Esta semana, David Simon ha estado en boca de todos, nada más anunciarse su proyecto de miniserie de seis horas de duración sobre la participación de las Brigadas Internacionales en la Guerra Civil Española. En concreto, Simon tiene previsto contar los avatares de los batallones norteamericanos Abraham Lincoln y George Washington, desde su llegada en 1937 y su primera y sangrienta batalla en el valle del Jarama hasta su partida en 1939, cuando regresaron a los Estados Unidos.
La polémica, esta sí bastante estéril, viene dada por un supuesto sesgo ideológico en la serie, que se titulará “A Dry Run”, al contar con la producción de Jaume Roures. Y todo ello, antes de saberse nada sobre el argumento, los personajes o las situaciones que contará Simon en la serie, que será escrita nada más y nada menos que por Dennis Lehane y George Pelecanos, dos de los grandes maestros del noir estadounidense y de los que ya hemos hablado en El Rincón Oscuro en más de una ocasión.
Asistiendo a la polémica generada por el anuncio de “A Dry Run”, me ha encantado leer a Simon cuando replica que a él, las fuentes de financiación no le van a hacer cambiar una coma de su narrativa. ¡Cómo si no hubiera dado buenas muestras de su independencia y libertad creativa, desde la iniciática “The Corner”, la mítica y reverenciada “The Wire” o la sublime “Treme”, sobre la especulación inmobiliaria desatada en Nueva Orleans tras el paso del Katrina.
Si quieren conocer el acercamiento de Simon a conflictos bélicos, vean “Generation Kill”, sobre la guerra de Irak. Y si quieren saber cómo se las gasta a la hora de afrontar cuestiones directamente relacionadas con la política -¿hay algo que no sea política, por otra parte?- vean la excepcional “Show me a hero” y disfruten con una historia sobre compromiso social y sobre cómo afecta la construcción de unas viviendas protegidas para personas sin recursos en una zona de clase media de la ciudad de Yonkers, Nueva York.
Si por algo se caracteriza Simon es por su antimaniqueísmo y por analizar una cuestión desde múltiples puntos de vista. Difícil encontrar a un autor en el que los conceptos de “bueno” y “malo” tengan menos sentido. Complicado, en la televisión de los últimos años, encontrar series que traten con tanto respeto por la verdad, el realismo y la autenticidad aspectos tan conflictivos de la realidad social como el tráfico y el consumo de drogas, la política, el sindicalismo, el periodismo o la especulación urbanística.
O la prostitución y la pornografía, como hemos tenido ocasión de comprobar en la serie más reciente de Simon, producida por HBO, como todas las suyas anteriores.
Se titula “The Deuce” y, en España, se ha estrenado con un subtítulo que no sé yo si clarifica algo: “Las Crónicas de Times Square”.
(Sigue leyendo sobre The Deuce en IDEAL o en nuestra revista hermana, Calibre 38)
¿Qué tienen en común Ellie Miller, Catherine Cawood, Kip Glaspie y Jane Tennison? ¿Les suenan esos nombres? Si ustedes no se toman La Vida en Serie, lo más probable es que no. Sin embargo, a nada que sean aficionados al mejor género negro que se está haciendo en televisión, esas cuatro mujeres deben ocupar puestos muy altos en la lista de sus investigadoras favoritas. Mujeres policía. Mujeres detective. Mujeres agente. Mujeres oficiales. Investigadoras. Con A. (Lo publica IDEAL en su sección de Cultura. Leer AQUÍ)
Hace unas semanas, Alicia Giménez Bartlett, galardonada con el IV Premio Granada Noir y a la que tendremos el placer de disfrutar en Granada próximamente, nos daba la ilusionante primicia de que SkyTV iba a producir una nueva serie de televisión basada en su personaje de cabecera, esa inspectora Petra Delicado que, en su momento, fue interpretada por Ana Belén. Lo paradójico es que se va a rodar en Italia.
Como en tantas otras cosas, España ocupa puestos de cola en la revolución catódica que está cambiado, de raíz, el sector audiovisual internacional. TVE ni está ni se la espera, que tiene en sus manos una joya como “El Ministerio del Tiempo” y no sabe qué hacer con ella, y el resto de las cadenas generalistas han apostado por realities clónicos, reiterativos talent shows, sucesos y la información del tiempo. El único rayo de esperanza es Movistar+ y su apuesta por la producción propia.
Series como “La zona” o la “La peste”, de las que escribí AQUÍ y AQUÍ en El Rincón oscuro, han recogido el testigo de aquella maravillosa raya en el agua que fue “Crematorio”. Series para un público adulto con un diseño de producción cuidado, tramas bien trazadas y personajes muy cuajados. Junto a comedias como “Vergüenza” o “Mira lo que has hecho”, están cambiando el panorama seriéfilo español.
Y, sin embargo, echo de menos una buena serie policíaca. Una serie como las británicas. Un policíaco de verdad. Una serie que esté protagonizada por una mujer que le pueda hablar de tú a tú a esas Ellie Miller, Catherine Cawood, Kip Glaspie o Jane Tennison con las que abría estas líneas y que protagonizan, respectivamente, “Broadchurch”, “Happy Valley”, “Collateral” y “Principal sospechoso”. Vamos a detenernos, hoy, en las dos últimas, la más reciente y la más veterana.
En ese inabarcable y proceloso océano que es Netflix, lo mejor de lo mejor, ahora mismo, es “Collateral”, una miniserie de cuatro episodios producida por la BBC -ejemplo de lo que debería ser una televisión pública- y protagonizada por mujeres.
El personaje principal es Kip Glaspie, interpretada por una soberbia Carey Mulligan. Kip es una antigua maestra que decidió cambiar de vida y entrar en la policía y que, embarazadísima, ha de investigar el asesinato de un repartidor de pizza. Junto a ella, Sandrine Shaw, capitana del ejército que, tras su participación en misiones desarrolladas en Oriente Medio, trata de adaptarse a la vida en Gran Bretaña. Y Jane Oliver, vicaria de la inglesa anglicana muy comprometida con su comunidad.
Cuatro episodios para contar una de esas historias propias del género negro: la siniestra actividad de las mafias que están traficando con seres humanos en el Mediterráneo, llevándolos del Norte de África a Europa… a cambio de un precio. Siempre por un precio. En metálico o en especie. Y el papel de los servicios de inteligencia en un tinglado muy complejo en el que conviven y se mezclan el drama humanitario con el espionaje, los crímenes de guerra y el terrorismo islamista.
Viajemos al pasado. Porque es muy posible que un personaje como Kip Glaspie no hubiera sido posible sin que Jane Tennison hubiera roto el techo de cristal de la mujer-policía, habitualmente aparcada en cargos subalternos con la excusa de protegerla y mantenerla a salvo.
He llegado tarde a “Principal sospechoso”, una excepcional serie creada por Lynda La Plante e interpretada por una inmensa y majestuosa Helen Mirren. Se empezó a emitir en 1991 y finalizó en 2006. En total son siete temporadas divididas en quince episodios de, aproximadamente, hora y media de duración. O, como diría un purista, siete películas de tres horas. Y no le faltaría razón. Más una precuela, eso sí.
Los temas que abarca “Principal sospechoso” van de la pedofilia y la prostitución a la caza de criminales de guerra de la ex Yugoslavia o la investigación de la desaparición de una adolescente. Pero lo más destacable es cómo Tennison ha de abrirse paso en una policía machista que no cree ni confía en ella y cuyos jefes y compañeros, al ser conscientes de su potencial, tratan de boicotear sus investigaciones y sabotear su trabajo.
A la vez, vemos cómo Tennison renuncia a su vida personal con el fin último de demostrarse a sí misma y a los demás que puede ser tan buena o mejor policía que cualquiera de sus colegas masculinos. Y a fe mía que lo consigue. ¡Vaya si lo consigue!
En la vida de todo seriéfilo, cinéfilo y aficionado al género negro hay un antes y un después del episodio 8 de la nueva temporada de “Twin Peaks”. Nunca se había hecho nada igual. Se trata de una hora de fascinante ida de olla, en el más estricto sentido de la expresión, en la que pasan un montón de cosas aunque, en realidad, no ocurre nada. Narrativamente hablando.
El episodio 8 de “Twin Peaks” obliga al espectador a posicionarse, fervientemente a favor o iracundamente en contra. No caben medias tintas, que para David Lynch y para Mark Frost, la virtud jamás puede estar en el término medio.
El episodio 8 es una concatenación de secuencias oníricas, recreaciones pictóricas y personajes surgidos de un surrealista Más Allá en el que la música, como en todas las películas y series de David Lynch, desempeña un papel esencial. Y, como no podía ser de otra manera, el grupo que protagoniza la actuación musical de este capítulo, histórico y memorable, de la historia de la televisión es Nine Inch Nails.
Hablar de NIN es hablar de su fundador y único miembro oficial de la banda, el fascinante y camaleónico Trent Reznor, en su quíntuple función de productor, cantante, compositor, multiinstrumentista e ingeniero de sonido.
Hablamos de una de las grandes bandas de rock industrial de los años 90, la década prodigiosa del metal norteamericano, y cuya impronta permitió la aparición de otros grupos míticos e icónicos como Marilyn Manson, con tantas vinculaciones estéticas y temáticas con lo más oscuro y terrorífico del Noir norteamericano.
Discos como “The Downward Spiral” o “The Fragile”, que ocupan la cúspide de la escena musical de los 90, permiten múltiples reinterpretaciones y adaptaciones para sus presentaciones en directo, que NIN es un grupo abierto y en permanente estado de cambio y adaptación. De esa manera, era inevitable que Reznor llegara al cine. Y lo hizo por la puerta grande, en 1997, cuando produjo la banda sonora de la película “Lost Highway”, dirigida por David Lynch.
“Carretera Perdida” es una de las obras maestras del cineasta. Una película extraña, conceptual y aterradora, en la que los mismísimos Marilyn Manson aparecían brevemente en pantalla, como protagonistas de la filmación de una siniestra película pornográfica. Ahí estaba ya todo lo malsano y lo onírico, lo extraño, lo paranoico y lo radical del mejor cine de Lynch, cuya simbiosis con Reznor resultó de lo más estimulante. No es de extrañar, pues, que haya recurrido a él como fetiche para ese episodio número 8 de la vuelta de “Twin Peaks”, magno evento del que ya hablamos en esta sección hace unos meses. (Leer AQUÍ)
También hablamos en esta página de la vinculación de Reznor con el séptimo arte, Óscar incluido. (Leer AQUÍ) Y es que, tras su colaboración con Lynch, el definido como “el artista más vital de la música” por la revista Spin siguió trabajando para cineastas tan interesantes como David Fincher, de la mano de su socio creativo y alter ego musical: Atticus Ross, otro músico visionario, ingeniero, productor y programador vinculado a proyectos de músicos tan icónicos como Zach de la Rosa (RATM) o de grupos míticos como Jane’s Addiction.
Ross, que también aparece en el tan nombrado Episodio 8, debutó en el cine como compositor de la banda sonora de una excelente película distópica, “El libro de Eli”. Y, ya con Reznor, trabajó en la oscarizada “La Red Social”, en “47 Ronin” y en “Perdida”, también dirigida por David Fincher y oscura e inquietante muestra de Domestic Noir que convierte en escenario de pesadilla a los habitualmente cálidos y amables barrios residenciales de las ciudades de Estados Unidos.
Y así llegamos a este 2017. Al estreno de “Día de patriotas”, actualmente en cartelera. Se trata de una interesantísima película de Peter Berg protagonizada por Mark Whalberg en la que se cuenta el atentado de Boston de 2013, cuando dos terroristas detonaron sendas bombas durante el transcurso de su internacionalmente famosa maratón.
En realidad, lo más interesante de la película es la investigación posterior al atentado y la caza del hombre desatada en una ciudad aterrorizada que busca a los asesinos en los suburbios y en los barrios residenciales de Boston. Y precisamente ahí es donde vuelven a entrar en juego Reznor y Ross, que han compuesto una banda sonora extraordinaria, al pelo con las imágenes que vemos en pantalla.
Porque la clave de una buena banda sonora no radica, solo, en la calidad de la música, sino en que esté al servicio de la historia. Que contribuya a generar atmósferas. Que sirva para mostrar el estado de ánimo de los personajes. Que genere tensión dramática. Que lleve en volandas a los protagonistas en las escenas de acción. Pero sin que se note. Sin que resalte. Sin que se haga explícita. Al menos, hasta los títulos de crédito.
En todo ello, la banda sonora de “Día de patriotas” es modélica y ejemplar, con el tono justo en cada momento. Y no era fácil, que la película es larga y con momentos muy diferentes, desde la presentación de los personajes, en el primer cuarto; al impacto de las explosiones, el duelo por las víctimas y, finalmente, la investigación y la persecución de los sospechosos, larga y brillantemente contada.
Hay que destacar el tratamiento de los personajes de los terroristas: dos jóvenes e inexpertos, atolondrados y torpes; que en el secuestro de un joven asiático muestran su impericia y falta de preparación, lo que los aleja de esos supervillanos a los que Hollywood nos tiene tan acostumbrados.
Una muy buena película que prueba que la música es elemento imprescindible de la narración audiovisual y una muestra más de que Trent Reznor y a Atticus Ross son dos de los grandes referentes del cine negro del siglo XXI.