Creo que no le hemos dado suficiente importancia a la historia de la tortilla que, en Cádiz, ha intoxicado a cerca de cien personas y se ha llevado por delante la vida de un joven de 26 años. Y por eso hablo de ello en mi columna de hoy sábado, en IDEAL.
En estos tiempos en los que el alarmismo generalizado nos invita a pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor, la salmonelosis asesina nos retrotrae a una época que creíamos felizmente superada.
Hace unos meses tuve la desgracia de entrar en un bar de la Costa, de cuyo nombre no quiero acordarme, en el que me pusieron una tapa de calamares que estuvo a pique de hacerme vomitar. Me provocó tanto asco que dejé la cerveza a medio terminar y salí por piernas.
Estaba indignado. ¿Cómo era posible que un establecimiento público sirviera aquella bazofia? Si una cosa podemos dar por supuesta hoy en día es que entrar a un bar y tomarse una tapa, un bocata o una ración de calamares, ya no es un ejercicio de riesgo. Antes, y los que peinamos canas lo recordamos muy bien, pedir un pincho de tortilla en según qué barras, era jugar a la ruleta rusa intestinal.
Afortunadamente, el caso de la tortilla gaditana es una rara avis en el panorama de la hostelería moderna. Ahora, por lo general, da gusto entrar a cualquier y disfrutar de su amplia y generosa oferta de tapas, pinchos, montaditos, bocatas, tostas, roscas y bocatas. Y es que, aunque los cuarentones nostálgicos de la EGB no hagamos sino mirar atrás, cualquier tiempo pasado fue… peor.
¡Qué hastío de conversaciones, las de esa gente repanchingada que no para de criticar los móviles, las redes sociales y hasta Internet! Esas charlas que se abren un soporífero “En mis tiempos” y que invitan a simular que tienes una llamada urgente, para salir zumbando.
No señores, no. Cualquier tiempo pasado no fue mejor. Miren a su alrededor. Lean las noticias de ciencia y tecnología de los periódicos. Busquen las estadísticas de los muertos en accidente de tráfico. Infórmense sobre los avances en los tratamientos de mil y una enfermedades que, hasta hace poco, eran letales. Etcétera.
Seamos críticos con la realidad que nos rodea, por supuesto. Pero seamos conscientes, también, de la suerte que tenemos de vivir aquí y ahora. Y defendamos con uñas y dientes todos los éxitos y logros alcanzados.
Jesús Lens