Nada más saber que había ganado el Premio Fernando Quiñones de novela, le mandé a Juan Madrid unas preguntas, a través del correo electrónico, para compartirlas con vosotros.
Aquí, el resultado.
Acabas de ganar un premio de novela con una obra cuyo título es enormemente poético y sugerente: «Los hombres mojados no temen la lluvia».
En primer lugar: enhorabuena. Y, seguido: ¿hace referencia el título a esa frase, tan manida, desde que comenzó la crisis: «con la que está cayendo…»?
El título: «Los hombres mojados no temen la lluvia», surgió de expresiones de argot talegario. Un «mojado» es un hombre marcado por la policía, se utiliza también para los que ya no pueden librarse de su destino o condición. Se dice «Tú estas mojado.» De esa manera un «mojado» es alguien que acepta su destino. Lo he oído también aludiendo a que los «mojados» ya les da lo mismo lo que les pase.
El Jurado ha señalado en su fallo que se trata de una trama de actualidad que incide en la corrupción de nuestro tiempo. ¿Cómo piensas que está tratando la literatura contemporánea española los temas de la corrupción y la crisis?
En todas mis novelas, o casi, trato de rellenar los huecos del mundo, esos agujeros que aparecen por doquier, tanto sobre la naturaleza, aquí y ahora, del ser humano concreto, como de todo lo que se oculta, sea corrupción, la doble verdad, la doble moral y la doble contabilidad. Con palabras del extraordinario y lúcido profesor granadino, Juan Carlos Rodríguez, una literatura de las cicatrices. ¿Se puede ser angelical en un mundo con doble moral y doble contabilidad? ¿Se puede ser ético en un mundo que acepta la tortura y la exclusión social como principio? Mi novela tiene mucho de tragedia griega. El personaje principal, el abogado Liberto Ruano, descubre que su destino ya está trazado y no puede librarse de él.
Hay muchos tipos de novelas y novelistas en este país. Muchas son catatónicas, interesadas solo en la verbalidad desatada, en el merodeo verbal, novelas cuyos personajes tardan cuarenta páginas en subir una escalera. Creen o actúan como si la realidad fuera transparente. No saben, o no quieren saber, que la realidad, gracias a los múltiples discursos oficiales, es opaca y poco visible. Contar lo que pasa de verdad es tarea de algunos novelistas. Al menos, lo llevo intentando desde 1980, cuando se editó «Un beso de amigo», mi primera novela.
Uno de los personajes fundacionales e imprescindibles de la novela negra española es Toni Romano. ¿Tendremos noticias suyas próximamente?
Los halcones no eligen a las palomas. Toni Carpintero es un pretexto narrativo, un guiño a Sherazade, para que yo pueda contar la transición en este país. Llevo siete con este personaje, la última fue «Adiós, princesa», (2008)
El Planeta lo ha ganado Lorenzo Silva, con una nueva entrega de su saga de guardas civiles, Bevilaqua y Chamorro. Ahora tú ganas el Quiñones con otra novela negra. ¿Es peligroso que la novela negra se oficialice? ¿Puede adocenarse y perder parte del mordiente que debería ser una de sus señas de identidad?
La novela, negra, fucsia, verde… ya está oficializada. Todo está oficializado, convertido en una pizzería, una mera mercancía en el gran supermercado. «Me da usted una novela negra, por favor» «¿La quiere usted con corrupción… con crímenes sangrientos… un poquito de romanticismo? La diferencia estriba, creo, en los discursos, o mensajes -terrible palabra esta- que emite cualquier obra literaria que, en suma, es «una propuesta de mirada al mundo». En darse cuenta de que ese mundo presentado está acabado, listo y en orden, o por el contrario, está en pleno desorden y sin acabar diferencia a los escritores, tanto como su habilidad narrativa.
El problema es que solo hemos aprendido a leer una sola vez en la vida.
El año en que Semana Negra de Gijón, de la que tú fuiste uno de los fundadores, ha cumplido sus primeros 25 años de existencia, tú organizaste la I edición de la Semana de Cine Negro de Salobreña, con un éxito sobresaliente. ¿Estás trabajando ya en la II edición? ¿Nos puedes adelantar algo de la misma?
Sí, creamos en 1985 una Asociación Internacional de escritores «diferentes» o sea policíacos. Se creó entre La Habana y San Juan de los Ríos, México. Julian Semionov, un gran escritor soviético, desconocido aquí, fue su primer presidente y Paco Ignacio Taibo II, su vice. Buscábamos una literatura «comprometida con la realidad», abandonando el inoperante «realismo socialista». Ya estaba prevista la Semana Negra de Gijón, en Yalta (URSS), La Habana, Berlín… pero la asociación se fraccionó, la guerra fría no había muerto, y sigue sin morir. Sigue vivita y coleando.
De todo aquello quedó Gijón… pero no era ya lo mismo.
Y, para terminar, en estos tiempos de recortes y de puesta en cuestión de la necesidad, de la utilidad de las Letras y de la formación clásica… ¿Es útil la literatura? ¿Para qué sirve?
¿Para qué sirve la literatura? Gran pregunta esa donde las haya. Pero aclaro, creo en la capacidad de «distraer» que posee la literatura, su capacidad para escuchar el eco de la risa de Sherazade. Solo los pedantes de ambos, o de los tres o cuatro sexos que existen, son capaces de expulsarla de sus vidas. La literatura, el conocimiento que aporta sobre el mundo y sobre nosotros, es fundamental. Es una forma de conocimiento que nos distrae de la muerte.
Y ahí andamos, un grupo de enajenados, organizando la II Muestra, dedicada a México, con dibujantes y guionistas de cómic, novelistas y cineastas…
Saludos fraternales.
¿Qué os ha parecido? Personalmente, me parecen respuestas muy reveladoras de una forma de entender la literatura, que es lo mismo que una forma de entender la vida…
Jesús Lens