Hace unos días estuve haciendo ESTO.
Entre otras cosas, revisé cientos de papeles sepultados entre otros cientos de papeles. Como lo de Wikileaks, pero a nivel personal.
Fui desechando, tirando, rompiendo y escondiendo distintas cosas. Y de repente me encontré con un recortico diminuto en que se anunciaba que Martin Scorsese sucumbía a la televisión y se embarcaba en el rodaje de una serie llamada “Boardwalk Empire”, sobre la mafia y el tráfico de alcohol en los años 20 del pasado siglo, en Atlantic City.
Imagino que cuando se hizo el anuncio, yo ya estaría enganchado a algunas de las series de televisión de las que venimos hablando en esta página de un tiempo a esta parte, pero seguro que aún no tendría el grado de adicción que tengo ahora.
Porque ahora, el nombre de Martin Scorsese me impresiona, claro. Pero más aún me impresiona el de la otra parte que está detrás de “Boardwalk Empire”: Terence Winter.
Ahora pueden pasar dos cosas: que sepas de quién hablo o que no.
Y es que el mundo catódico del siglo XXI se divide en dos clases de personas: los que conocen el nombre de tipos como Terence Winter, David Simon, David Chase o Aaron Sorkin y los que no.
En concreto, Terence Winter estaba detrás de “Los Soprano”, una de las series que revolucionó el panorama televisivo del siglo XXI. Y, por eso, su presencia en esta nueva epopeya mafiosa, aunque la acción se traslade a los años 20, nos resultaba de lo más estimulante. A priori.
Una vez visto el piloto de “Boardwalk Empire”, dirigido por el propio Scorsese, ¿qué tenemos que decir?
Pues, en una palabra: que… ¡mola!
Me gustó, mucho, ese primer episodio. Y me gustó, mucho, el protagonismo del personaje de Enoch “Nucky” Johnson, interpretado por un extraordinario Steve Buscemi. Un personaje cuya carga de estrés, ansiedad y responsabilidad no le augura nada bueno, por mucho que vista unos trajes tan impecables como imposibles.
Me gustaron los secundarios. Y secundarias. Aunque a veces me perdiera en un complicado quién es quién, qué hace y por qué. Imagino que, a medida que pasen los episodios, nos iremos familiarizando con todos ellos.
Y me gustó el diseño de producción, la fotografía y la recreación de ese Atlantic City, con sus luces y sus sombras, las salas de fiesta y el puerto. Y las sacudidas de extrema violencia, súbita, seca y áspera.
Vamos que de “Boarwalk Empire” me gustaron hasta los andares.
Y juraría que, de aquí en adelante, me va a seguir gustando. Así que, como dice un gran filósofo… ¡Ya veremos!
Jesús Empírico Lens.