De repente, los dos partidos de izquierdas de nuestro país han pactado unos presupuestos que apuntan hacia nuevas políticas progresistas. El incremento de la fiscalidad a las rentas más altas permitirá ampliar la educación gratuita entre los 0 y los 3 años, implementar diferentes políticas sociales y subir el salario mínimo a 900 euros mensuales.
Coincide el anuncio del pacto entre el PSOE y Podemos con una nueva ola de alunizajes en tiendas de móviles de nuestra provincia. Como si de las nuevas joyerías del siglo XXI se tratara, bandas organizadas de delincuentes empotran un coche contra las persianas metálicas de estos establecimientos y arrasan con teléfonos de última generación cuyo precio sobrepasa ampliamente el del salario mínimo recién acordado por el gobierno.
Mientras, el PP ha decidido hacer una crítica ponderada y sosegada del acuerdo presupuestario de marras: en unos años, España será Venezuela y pasaremos hambre, según su portavoz en el Senado, Ignacio Cosidó.
Tiempo de contradicciones: la desigualdad ha crecido exponencialmente durante la crisis, las clases medias se han depauperado y las rentas más altas han acumulado mucha más riqueza. Aun así, el PP critica unos presupuestos que tratan de revertir mínimamente esa situación. ¿Con qué sentido? ¿A qué electorado apelan? ¿De verdad hay que volver a explicar que el debate entre Izquierdas y Derechas no está superado y sigue siendo tan vigente como pertinente y necesario?
No es baladí que un teléfono móvil cueste más que el salario mínimo. Ni que haya bandas organizadas para robarlos, como si fueran diamantes o esmeraldas. Ni debemos olvidar el incremento exponencial de cultivo de marihuana en la provincia de Granada: cada vez hay más gente excluida que vive al margen y en los márgenes.
Critica el PP que el acuerdo entre el PSOE y Podemos dedica muchos más capítulos a los gastos que a los ingresos. Que todas estas partidas socialmente responsables y necesarias se financiarán vía impositiva. ¿Y no debe ser así? Siempre que sea con equidad.
La auténtica justicia social llegará cuando esas megacorporaciones que venden móviles a precio de oro paguen unos impuestos razonables en los países donde hacen sus negocios, y no esas chuflas que les permite la ingeniería financiera más sofisticada.
Mientras, cada vez hay más gente excluida y al margen que, con su cabreo, alimenta esos beligerantes discursos que tanto miedo nos dan.
Jesús Lens