No puedo esperar a saber si el PNV va a rematar a Rajoy o terminará por indultarle. Tengo la necesidad compulsiva de escribir, antes de comer, porque la mañana ha sido tan pródiga en emociones que el resultado final de la contienda no importa tanto como la concatenación de impactos. (Al final, fue descabello).
Mientras la procesión del Corpus Christi gozaba del fervor popular bajo un límpido cielo azul, los titulares informativos se acumulaban y tropezaban en torno a un mismo concepto: salida.
Pedro Sánchez martilleaba a Rajoy, exigiendo la suya. A la vez, Rosalía Iglesias, la mujer de Bárcenas, conseguía la orden de salida de prisión gracias a una fianza de 200.000 euros reunida en un tiempo récord. Y, por si faltaba poco, Zidane anunciaba su sorpresiva y traumática salida del Real Madrid.
Hubo un momento de completo delirio en que se me llegó a plantear la posibilidad de que Zizou fuera el candidato de consenso exigido por el PNV para apoyar la moción de censura y que Rajoy acabara en el banquillo blanco, entrenando por Europa y sentado a la derecha del padre Florentino.
Ya saben ustedes que yo creo en los símbolos y en su causalidad. Por tanto, cuando comprobé que Zidane se iba -por la puerta grande- y vi a Willy Bárcenas llegar a la prisión de Soto del Real con la fianza que abrirá la puerta de cárcel a su madre; tuve claro que Rajoy había llegado a la casilla de salida del tablero de juego. Solo que, en su caso, la casilla de salida marca el final de la partida, no el principio.
Mientras Granada celebra su semana grande entre Tarascas, dragones y casetas, bien regada con cerveza y palitos de ron; la gente baila sevillanas y vibra en las atracciones mecánicas con un ojo puesto en el Ferial y otro en la Carrera de San Jerónimo.
Durante otro Corpus igualmente emocionante, hace ahora 6 años, España fue intervenida por la Unión Europea. Rajoy era presidente y Luis de Guindos, ministro de economía. Hoy, Guindos es vicepresidente del BCE… ¿y Rajoy?
Jesús Lens