“El teléfono al que llama se encuentra apagado o fuera de cobertura”. Los teléfonos ya no comunican, como hacían antaño. Y es lógico. ¿Cómo se podía hablar de “comunicar” precisamente cuando no podías hablar con tu interlocutor? Sería porque él, el otro, sí se estaba comunicando con alguien en ese preciso instante.
No es fácil, la comunicación. Que se lo digan a tantas y tantas parejas, distanciadas por su ausencia. A tantos alumnos, que no entienden a sus profesores. O al mismísimo Rector de la Universidad de Granada, triste y cariacontecido porque el proyecto BioTic “no se entendió” y no consiguió la Excelencia Internacional. Si no se entendió es porque no se supo comunicar. Porque si un mensaje no llega, el problema siempre es del emisor.
Comunicación. Ahí ha estado la base de la crisis de gobierno llevada a cabo por ZP. Y, en la misma medida, en ella radica el sustillo ha despertado entre las huestes del PP. Hay que hacer política. Pero, además, hay que comunicarla. Hoy, lo que no se comunica no existe. Así de sencillo.
Por ejemplo, ¿qué lleva haciendo el PP, desde que perdió las últimas elecciones? Nada. De nada. Esperar a que el gobierno socialista muera por asfixia y agotamiento. El PP se ha agarrado a la muletilla “ZP lárgate” y ahí está, encastillado, viéndolas venir, disfrutando de la jaula de grillos en que se había convertido el gobierno del PSOE, con ministros enfrentados entre sí y continuos desmentidos entre sus políticas contradictorias.
Pero ha llegado el Sargento de Hierro. Ha llegado el mefistofélico Rubalcaba… y la cosa ha cambiado. Por lo de ETA, claro. Pero también porque, en teoría, a España sólo le queda ir a más y mejor, en los próximos meses. Tras haber tocado fondo, presumiblemente, ZP ha quemado a un equipo de gobierno en lo más crudo de la cruda crisis y, tras alcanzar un pacto de legislatura con los nacionalistas, ha renovado su gabinete casi por completo.
Leyendo la prensa de estos días, es curioso el terror que muestran tantos y tantos columnistas y opinantes a Rubalcaba, al que ya acusan poco menos que de ser un Goebbels de los Soviets.
ZP se juega el todo por el todo. Está convencido de que la crisis ha tocado fondo y parece dispuesto a que todos nos enteremos de cada décima que suba el PIB, de cada trabajador que salga de la cola del paro, de cada milímetro de riqueza que se genere en España. Ha llegado la hora de construir. Y de que nos enteremos de las medidas y el peso exactos de cada ladrillo que se fragüe en el proceso de crecimiento.
Luz y taquígrafos. ¿Son lo mismo altavoces y comunicación que propaganda y agitación?
Dependerá de los medios, por una parte. Y de la célebre Baraka de Zapatero, por otra.
Como “El Ala Oeste de la Casa Blanca”, la Moncloa se abre a la prensa. ¿Se dejarán seducir los periodistas por el envolvente y continuo story-telling que, a buen seguro, diseñará Rubalcaba? ¿Habrá algún fundamento en las narraciones que empiecen a comunicarse desde la Moncloa o todo será mucho cuento y puro teatro?
Cuando todo parecía ponerse en contra de ZP, cuando parecía un púgil acorralado y al borde del KO, se ha venido arriba, como buen fajador, y le ha sacudido un buen susto a su contrincante. Al PP ya no le va a servir el “ZP lárgate”.
Y, desde luego, bajezas como las del impresentable alcalde de Valladolid (defendido por Juan Manuel de Prada en uno de los artículos más ridículos que he leído en tiempo) no le ayudan. Que ya tiene mérito el tío, conseguir que Leire nos caiga un poco menos mal, y todo.
¿Y Rajoy?
Que no está para los detalles. O sea, que ni ha llegado ni se le espera, para variar.
No si al final nos vamos a divertir. Y todo.
Jesús Lens Espinosa de los Monteros.