Hablemos de esa segunda ola que, estando en boca de todo el mundo, ninguno queremos ver. El segundo embite de la Covid-19 provoca una mezcla de pereza, angustia, hastío y terror digna de estudio y reflexión.
Por un lado, resulta impensable tener que subir de las playas o bajar de las montañas para volver a confinarnos. ¡Con este calor! Por otro, hay que salvar la temporada veraniega sí o también. Aunque no haya apenas turismo internacional, es necesario que los oriundos, nativos y locales sigamos moviéndonos en nuestro entorno, consumiendo y haciendo gasto. Cada día que abre el chiringuito de junto al rebalaje, el merendero serrano y el bar de la esquina es un día ganado para el PIB y la Encuesta de Población Activa. Que buena falta nos hace.
Además, si mantenemos el ocio nocturno abierto y se siguen llenando las plazas de toros, ¿quién le pone el cascabel al gato de la segunda ola? Máxime porque no va a haber autoridad sanitaria que se arriesgue a aconsejar la no apertura de los colegios en otoño mientras, unos días antes, los toros estaban de bote en bote.
Que me disculpen los taurinos, pero no entiendo cómo están las plazas ‘abarrotás’ mientras el fútbol se juega a puerta cerrada. Tampoco es comprensible que la cultura exija a sus aficionados que se sienten como plantones, de uno en uno, como si estuvieran en plena interpretación de una vanguardista performance; mientras las terrazas de tantos y tantos bares propician el roce de sus clientes. Y hasta el cariño.
Se lió parda en el País Vasco cuando su consejera de Salud, Nekane Murga, confirmó que ya estaban inmersos en la segunda ola. Simón le quitó hierro al asunto, pero teniendo en cuenta que, en su momento, dijo lo que dijo sobre las mascarillas por la única razón de que había desabastecimiento… Sin embargo, la experta en virología Margarita del Val, investigadora del CSIC, se alinea junto a Murga. Para ella, la temporada de otoño-invierno de la pandemia ya está aquí. La segunda ola, o sea.
Durante las próximas semanas asistiremos a una virulenta entrega de juegos florales que retorcerán el lenguaje hasta el retruécano para evitar decir lo que nadie quiere escuchar. Esperemos que, mientras las autoridades miran al PIB con un ojo, no cierren el otro a los protocolos y a la cuestión sanitaria. Básicamente, porque nos va la vida en ello.
Jesús Lens