Te estás ganando una hostia…

Voy a compilar tres frases, tres momentos, que todos hemos repetido hasta la saciedad. Solo que en estas voces, personajes y situaciones, lucen.

La primera es esta, de Santos Trinidad, uno de los mejores polis malos que ha dado el cine español en los últimos años:

La segunda lección nos la dan Fernando Fernán Gómez y Labordeta, como podéis disfrutar en estos cortes… Y la tercera, más comedida, es esta no menos célebre explosión de ira de Matías Prats.

@jesus_lens

No habrá paz para los malvados

No creo que te gustara cruzarte con Santos Trinidad. A mí, desde luego, no me gustaría. Para nada. Y, sin embargo, qué importante es que haya Santos Trinidad en el mundo.

¡Rock and Roll!

Santos Trinidad es nombre de pistolero. Y el aspecto que tiene en pantalla, desde el principio de la película, así lo atestigua: sus botas, su pose en la barra, su forma de fumar, de beber… y de jugar a las tragaperras, precisamente, en una máquina que emula al Far West.

Coinciden ahora mismo en la cartelera varias películas que me apetece ver. Pero la que más, por encima de Deudas, Árboles y Amos, era la nueva de Enrique Urbizu, cuyo título es tan improbable como ilustrativo: “No habrá paz para los malvados”.

¡Qué gusto, ir al cine sin haber leído una sola reseña de la película y, por supuesto, sin haber permitido que un tráiler me la destrozara, previamente! Así, no tenía ni la más remota idea del argumento de este filme negro como la pez. Sabía, solo, que el arranque era espectacular e imperdible y que Coronado estaba soberbio dando vida a un malo-bueno.

Y lo sabía porque es imposible no seguir, día a día, los magistrales consejos y pautas cinematográficas que nos dan tipos como Carlos Boyero, Fernando Marías o Fran Ortiz, de la poca gente absolutamente fiable en esto del cine. Y los tres coincidían, absolutamente: hay que verla.

Me sumergí, por tanto, en una historia turbia y violenta como pocas y disfruté, efectivamente, de un arranque brutalmente seco y animalesco, salvaje y arriesgado. Uno de esos principios que, leído por un productor timorato y al uso, le harían arrojar el guión lejos, muy lejos. Como si le escociera, abjurando de él.

Y, ni que decir tiene, Coronado está colosal, apoteósico e imperial en su papel de un Clint Eastwood urbano, tan fuera de la realidad del siglo XXI como Conan en un salón de la Viena de Sissy.

Y luego está la trama. Pero es lo de menos. Ojo, que algo vamos a escribir sobre la identidad de esos malvados de los que habla el título: los terroristas, islamistas radicales, obsesionados por devolver el mundo a los oscuros tiempos del feudalismo religioso y cainita.

¿Cómo llega Santos Trinidad a embarcarse en una investigación como esa, cuando no es más que un patético y errabundo poli, prácticamente acabado y al borde del expediente disciplinario? Tendrás que ver la película, hasta llegar a ese final; sin paz para los malvados.

Una de las grandezas de la película de Urbizu es el personaje de Santos, por supuesto, del que no sabemos nada, pero del que lo podemos imaginar todo. Como ocurría con los míticos pistoleros del Oeste: nada más verlos en pantalla, el celuloide te hacía sentir la fuerte personalidad del héroe, su más que seguro turbulento pasado y la cantidad de muertos que llevaría sobre una conciencia capitidisminuida y escondida muy dentro del hipotálamo, narcotizada por el alcohol.

Santos, uno de esos personajes que acompañará al buen cinéfilo hasta el infinito y más allá.

Solo por haber creado a Santos, Urbizu ya se merece un lugar a la derecha de John Ford. Pero antes, tiene que darnos más alegrías. Muchas más.

Y ahí es donde entras tú: ¡haz el favor de sacar un par de horas (escasas) de tu (preciado) tiempo y vete al cine a ver “No habrá paz para los malvados”! Como las especies en vías de extinción, directores como Urbizu, únicos y salvajes, necesitan de nosotros para seguir viviendo en libertad y pariendo joyas como ésta.

Vete a ver a Santos Trinidad.

¡Él habría hecho lo mismo, chaval!

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

Y los últimos tres 25-S, ¿qué escribimos? 2008, 2009 y 2010.