No hay que confundir nunca el conocimiento con la sabiduría. El primero nos sirve para ganarnos la vida; la sabiduría nos ayuda a vivir.
Sorcha Carey (1943-?) Profesora de arte clásico inglés.
Yo no creo en las casualidades. De hecho, casi no creo ni en las causalidades. Pero estar escribiendo ESTE TEXTO sobre las Metamorfosis (que pensaba yo, iba a despertar más comentarios y jaleos) y recibir este cariñoso y oportuno mensaje de Konan, me da que pensar. A ver qué os parece:
Querido amigo:
Me ha llegado este texto que quiero compartir contigo en este día. Sai Baba en la India enseña las «Cuatro Leyes de la Espiritualidad».
La primera ley dice:
«La persona que llega es la persona correcta», es decir que nadie llega a nuestras vidas por casualidad, todas las personas que nos rodean, que interactúan con nosotros, están allí por algo, para hacernos aprender y avanzar en cada situación.
La segunda ley dice:
«Lo que sucede es la única cosa que podía haber sucedido». Nada, pero nada, absolutamente nada de lo que nos sucede en nuestras vidas podría haber sido de otra manera. Ni siquiera el detalle más insignificante. No existe él: «si hubiera hecho tal cosa…hubiera sucedido tal otra…» No. Lo que pasó fue lo único que pudo haber pasado y tuvo que haber sido así para que aprendamos esa lección y sigamos adelante.
Todas y cada una de las situaciones que nos suceden en nuestras vidas son perfectas, aunque nuestra mente y nuestro ego se resistan y no quieran aceptarlo.
La tercera ley dice:
«En cualquier momento que comience es el momento correcto». Todo comienza en el momento indicado, ni antes, ni después. Cuando estamos preparados para que algo nuevo empiece en nuestras vidas, es allí cuando comenzará.
Y la cuarta y última:
«Cuando algo termina, termina». Simplemente así. Si algo terminó en nuestras vidas, es para nuestra evolución, por lo tanto es mejor dejarlo, seguir adelante y avanzar ya enriquecidos con esa experiencia.
Creo que no es casual que estéis leyendo esto, si este texto llega a nuestras vidas hoy; es porque estamos preparados para entender que ningún copo de nieve cae alguna vez en el lugar equivocado.
Vive Bien, Ama con todo tu Ser y se Inmensamente Feliz
Un abrazo cálido y sincero, J.L.
Otra palabra que comienza por S. Las Eses empiezan a copar las entradas blogueras, de un tiempo a esta parte. Desde el Silencio, mayormente ¿Casualidad? Será, si alguien cree en las casualidades…
Posiblemente, la frase más famosa de la antigüedad clásica es la socrática «sólo sé que no sé nada», una exageración que, a todas luces, resulta excesiva. Es cierto que, por mucho que aprendamos, siempre nos quedará infinitamente más por aprender, pero de ahí a defender la idiocia globalizada, media un abismo.
El niño que juega con fuego y termina quemándose, es sabio. Al menos, un poco más sabio que antes de hacerlo. Ese niño, aún sin saberlo, está dando la razón a Nietzsche, quien defendía que «para llegar a ser sabio, es preciso querer experimentar ciertas vivencias, es decir, meterse en sus fauces.» Aunque pueda parecer peligroso. Pero la vida es riesgo. Si no, no merece la pena.
Porque las teorías, el estudio y la meditación están muy bien, pero tenemos que hacer caso a Oscar Wilde, cuando decía que «más veces descubrimos nuestra sabiduría con nuestros disparates que con nuestra ilustración».
La sabiduría suele aparecérsenos como una cuestión estática. Y no lo es. Leemos, estudiamos, viajamos, escuchamos y vemos. Y adquirimos conocimientos. Meditamos, pensamos y relacionamos esos conocimientos. Y somos más ilustrados. Tomamos decisiones. Pero sólo basadas en teorías y pensamientos. ¡Confrontémoslas con la realidad! ¡Pongámoslas a prueba, antes de darlas como verdades universales! Como decía Goethe, «no basta saber, se debe también aplicar. No es suficiente querer, se debe también hacer».
Me gusta esta concepción dinámica, mutable y adaptable de la sabiduría. A fin de cuentas, «el sabio puede cambiar de opinión. El necio nunca», tal y como señaló Kant.
Por tanto, si la sabiduría consiste en saber cuál es el siguiente paso; la virtud está en llevarlo a cabo, siguiendo a David Starr Jordan.
A la sabiduría a través de la acción.
Just do it!
Just say Yes!
Yes. We can.
Jesús Lens, ¿supino ignorante?
PD.- No. Esta S no tiene que ver con ESTAS IMÁGENES. Aunque todo esté relacionado, claro.
Hoy me han llamado raro. Otra vez.
Con todo cariño, para todos los raros del mundo,
Una nueva perla de sabiduría proveniente de Boston Legal.
A ver si os gusta más que la de la risa…
El caso que había llevado Alan Shore atañía a una niña brillante, gran estudiante y mejor dibujante, que, por un accidente, no podía sonreír, en el sentido físico de la expresión.
Por ese defecto orgánico, no la querían aceptar en un colegio muy exclusivo, dado que la consideraban «anormal».
Cuando termina el caso, Alan Shore habla con ella:
¿Por qué – se preguntaba Epícteto- me pedís que sea como la mayoría? Si lo hago, ¿cómo puedo seguir siendo púrpura?
La niña responde:
Alan sólo se lleva las manos a su regazo y, cruzando una pierna sobre otra, concluye, mirando al vacío:
Y la cámara se aleja.
FIN
Hace unos días hablábamos, deslumbrados, de «Boston legal». Sé que debería dedicarle una entrada más sesuda, pero de momento, vamos a meter de vez en cuando algunos pildorazos de sabiduría made in Crane & Shore, con el ánimo de provocar comentarios, debate y discusión.
Empezamos por ésta:
Terraza. Denny Crane está fumando un puro. Llega Alan Shore, muy serio, después de llevarse un restregón en el juzgado y, después, encontrar a Tara, su novia, riendo.
Denny le dice, hablando sobre el caso de la Viuda Negra que llevan entre manos:
Denny mira hacia abajo, cariacontecido. Mientras Alan continúa hablando: