La Comunidad Valenciana da miedo. Mucho miedo. Para gusto y regusto de los buenos aficionados al género negro y criminal. Hace unas semanas escribíamos sobre ‘La presidenta’, la nueva novela de Alicia Giménez Bartlett publicada en Alfaguara, con la que inicia una nueva saga radicada en la capital del Turia.
Estos meses han visto la luz otras dos novelas muy interesantes radicadas en el Levante peninsular: ‘Lapsus’, de Salvador Alemany; y ‘Muerdealmas’, de Santiago Álvarez.
‘Lapsus’, publicada por la editorial Amarante, es un perfecto ejemplo de que la realidad supera a cualquier ficción. Una de esas novelas que te hacen pensar lo de “si no lo leo, no lo creo”. Porque es ciertamente increíble lo que cuenta. Y, sin embargo, todo es cierto y ocurrió tal y como lo cuenta Salva.
El antiguo barrio pesquero de Nazaret hoy alberga a menos pescadores que a gente de la mala vida, no en vano, allí ya no llega mar. Allí quien oficia es un cura muy particular: el padre Damián. Y por allí caminan el Javito, el Canijo, Marta, el tío Miguel, Laura / Estela, Carlo…
Digo que el padre Damián es muy particular porque se trata de un cura joven y carismático a quien el autor de la novela conoció de joven. Cuando estalló el escándalo —y los tiros no van, ni de lejos, por donde ahora mismo estará usted pensando, estimado lector— Salva Alemany se quedó muy pillado. Tanto que tardó varios años en asimilar la historia y documentarse, hasta estar en condiciones de contar lo que pasó y cómo pasó, además de escarbar en los porqués, donde siempre radica el secreto.
No voy a avanzar una sola palabra de una trama que, insisto, el alucinante. Prefiero poner el acento en la dimensión humana de los personajes. Que así dicho, queda muy ampuloso, pero que es verdad. A medida que este verano leía la novela, le iba escribiendo a Salva a través del Messenger (cosas de viejunos) con la impresión que me provocaba cada giro en la trama y por sus posibles efectos en mis personajes favoritos. Y le advertía: “Como mates a Fulanito o a Menganito, te las verás conmigo”. Porque se les coge cariño. O respeto. O miedo. O asco. Pero ninguno deja indiferente.
Cambiemos de tercio, pero sin cambiar de territorio. Aunque, en realidad, buena parte de ‘Muerdealmas’, publicada por AdN, transcurre en un territorio mítico, la Tinença de Benifassà, en la zona del Maestrazgo, allá por Castellón.
Hasta allí llegan Abel Lanuza, que acaba de salir de un centro psiquiátrico tras treinta meses de internado; su mujer, Merche; y Jorge, el hijo de ambos. El tío de Abel se ha suicidado en la remota aldea de Muerdealmas y le ha dejado a su sobrino una gran casa en herencia. Es una buena oportunidad para comenzar de nuevo.
Pero en Muerdealmas también habitan los Osset, una familia tirando a salvaje que se gana la vida de forma poco clara y cuyo líder está cuestionado, que las nuevas generaciones vienen pisando fuerte. Los Osset están históricamente enfrentados a los Piedelobo, habitantes de una localidad cercana. El tiempo presagia tormenta y la llegada de los forasteros no ayuda, precisamente.
Santiago Álvarez ha escrito un Gótico ibérico que nada tiene que envidiar al Gótico sureño de los Estados Unidos, a las montañas de Kentucky o los bayous de Nueva Orleans. Un western noir con una historia intensa y salvaje en la que el territorio conforma las personalidades de los protagonistas y es parte esencial de una trama abrasadora.
He disfrutado enormemente con ambas novelas, buena muestra de la versatilidad temática del noir, un género que no deja de sorprendernos y mostrarnos realidades diferentes y originales.
Jesús Lens