Antes de entrar en el palmarés, te cuento, muy brevemente, que pienso que las presentaciones salieron muy bien. Arrancamos Fernando Marías, Fran y yo con nuestro libro de cine y viajes, que sorprende por el esquema usado en su estructura, al contar la historia del hombre a través de las películas en que el viaje es el gran protagonista. Viajes, migraciones, aventuras y descubrimientos que nos han hecho como somos, para bien o para mal.
Después, las presentaciones de las novelas de Oscar Urra y Carlos Salem también congregaron a mucho público, sobre todo la del argentino-español, una bestia de las relaciones públicas más sanas y mejor entendidas. Libros, presentaciones, poesía y un Luis García Montero descomunal, en la poesía, con un Félix Grande que hizo honor a su nombre. ¿Sabes? Ayer fue un día importante. Mucho. Uno de esos días que consolidan amistades y sientan las bases para alegres, felices y gozosos proyectos de futuro. El 16 de julio. Un día memorable, para recordar. Que lo sepas que así es. Y será.
Y con apenas unas horas de sueño, tras la velada poética y la charla en la terraza del Don Manuel con el Tiburón López, la gente de la editorial Salto de Página y Olivier, el menudo traductor francés, nos plantamos en la rueda de prensa que hizo públicos los Premios de Semana Negra 2009. Por cierto, que este año he estado vago como lector. Esta mañana me di cuenta, al no haber leído gran parte de las novelas candidatas. ¡Eso no puede ser! A ver, apunta: propósitos para estos meses: LEER MÁS. ¿Vale?
El premio al mejor relato policíaco fue para «Dioses y Orishas», del cubano Rodolfo Pérez Valero y que hoy publica A quemarropa. Ya te contaré qué tal es. Este año, además de leer menos, tampoco es que haya escrito más. Bueno, más si he escrito, pero hay que escribir más cuentos y relatos. A ver si el que mandé a IDEAL gusta al jurado. Se titula «Ella» y tengo muchas esperanzas con él. ¿Te lo mandé? ¿Te gustó?
El premio Celsius, a la mejor novela de Ciencia Ficción y Fantasía ha recaído en «Rojo alma, negro sombra», un título complicado para la novela de Ismael Martínez Biurrún, que se desarrolla en el Madrid actual, pero en el que unos crímenes del pasado vienen a interferir en las vidas de los habitantes contemporáneos de la capital de España. El autor, en la rueda de prensa, puso el acento en que se trata de una novela de emociones y sentimientos.
El Premio Espartaco a la mejor novela histórica, ésa que cada vez tiene más predicamento, ha sido para «Salamina», de Javier Negrete, premiado el año pasado con el Celsius por una novela de Historia Ficción en que se anticipaba ésta de Salamina, en la que recupera el tono épico de la fantasía, pero procurando ser riguroso con la historia y huyendo de cualquier tipo de maniqueísmo.
El premio Silverio Cañada a la primera novela negra de su autor escrita en castellano ha sido compartida por «Sé que mi padre decía», de Willy Uribe, una historia radicada en el Bilbao más negro y protagonizada por un gran pringao; y «Conducir un tráiler«, del mexicano Rogelio Guedea.
El Rodolfo Walsh a la mejor obra de no ficción recayó en Carles Quílez por «Mala vida» y fue, sin discusión, el premio más aplaudido de la mañana ya que, habiendo sido finalista en cuatro ocasiones, Carles ya se había ganado la fama de eterno perdedor. Sobre este autos y su obra te contaré más cosas en otro momento, que tiene unas teorían sobre el periodismo y la literatura tan interesantes como polémicas. Sólo recuerda ese título: «Mala vida».
Y me queda por comentarte el Premio Gordo, el Hammett, el más deseado, el más respetado, tanto por el nombre que lleva, como por la nómina de galardonados: la mejor novela policíaca del 2008. Que también ha sido compartido. Por un lado, David Torres, con «Niños de tiza», en que reivindica la vida de barrio en la época de la Transición, en las periferias de las grandes ciudades, con un guiño muy cariñoso a las personas que todavía tienen algo del niño que fueron. Y el coganador del Hammett fue Guillermo Saccomano, por su novela «77», en la que se habla de la Argentina de la dictadura, las sacas y los asesinatos de los jóvenes argentinos, fijándose especialmente en las complicidades de la sociedad civil, algo muy silenciado y que Saccomano quiere resaltar en su novela.
Como ves, Semana Negra ha premiado autores y libros de muy diferente extracción. No sé cuáles te interesarán más o cuáles menos, pero oyendo hablar a los autores, periodistas y editores, créeme, dan ganas de llevárselos todos en un tráiler, pedirse una excedencia y pasarse el año escribiendo.
Y como esto es la Semana Negra, sigue. Llueve. y, sin embargo, tengo la sensación de que es un gran día. Las ojeras las tengo que transportar en una carretilla y el cansancio es supremo. Menos mal, eso sí, que no hay Arehuca. Te seguiré contando, en cuanto encuentre una conexión, que ésta está cerrada mañana.
PD.- Desde el ordenador de atrás oigo la voz de José Manuel Fajardo, acaba de decir: «Habemus libro», estrechando la mano del glorioso fotógrafo Daniel Mordzinski. Ayer estuvimos charlando sobre este proyecto, que será acojonante y que cuenta una historia fascinante, combinando textos y fotografías. Pero no te avanzo nada. Ya tendremos ocasión de hablar sobre ese libro. Y verlo. Y olerlo. Y palparlo. Porque hay libros que entran por los cinco sentidos. Y éste lo será.
Es viernes. San viernes. Disfruta y sé feliz.
Fdo.- Jesús Lens, ojeroso, pero contento.