. Gente que sabe de lo que habla y recomienda novelas, cómics, series y películas. ¿Pero prescribirlas? ¡Como si fueran medicinas para gente enferma! En fin. La pregunta, sin embargo, es pertinente. ¿Cómo llegamos a determinados títulos? ¿Cómo acaba esa novela o tebeo en tus manos? ¿Por qué dedicas diez horas de tu vida a la serie de esa plataforma y no a otra cualquiera?

 

Yo uso tres sistemas: insistir con la obra de alguien que me haya gustado previamente, la intuición —también llamada volunto— y el entusiasmo de mi gente de confianza. Por ejemplo, Ainoa. 

Ainoa, intensa como buena adolescente, siempre tiene una nueva serie o manga en agenda. A veces se planta y me dice: “Jesús, esto sí que lo tienes que ver/leer. Y no hay más hablar”. Fue así que llegué al que ahora es uno de mis autores de cabecera y referencia: Zerocalcare. 

Todo comenzó por una serie, en Netflix. ‘Cortar por la línea de puntos’ son seis frenéticos episodios de media hora de duración que nos merendamos en una tarde iniciática que ya queda para el recuerdo. El brutal recurso del armadillo como representación gráfica de la conciencia del autor, de sus pensamientos más íntimos, te imanta a la pantalla.

Todo en Zerocalcare es autobiográfico y, sin embargo, no hay ni pizca de ego. El protagonista es él. Si por él entendemos a un dibujante que vive en un barrio popular de Roma, la Rebiba, y al que le pasan cosas. Por ejemplo, tener amistades a las que también les pasan cosas. Y familiares, vecinas y vecinos de lo más singular. Y estrambótico. O no tanto. Porque si de algo puede presumir Zerocalcare es de su realismo a raudales. A veces es realismo sucio. A veces no. Y eso hace que lo mismo te veas riendo a mandíbula batiente con las cosas de Secco que llorando a lágrima viva cuando…

Después llegaron los cómics que, poco a poco, está publicando Reservoir Books. ¡Ni uno que no sea altamente recomendable! Por supuesto, ‘La profecía del armadillo’ es imprescindible. ¡Ahí comenzó todo! Y cronológicamente le sigue el que acaba de salir en España, ‘Un pulpo en la garganta’. En este caso, el pulpo representa la culpa y la ansiedad. Una culpa que, a partir de una primera mentirijilla, cada vez se va haciendo más grande, de forma que sus tentáculos te atenazan con más fuerza, hasta casi ahogarte. 

Y es que Zerocalcare es la voz de esa generación millenial hija de la crisis. La que llegó al mundo adulto con la explosión de la burbuja inmobiliaria y sólo ha conocido la precariedad laboral, la frustración personal y profesional y la inseguridad en todos los órdenes de la vida. Una generación random en la que afloran los problemas de salud mental, la depresión, la ansiedad y el estrés. Todo ello tratado con el máximo respeto en unas historias que también rebosan humor, esperanza, ternura, amor y optimismo. Aunque suene contradictorio. Que lo es. Como la vida misma. 

Otros títulos de Zerocalcare tienen mucho de negro-criminal. ‘Esqueletos’, por ejemplo. Y luego está esa otra joya, también en forma de serie animada, en Netflix, sobre el auge del fascismo y todas sus derivadas.

El pasado verano, en su estreno, le dedicamos una tarde completa a ‘Este mundo no me hará mala persona’, comiendo helados y releyendo cómics. Sólo nos faltó jugar al póker on line. ¡Gracias, Ainoa, por la recomendación!

Jesús Lens

Un genio viene a Granada

El viernes, actúe como si fuera un día normal y no estuviera en Granada uno de los genios del cómic mundial, un talento revolucionario. 

Tenga o no tenga puente, usted como si nada. Si tiene que currar, levántese a la hora de siempre, tome su café y diríjase a su puesto de trabajo sin mesarse los cabellos ni suspirar hondamente por no poder ir a escuchar a Chris Ware. 

Si tiene puente, no vaya usted a estresarse porque el de Nebraska tenga cita con Sergio García, otro genio del dibujo, en La Madraza a las 12 horas, invitado a España por el Museo Reina Sofía y a Granada por el Centro José Guerrero, que cada vez más y mejores cosas.

No debemos ponernos nerviosos por el hecho de que Ware pase por nuestra ciudad. A fin de cuentas, ¿qué más da que sea el equivalente a Miles Davis, que cambió dos veces la historia de la música, o a Picasso, que hizo lo propio con la pintura?

La última vez que leí a Ware fue durante el confinamiento. Sus libros no son fáciles, en ningún sentido de la palabra. Son complicados hasta de colocar en las estanterías. Para su lectura, no paraba de cambiar de posición, de acercarme el libro al ojo, de alejarlo, girarlo, subirlo y bajarlo. ¡Qué trabajito me dio ese ‘Rusty Brown’ publicado por Reservoir Books! Pero qué placer fue leerlo. Y ahora, recordarlo. 

Como estoy unos días fuera, no puedo echarle mano, pero el jueves espero tener tiempo para darle una vuelta. Otra vez. Chris Ware funde el texto y el dibujo en un todo que unas veces puede parecer simple como el mecanismo de un chupete y, al pasar la página, complicado como tratar de secuenciar el ADN usando la batidora de la cocina.

La obsesión de Ware es atrapar el tiempo y para eso utiliza todos los recursos narrativos y artísticos que tiene a su alcance, haciendo que unas veces nos devore y pase volando y, otras, se arrastre miserablemente por el suelo. 

No sé qué contará Ware en su conversación con Sergio García, dos habituales, también, de las portadas del The New Yorker. Pero sí tengo claro que el 13 de octubre pasará a la intrahistoria del cómic en Granada. Contíconeso, usted, tranquilo. Calmado. No vaya a irse con tiempo a La Madraza, no sea que la cosa no sea para tanto y no vaya ni el Tato. 

Jesús Lens

‘Pirineo Noir’ nos traslada a ‘Twin Peaks’

Mientras leía las galeradas de ‘Pirineo Noir’ recordaba para mis adentros el célebre verso de Félix Grande… pero al revés: “Donde fuiste infeliz alguna vez (tanto que saliste tarifando, haciendo fú como los gatos y donde no te quieren ver ni en pintura) no debieras volver jamás”. Aunque en realidad, Alice Leclerc también fue feliz en As Boiras, el pequeño y asfixiante pueblo pirenaico donde transcurre la acción de una novela que me ha fascinado. ¿Feliz he dicho? Quizá no sea la palabra exacta…

Leí ‘Pirineo Noir’ el pasado verano. Me enviaron de la editorial Reservoir Books una copia artesanal pillada con canutillo y sus hojas fueron cayendo (y quedándose esparcidas) entre Málaga, Vilnus, Riga, Tallin y Helsinki. Fue una lectura gozosa y compartida que nos deparó grandes conversaciones, anticipaciones, sospechas, sorpresas y adivinaciones. Entre aviones, autobuses y cervezas, la joven escritora María Pérez Heredia nos hizo muy felices.

Como ya saben ustedes que no soy de contar las tramas, sólo les diré que ‘Pirineo Noir’ cuenta la investigación de la muerte de la joven francesa Emma Lenglet en As Boiras, un pequeño pueblo pirenaico del Alto Aragón. Lo que convierte en singular a este crimen es que el asesino ha seguido los pasos del conocido como ‘Carnicero del Valle’, un serial killer que mató y descuartizó a seis adolescentes treinta años atrás y que, aquejado de una enfermedad terminal, acaba de ser excarcelado. 

El crimen no sólo asusta a la gente, sino que remueve las aguas de un pasado demasiado turbulento. Un experto francés especialista en capturar a este tipo de asesinos seriales llega al pueblo para ayudar a la Guardia Civil. Y con él, su mujer, una famosa escritora llamada Alice Lecrerc cuya carrera se cimentó precisamente al escribir un libro sobre aquellos asesinatos de los años 90. Un caso que conocía bien porque ella misma vivía en As Boiras por aquellos entonces. Ni que decir tiene, su presencia en el pueblo no es precisamente bienvenida y despertará todo tipo de malestares y resquemores.

¡Uf! Al final me he enrollado como un pitillo, pero es que el planteamiento de ‘Pirineo Noir’ es tan rico y ambicioso que no se podía contar en menos palabras. A partir de ahí, pasado y presente se entrelazan en una narración que te transporta a aquel ambiente rural, a la nieve, las carreteras de montaña, los hoteles de piedra con chimenea y las cabañas en el bosque. 

Para los amantes de las etiquetas: cojan un rural noir con toques de mountain noir y denle un barniz de domestic noir. Porque de todo ello hay, aunque les suene a coña trufada de ironía. Que no lo es. Se lo prometo. He leído referencias a Gillian Flynn y a Joyce Carol Oates en un blurb* de la novela. Me parecen muy bien traídas. ¡Y no son mancas!

Pero si a mí me pidieran uno, tiraría de clasicismo televisivo y diría algo así como que ‘Pirineo Noir’ es la traslación del fascinante universo de ‘Twin Peaks’ a la España más rabiosamente contemporánea. Porque quiero entender que usted no sólo sabe qué es la famosa serie que trataba de desentrañar el misterio de quién mató a Laura Palmer, sino que ha visto la magna obra de David Lynch. Y varias veces, además. ¿Verdad? ¿VERDAD? 

Si no, ya tarda usted en alternar la lectura de la excitante novela de María Pérez Heredia con el visionado de la mejor serie de la historia de la televisión. ¡Menudo otoño!       

*Los blurb son las frases promocionales de una novela escritas por otros autores o por especialistas en el género. 

Maleantes, estafadores, asesinos, impostores y rebeldes

Va a ser, ya es, uno de los libros del año. La semana pasada estuve abducido por Patrick Radden Keefe y ‘Maleantes’, su libro más reciente, publicado en España por Reservoir Books. Buscaba horas perdidas para no dejar de leer estas doce apasionantes historias reales protagonizadas por esos personajes de diverso pelaje a los que alude el título de este artículo.

Además, tuve ocasión de participar en un encuentro virtual con el autor, durante el que nos explicó qué es ‘Maleantes’ y cómo es su trabajo para la mítica revista The New Yorker, en la que cada una de estas historias vio originalmente la luz. 

Patrick Radden Keefe conserva, enmarcada, la carta de la publicación en la que rechazaron su primera colaboración. Para él era una obsesión trabajar en The New Yorker desde que, en la adolescencia, descubrió la revista en la biblioteca de su instituto. Y como a perseverancia no le gana nadie, ahí está, llegando a dedicar un año entero de trabajo para escribir una historia que, una vez verificada por sus exigentes ‘fact checkers’, será devorada en cuarenta y cinco minutos o una hora de lectura compulsiva. ¡Hasta 50 entrevistas ha llegado a hacer para escribir una sola de sus piezas!

En ‘Maleantes’, Patrick cuenta doce historias de personas complejas, turbias y contradictorias. El Chapo Guzmán, por ejemplo, que llegó a proponerle —infructuosamente— que escribiera su biografía. O la investigación del atentado de Lockerbie, que daría para una temporada de ‘Homeland’. 

Impresiona sobremanera la impactante historia de Amy Bishop, neurobióloga de la Universidad de Alabama que un mal día sacó una pistola en una reunión de departamento y asesinó a varios de sus compañeros. Lo más sorprendente es que, años antes, Amy… (No cuento más para no reventar la sorpresa, pero la narración trasciende por completo la historia del asesinato en masa). Por esta pieza, Radden Keefe ganó el National Magazine Award en 2014.

Hay historias menos truculentas, como las de cierto falsificador de vinos que engañó a los coleccionistas más reputados del mundo o la de un rebelde con causa como Anthony Bourdain, el famoso chef itinerante de la televisión que tan buen recuerdo dejó a su paso por Granada. (Leer AQUÍ

NEW YORK, NY – OCTOBER 07: Anthony Bourdain (L) and Patrick Radden Keefe speak onstage during the panel Anthony Bourdain talks with Patrick Radden Keefe at New York Society for Ethical Culture on October 7, 2017 in New York City. (Photo by Craig Barritt/Getty Images for The New Yorker)

Y conectadas con España, otras dos historias llenas de claroscuros. La primera, la del famoso Falciani y su no menos famosa lista de potenciales evasores fiscales. ¿Se acuerdan? ¿Qué saben de todo aquello? Aunque crean que todo, lo mismo se llevan alguna sorpresa. Y ojo al Príncipe de Marbella, Al Kassar, a la sazón, traficante de armas. Sólo les diré que el nombre de un tal Villarejo sale a relucir ahí también. Y no les digo nada del capítulo dedicado a Donald Trump y a su auténtico artífice y creador…

Patrick Radden Keefe es un periodista descomunal de Dorchester, el mismo enclave bostoniano de Dennis Lehane, nacido en 1974, cuya obra es un perfecto ejemplo de rigor periodístico narrado con los mejores recursos de una narrativa deslumbrante, como es marca de fábrica en The New Yorker. De ahí que las doce historias de ‘Maleantes’ se devoren, más que leerse. 

Ojo al punto de vista y a la sorpresa en la narración, que el autor siempre encuentra intersticios inesperados para sorprender al lector. Porque la vida resulta compleja y poliédrica y, muchas veces, no es lo que parece. Ni de lejos. Adrenalina pura para disfrutar de lo mejor del periodismo de investigación aplicado al género negro y criminal. Un lujo que ningún buen aficionado debería perderse.

Jesús Lens

‘La ronda’: de sorpresa en sorpresa

Más o menos en la página 100 te empiezan a encajar las piezas. Allá por la 125, sin embargo, todo se desencaja. De nuevo. Y quien tú creías que… se encuentra en grave peligro. Gravísimo, de hecho. ¡Pero consigue escapar, milagrosamente! Ya decías tú qué… ¡pero espera, que esto no ha acabado! Verás tú que, al final… ¡Uf! 

Respira. ¿Cómo es posible que hayan pasado tantas cosas y que aún te falten 300 páginas para acabar ‘La ronda’, la más reciente y ansiada novela de Francisco Bescós, publicada por Reservoir Books en su fastuosa colección Roja y Negra?

Contarles de qué va ‘La ronda’ sería una canallada. Es imposible no meter la pata y desvelar alguna de las muchas sorpresas que reserva al lector. Hablamos de una novela con estructura de muñecas rusas que se visten a capas, como las cebollas. Ustedes me entienden.

En ‘La ronda’ hay dos protagonistas principales: la inspectora Dulce O’Rourke, una mujer tremenda; y el inspector Juan Luis Seito, que se debate en un mundo de contradicciones, internas y externas. Cada unotrabaja en una comisaría diferente de Madrid y tira del hilo de una investigación independiente. Y, esto sí se puede contar, todo lector avezado sabe que más pronto o más tarde estarán ¿felizmente? condenados a encontrarse. 

Madrid. Madrid es otro personaje clave de ‘La ronda’, trascendiendo su papel de mero decorado. Un personaje mutable, que hay muchos ‘madriles’ en esta novela. Barrios altos y menos altos. Carreteras y polígonos industriales. Aeropuertos y comisarías. Carreras de coches y traficantes. Bandas latinas y expatriados de diferentes partes del mundo.

—¿Hay muchos muertos en ‘La ronda’?— preguntarán los más avezados y conspicuos lectores de género negro—. ¡Muchos!— podemos responder con algarabía y alborozo. Muchísimos, de hecho. De todo tipo, pelaje y condición. Porque Paco Bescós mata mucho y bien. Con soltura y generosidad. 

Y con humor, mucho humor. Por ejemplo, la fotografía de ese escenario de un crimen “tan ampliada que no se sabía si mostraba restos de sangre o un cuadro de Miquel Barceló”. O esa muchacha de ascendencia rumana que habla con un sospechoso: “Como decía mi madre, si no has hecho nada malo no tienes nada de lo que preocuparte. Aunque ella hablaba con ironía, claro, porque vivió toda su vida con Caucescu”. 

O descripciones majestuosas: “Fulanito sonrió. Su rostro lampiño y blanquecino, algo regordete, parecía hecho de pan de leche. Aquellos ojos azules tenían algo cancerígeno”. Ni que decir tiene, un fulano así difícilmente tiene algo de bueno…

¿Y qué me dicen de este diálogo, desmontando tópicos? Un personaje se suelta el rollo de la necesidad de improvisar, como en el jazz. “—Odio el jazz. Si me quiero hacer el culto, prefiero fingir que he leído el Ulises”— le responden de forma ácida y sarcástica. 

Y con eso entramos en lo que podríamos definir como ‘Territorio Bescós’. En este mundo hay dos tipos de autores: los que hacen literatura hasta en la lista de la compra y los que no. Paco Bescós está entre los primeros. Como muestra, el botón de su Facebook: cada una de sus actualizaciones es divertida y tiene contenido. Tanto que varios de sus hilos se han terminado convirtiendo en temas recogidos por medios de comunicación nacionales. 

Hay escritores, como Bescós o, barriendo para casa, nuestros Juan Varo o Salvador Perpiñá, cuyas redes sociales son tan interesantes y divertidas que, en cuanto sacan libro nuevo, te lanzas sobre él con la misma pasión que Drácula a los cuellos más seductores. Una regla, por cierto, que también funciona en sentido inverso con los quejicas, sosos, cansinos y aburridos soflameros.

Lean ‘La ronda’. Irán de sobresalto en sobresalto con una sonrisa permanente en el rostro hasta llegar a uno de esos finales que… 

Jesús Lens