Fotos cortesía de Cruz Santos.
Más impresiones de la Media Maratón, en ESTA multicrónica de Las Verdes.
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Da gusto volver a casa, a la caída la noche, después de haber disfrutado de una intensa jornada de deporte, fraternidad y Amistad sin límites, uno de esos días redondos en los que todo sale bien, de los que quedan para el recuerdo.
En realidad, este domingo 7 de noviembre comenzó la noche del 6, en mitad del concierto de Joe Lovano, en el Festival de Jazz de Granada. Había pasado todo el sábado comportándome como se supone que debe comportarse alguien que, al día siguiente, tenía que enfrentarse una carrera dura y exigente. Descansando, comiendo (relativamente) bien, durmiendo… No es que estuviera en mi mejor forma, pero me podría salir una carrera bonita, volviendo a bajar de la hora y cuarenta minutos. ¡Por fin!
Y allí estaba, estirado cuán largo soy, en el patio de butacas del Isabel La Católica, disfrutando con el buen hacer de Joe Lovano y su saxo, meciéndome al ritmo de su cadencioso fraseo, cuando pensé que, en realidad, era mejor cambiar de propósito y acompañar en la carrera a mi hermano Jose, que debutaba en una competición atlética. Medias Maratones hay muchas. Correr con tu hermano, por las calles de tu ciudad… ¡quién sabe cuando volvería a repetirse!
Por tanto, podríamos decir que este domingo 7 de noviembre comenzó allá por el mes de julio, en Carchuna. Lesionado en el hombro, Jose no podía ni jugar al baloncesto ni nadar a crawl. Para no perder la forma del todo le quedaba, por tanto, correr. Y eso de correr no es algo que le gustara, precisamente. Cada dos o tres días hacíamos una ruta de 8 kilómetros. Llanita. Cómoda. Tranquila. Cuando nos salía bien, a 5 minutos el kilómetro.
Al volver a Granada, seguimos quedando algunos días para trotar. Pero alargamos el recorrido. Primero 10 kilómetros. 12, un poco después. Hasta que un sábado se planteó eso tan de hermanos de:
“- ¿Y si…?”
(En versión no censurada sería más bien “¿A que no hay cojones de…”?
Ir a Pinillos.
Hacer un Pinillos es lo que marca la frontera entre el trotar y el correr. Un Pinillos fue el primer recorrido que hice con los amigos de Las Verdes, hará ya tres años. Y por esos caminos preparé mi primera (y única) Maratón, con Javi. Hacer un Pinillos, desde Puente Verde, es cumplimentar unos 18 kilómetros, ida y vuelta. Parando a beber en esa gloriosa fuente salvadora del centro del pueblo, agua helada, agua milagrosa y reconfortante.
El primer Pinillos con mi hermano fue dantesco. Salimos un mediodía de septiembre en que el sol caía a plomo. El final se nos hizo eterno, teniendo que ir a beber hasta la Fuente de la Bicha para intentar evitar un soponcio.
El siguiente fue mejor. Tanto que le quitamos 10 minutos al recorrido. Y ahí fue donde surgió el siguiente “¿Y si…?”
– ¿Y si corremos la Media de Granada?
– ¡Quita, quita! Ni de coña. Imposible. De ninguna manera. Qué va. No creo que fuera capaz de terminarla…
Poco antes de las 12 de la mañana de hoy, y en una hora y cincuenta y dos minutos de tiempo real, Jose y yo girábamos para entrar al Complejo Deportivo Núñez Blanca. Y la pequeña Julia se soltó de Mamen para abalanzarse sobre su padre y su tío, que se aprestaban a entrar a meta. ¿Puede haber un momentazo mejor que ese?
Una buena carrera. Los dos primeros tercios, a cinco minutos el kilómetro. Clavados. Algo más en la parte de cuesta. Pero clavados la mayor parte. Hablando, riendo y bromeando. Chocando las palmas con los críos del camino, gritando a Manuel y el sorprendido Alejandro, recibiendo las cariñosas recriminaciones de Pedreira por no callar en todo el camino, saludando a los compañeros de Seguridad del Cubo y recibiendo los ánimos de Rigoletto o Pedro Enríquez. La feliz sorpresa de ver a May (que tiene un indisimulable pacto suscrito con Satanás) en la Gran Vía y de cruzarnos con Nurii y algunos compañeros de la Caja durante el recorrido.
En la salida y en la llegada, la sonrisa de Paqui, los ánimos de Néfer… muy intenso. Correr la Media de Granada es algo muy grande. Es nuestra ciudad, cerrada para nosotros. Las calles por las que vamos al trabajo, por las que regresamos a casa por la noche, en las que están esos bares que tanto nos gustan. Durante dos horas, ¡las calles son nuestras!
La parte final, eso sí, se nos hizo más dura. Cuando llegas al kilómetros 16, los kilómetros pesan, las piernas se cementan y cada paso, cuesta. Sobre todo, en el temible y traicionero Camino Bajo de Huétor. Pero no pasa nada. Da igual correr a 6 o a 6,30 el kilómetro. Lo importante es llegar y, al culminar el kilómetro 18 ya sabemos que sí. Que costará mucho. Pero que llegamos.
Y así lo hicimos. Allí estaban todos Los Verdes, comentando cada uno su carrera. Imperiales Javi Ruiz, que le ha quitado 4 minutos a su mejor marca, hace dos años en Granada. Y Mario, brutal y demoledor. El abrazo con Javi, Abel, Txomin, Onio, Víctor, José Manuel, Roberto… nos faltaron Antonio y José Antonio, por razones diversas, pero allí estuvimos casi todos. Con José Antonio, venido de Madrid, expresamente, para hacer esta media con tesón y pundonor.
Brindando con las imprescindibles Alhambras Especiales, con la sal seca del sudor aún incrustada en la piel, comentamos las anécdotas de las carreras, los buenos y los malos momentos… y comienzan de nuevo los inevitables, necesarios e imprescindibles… “¿ y si…?”
Será otra Maratón. Será Ronda. Será un Triatlon. Será. O no. ¿Qué más da?
Porque hoy ha sido es un día grande, colosal y memorable en que dos hermanos disfrutamos juntos de algo tan sencillo como es correr por nuestra ciudad.
Nada más.
Y nada menos.
¡Felicidades, Jose!
Jesús Lens Espinosa de los Monteros.