Hoy publico en IDEAL este artículo que te pone en una pista literaria que, creo, te va a resultar muy interesante. Si es así y el libro te llama la atención, dímelo y hablamos.
¿Cómo se convierte, en tan poco tiempo, un repartidor de pizzas al que le gusta el rap en un asesino en masa que, armado con un kalashnikov, masacra fríamente a una docena de personas? ¿Qué poderosos mecanismos han de operar para que una chica que luce un bikini en una foto, mientras abraza a su pareja, aparezca poco después ataviada con un luctuoso burka, blandiendo amenazadoramente una ballesta?
A lo largo de estos días vamos leyendo distintas informaciones y reportajes sobre las vidas de los hermanos Kouachi, Amedy Coulibaly y su pareja, Hayat Boumeddiene; tratando de encontrarle una explicación a sus crímenes.
Cada persona es un mundo, por supuesto. Y la trayectoria vital de cada individuo es distinta a la de los demás. Pero en el proceso de conversión al islamismo radical que desemboca en un ser humano matando y muriendo por Alá, Mahoma y el Corán hay una serie de pasos que el escritor Roger Mimó desgranó en su excepcional novela “Veintidós peldaños”, publicada por la editorial granadina Almed.
La novela lleva como subtítulo “Memorias de un terrorista islamista” y los escalones referidos son todos y cada uno de los estadios por los que pasa un muchacho tan brutote como noble, nacido en una zona de Marruecos, hasta verse convertido en una bomba de relojería a punto de estallar.
¿Hay religión en la conversión del protagonista de la novela? Sí, claro. Pero mucha menos de la que el lector pueda imaginar. Y, desde luego, de un tipo diferente a la que podríamos pensar. Porque, para que un chaval normal y corriente decida convertirse en un asesino en masa, la religión tiene que venir acompañada de más cosas. De muchas más cosas.
De una situación económica complicada, por ejemplo. De un entorno familiar que tampoco es fácil. De una sociedad y un ambiente opresivos. De unas expectativas demasiado altas. De una realidad más dura aún. De los sueños que se rompen. De los sueños robados. De los sueños que, al final, se convierten en pesadillas.
No es igual la situación en Marruecos que en París, por supuesto. Como no lo es en Nigeria, Irak, Arabia Saudí, Argelia, Siria o Egipto. Pero los mecanismos de captación y convencimiento que describe “Veintidós peldaños” pueden ser perfectamente extrapolables.
Hablamos de un libro con enjundia, escrito por un viajero nato, residente en Marruecos desde hace años. Mimó es un buen conocedor del Islam. Tanto que decidió profesarlo, también desde hace tiempo. Lo que no le impide describir la aberración que supone el integrismo radical, el fanatismo y la sinrazón de los terroristas.
Hablamos de un libro adictivo, en fin, que se lee a una velocidad vertiginosa. Una vez que el lector pase las primeras páginas y suba el primer peldaño, ya no podrá dejar de ascender hasta alcanzar el veintidós, el más alto y definitivo. Sin hacer un alto en el camino, sin buscar un rellano en el que coger aliento.
Jesús Lens