Juego de tronos

Infundado. El temor era infundado. Porque, cuando le meten a uno una serie hasta por los orejas, desde meses antes de su estreno, el temor era que no estuviera a la altura de lo esperado, de lo anunciado, de lo prometido.

Que “Juego de tronos” es la serie que hay que ver lo saben hasta en la China. Y, si no sabes de lo que hablamos, lo mismo tampoco te has enterado de que hace unos días, dicen, mataron a un tal Bin Laden. Porque si no, no se entiende.

Prensa, radio, televisión y, sobre todo, Internet, vienen hablando de la gran apuesta televisiva de la HBO para este 2011, desde hace meses. Sin exagerar. Mismamente hoy, la publicidad de este Blog lo llevaba pegado, a la derecha de la pantalla: “Se acerca el invierno…”


¡Pues ya está aquí! Ya ha llegado. Ya está helando. Porque, efectivamente, el temor era infundado. No han hecho falta más que 60 minutos para estar ya rendidos a una serie que promete, efectivamente, sexo, violencia, aventuras, fantasmas, espada, brujería, ironía, réplicas y contrarréplicas y el máximo hijoputismo; elevados todos ellos a la enésima potencia.

Antes de ver el primer episodio ya habíamos leído que “Juego de tronos” era “Los Soprano” en versión medieval o una adaptación del universo del Señor de los Anillos a la contemporánea concepción televisiva, sin prejuicios, de la HBO. Habrá quién añada cosas de Conan, de Excalibur…

No debemos olvidar que “Juego de tronos” es la adaptación a la televisión, o sea, al mejor cine del momento, del ciclo novelístico de George R.R. Martin, titulado “Canción de hielo y fuego”, publicada en España por la visionaria editorial Gigamesh y traducida al castellano por nuestra querida, reverenciada, adorada y maravillosa Cristina Macía.

Y digo que no debemos olvidarlo porque el portentoso caudal imaginativo de Martin, al que conocimos no hace mucho en una Semana Negra, da para construir, él solito, todo un universo con resonancias a Tolkien… trufado de la auténtica historia medieval inglesa propiamente dicha.

Hablando del piloto que, efectivamente, cumple todo lo que prometía (realismo descarnado, sexo, violencia, personajes al límite, engaños, traiciones, conspiraciones, cuernos, personajes al límite, alianzas, estrategias, etcétera) podemos anticipar lo que, estamos seguros, será un hito televisivo de primer orden, de primera magnitud.

Lo que va a tener que tragar...

En serio. La tele, es lo más. De lo más. Pocas películas he visto este año que estén a la altura de “Tremé”, “The Boardwalk Empire”, “Mad men” o incluso la excelente “Crematorio”, de la que he disfrutado sus primeros tres episodios como si fueran toda una revelación.

Lo dicho. Apuntad: “Juego de tronos”.

IM-PRES-CIN-DI-BLE

Jesús juguetón tronado Lens.

Caminarás con el sol

¡Sí!

Permitidme que empiece estas notas con una exclamación en positivo y, además, admirativa.

¡Sí!

Efectivamente, “Caminarás con el sol” es una gran, una grandísima novela, como no me he cansado de vaticinar en las últimas semanas, justo desde que, a final de enero, Alfonso Mateo-Sagasta se erigiera ganador de la III edición del Premio CajaGRANADA de Novela Histórica.

Lo adelantamos en caliente, nada más terminar la rueda de prensa que dio Alfonso en Granada y de la que todos salimos ardiendo por leer el libro. Y lo reafirmamos después, durante el acto de presentación de la novela en Madrid: me apuesto el meñique izquierdo a que “Caminarás con el sol” no solo me va a gustar: ¡me va a encantar!

¡Apuesta ganada!

Porque, de momento, conservo el dedo. Intacto.

América. Siempre que he ido a dar una charla sobre cine y viajes he comentado lo ingrato que me parece el hecho de que la epopeya americana protagonizada por los españoles, más allá de los juicios de valor ético que podamos hacer, no haya tenido una plasmación lo suficientemente potente en nuestro cine. Y, por extensión, en nuestra literatura. En manos de los yanquis, el descubrimiento, conquista y emancipación de los pueblos americanos habría sido un filón inagotable.

Por eso en la Semana Negra de Gijón, un tiempo y espacio míticos como pocos, pueden surgir proyectos tan locos y aventurados como el de escribir el guión para una película protagonizada por un héroe tan desconocido como Gonzalo Guerrero. Entre vaso de vino y copa de cerveza, entre tentáculo de pulpo y cucharada de fabada, Juanmi Aguilera y Rafael Marín narraron a Alfonso la historia de un veterano de las guerras de Italia que, embarcado hacia el Nuevo Mundo para hacer fortuna, terminó convertido en maya, por convencimiento, creencia y convicción.

El cine nos ha contado muchas veces estos procesos de integración en culturas diferentes por parte de personajes duros, violentos y conquistadores que, empatizando con los pueblos y culturas a que se enfrentan, terminan formando parte de sus estructuras sociales y familiares. A título de ejemplo: “El último samurai”, “Bailando con lobos” o, más recientemente, la mismísima “Avatar”.

Y ahí radicaba mi temor: el buenismo. ¿Serían los españoles unos malotes canallas e impresentables y vivirían los mayas en una arcadia feliz ante la que, al protagonista, no le quedaría más remedio que postrarse de hinojos? Cuando empecé a leer el libro, pensé que era el gran riesgo que podría tener una narración como ésta.

No tengo que insistir, después de lo que lleváis leído, en que Alfonso Mateo-Sagasta sale más que airoso del empeño y que no existe ni un ápice de maniqueísmo en su novela. Los personajes cambian y evolucionan de una forma en absoluto forzada y las palabras fluyen con total naturalidad a través de las páginas de un libro que termina devorándose en dos sentadas.

¡Sí!

Como no podía ser de otra manera, Alfonso nos ha regalado una novela exquisita, de las que te transportan al Yucatán y te hacen sentir sensaciones e impresiones tan vívidas como atractivas.

Por cierto, ¿qué os parece la portada del libro, tan minimalista, que huye de las tradicionales densas y abigarradas portadas oscuras tan del gusto de las novelas históricas?

Como ocurre con la tónica, me costó pillarle el punto.

Ahora, me encanta.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

PD.- Alfonso vendrá a la Feria del Libro de Granada, en mayo. Una inmejorable ocasión no sólo de que nos dedique el libro, sino de masacrarlo a preguntas sobre su novela, una vez leída. ¡No dejéis pasar la oportunidad!

ALFONSO MATEO-SAGASTA GANA EL PREMIO CAJAGRANADA DE NOVELA HISTÓRICA

Regreso cansado, pero contento, del acto de entrega de la III Edición del Premio CajaGRANADA de Novela Histórica, ganado por un escritor tan colosal como Alfonso Mateo-Sagasta que, además, es uno de los buenos amigos de nuestra querida Semana Negra. ¡Estamos doblemente de enhorabuena, el premiado y el premio, que se prestigia con una de las firmas más potentes de la novela histórica escrita en castellano.

Permitidme que reproduzca parte de la información que hemos preparado, sobre el autor y la novela, desde la Dirección de Comunicación de CajaGRANADA:

Alfonso Mateo-Sagasta, con la obra «Caminarás con el sol», ganador del III Premio CajaGRANADA de Novela Histórica

La obra aborda la colonización española en América desde la inusual perspectiva de un soldado español que, tras ser esclavizado por los mayas, aprendió a respetar a sus captores, se integró en esa cultura ancestral y la defendió frente al invasor blanco

Alfonso Mateo-Sagasta aborda con objetividad y maestría uno de los episodios más oscuros y vibrantes de nuestra historia, tomando como eje a un personaje polémico que supo sobrevivir a la adversidad y unirse a la causa de un pueblo que luchó hasta la muerte por defender su forma de vida de quienes los consideraban unos simples seres sin alma.

«Caminarás con el sol» aborda la colonización española en América desde la inusual perspectiva de un controvertido personaje histórico: Gonzalo Guerrero, un soldado español que, tras ser esclavizado por los mayas, aprendió a respetar a sus captores, se integró en esa cultura ancestral y cruel como uno más y la defendió con uñas y dientes del invasor blanco.

En noviembre de 1536, el gobernador de Guatemala informó aliviado de la muerte de Gonzalo Guerrero, el español que llevaba años creando problemas a los conquistadores en las selvas del Yucatán. Pero ¿quién era ese personaje singular, que al frente de un ejército maya había cruzado el golfo de Honduras para luchar contra quienes habían sido sus compatriotas? Dos décadas antes, una carabela naufragó al sur de Jamaica y el mar empujó a los supervivientes hacia la costa de una tierra desconocida, donde fueron capturados y esclavizados por una partida de guerreros.

Ocho años más tarde, solo dos de aquellos hombres seguían con vida: Jerónimo de Aguilar, que, llegado el momento, no dudó en incorporarse al ejército de Hernán Cortés; y Gonzalo Guerrero, quien, pese a intuir su destino, decidió permanecer hasta el final aliado de aquellos que lo habían esclavizado. ¿Héroe o traidor? Tal vez fuera ambas cosas, o quizás solo un hombre capaz de mirar con otros ojos el convulso mundo que le rodeaba.

SHAHMARÁN

Hay novelas que te van gustando pero que, a medida que te acercas al final, te empiezas a preguntar:

– ¿Y como va a terminar esta historia el autor, sin cagarla?

Porque mira que es complicado, dar con un buen final.

“Shahmarán”, de Jon Arretxe, tiene uno de los mejores, poéticos, necesarios y esenciales finales que he leído recientemente. Un final de los que, al cerrar el libro, te dejan cara de bobalicón, con la mirada perdida en el espacio, como si estuvieras soñando despierto. Un pedazo de final, vamos.

Como buena parte de los libros que vengo leyendo estas semanas, “Shahmarán” me captó en Semana Negra. Estuve en la presentación que hizo mi amigo Joserra y… ¡voilá! En pocas palabras, la cosa iba de un sicario kurdo en Estambul.

Ya está.

Los que me conocéis sabéis que hay algunas palabras que me hacen salivar con locura y pasión. Estambul es una de ellas. Si, además, le adjuntas el término “novela negra”… pues ya está. Es como el famoso diálogo aquél:

– Me encanta el póker…

– Sí. Ganar y todo eso ¿no?

– Bueno, eso ya sería la leche.

Me encanta Estambul y me encanta leer sobre Estambul. Y, sin encima le metes una trama negra… ¡la leche!

Pero es que, además, Arretxe me convenció. Es decir, ¿qué hace un tío de Basauri, doctor en Filología Vasca y licenciado en Educación Física, escribiendo una novela negra protagonizada por un sicario kurdo en Estambul? ¿No os parece sospechoso?

Pues no. Resulta que Jon, entre otras muchas cualidades, atesora la de ser un viajero impenitente. Viajero. Que no turista. Si tal es posible, en los tiempos que corren. Un tipo que se larga a Turquía y se aloja en una pensión para recorrer las zonas típicas, claro. Pero también las otras. Esas por las que nunca pasan los ojos acelerados del turista contemporáneo. Esos barrios en los que vive la gente. Corriente. Y, con su ordenata a cuestas, escribe en la pensión. O en el café. O en un ferry. Y, por eso, su prosa destila realismo y respira verdad. Y credibilidad.

A fin de cuentas, la historia de un sicario kurdo con una madre a la que cuidar y dos hermanos en Alemania, es la historia de una Turquía contemporánea y de una Unión Europea contradictoria en sus afectos y sus temores. Una historia universal, por tanto.

En apenas doscientas páginas, que se leen a una velocidad vertiginosa, Arretxe nos envuelve en una trama que avanza a velocidad vertiginosa hasta terminar en el único final posible. Ese final del que hablábamos al principio y que no deberíais perderos.

Por cierto, enhorabuena a la editorial Erein por poner en marcha su colección Cosecha Roja, de la que “Shahmarán” es el primer título de, esperemos, una larga serie de novelas negras escritas por autores vascos, pero con inequívoca vocación universal.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

COSAS QUE HACER EN 2011

Unas serán más probables que otras, aunque todas sean posibles. Unas serán fácilmente realizables. Otras, difícilmente conseguibles.

¿Qué es lo bueno de un año tan penoso como este 2010 que termina? Pues lo que decía Martín Favelis en esta clarividente viñeta.

Dejando a un lado lo personal y lo profesional y, por supuesto, obviando esas generalidades del tipo “la paz en el mundo”, “el final del hambre en los países pobres” o “la captura de Bin Laden gracias a un cable de Wikileaks”; siendo egoístas, subjetivos y absolutamente personalistas, ¿qué espero hacer, razonablemente, en 2011?

Empecemos por lo más sencillo: el cine. Y, a la vez, por lo más complicado. Porque si bien ardo en deseos por ver “El cisne negro” de Darren Aranofsky, con Natalie Portman, lo que no va a poder ser, al menos de momento, es conquistar a mi actriz favorita, la más deseada: no sólo ha confirmado que tiene pareja sino que, además, ha anunciado que será mamaíta en 2011. O sea que, por ahora, a la Portman sólo la veré en pantalla. ¡Ays!

Tengo muchas ganas de ver el Tintín de Spielberg & Jackson, lo nuevo de Danny Boyle, “127 horas”, y de comprobar si los genios de Pixar han sido capaces de hacer algo grande en la secuela de su, hasta ahora, peor película: “Cars”. Yo confío ciegamente en ellos, claro, pero el órdago es grande. En cuestión de héroes, me seduce “Thor” (también sale la Portman) y, en formato televisivo… soy como Rambo (viendo Día a Día).

En cuestión de música, dado que la industria discográfica está desmantelada, pensar en comprar discos es absurdo así que centrémonos en los conciertos. A los primeros que me gustaría ver, otra vez, sería a Mano Negra o, en su defecto, a la versión Radio Bemba Sound System: en los momentos más duros de la escritura de “Café Bar Cinema” me han insuflado toda su fuerza y su energía.

Además, citas pendientes: Gotan Project y Rokia Traoré. ¿Qué, cuándo y dónde podemos verles? Díganmelo y allá que nos plantamos. Y el afrobeat de Femi Kuti. Además, me gustaría ver a Youssou NDour, pero entre su público, en el Senegal, bien acompañado de los amigos que hicimos allá estos meses.

Y es que, con lo de viajar, me apetece tanto descubrir nuevos horizontes como volver a sitios en los que he sido feliz. Como Cuba. Como el propio Senegal, cuya Casamance ardo por conocer. Pero también ardo por descender el Amazonas, descubrir Sudáfrica, el Sur de los Estados Unidos, La Patagonia… ¡Nuevamente ays! Es, el mundo, tan grande…

Por leer… no sabría ni por dónde empezar, con los cientos del libros pendientes de se me acumulan en las estanterías. Cada título que leo, cada autor por el que me decido, supone dejar en la nevera a otro buen puñado de ellos. Pero abundaremos, claro que sí, en el género negro y criminal.

Quiero volver a jugar un Intercajas de baloncesto, con todo lo que ello conlleva. Y ser capaz de organizarme para estar en Gijón y en Agüimes. En Alcalá la Real y en Almuñécar y Salobreña. Porque las clásicas citas veraniego culturales son obligatorias: Semana Negra, Festival Tres Continentes, Etnosur, Jazz en la Costa y Nuevas Tendencias. ¿Seremos capaces? Porque este año le he prometido a Pedro Melguizo que no me pierdo Etnosur.

Y quiero hacer un nuevo On the road con mi Cuate Pepe (y quién se apunte). O varios. Pero con libro nuevo que presentar. Claro que sí. Con todo lo que (también) implica.

Disfrutar de algunos buenos platos, en casas de comidas conocidas o por conocer. Rebajar mi mejor tiempo en una Media Maratón, ser más fiel al Circuito de Fondo de Diputación y, en general, pensar más en Verde. Y en Negro.

¿Superficial? Claro. ¿Vago? También. Éstas son (solo) algunas de las piezas con que esperamos construir el mosaico de un año que ya está ahí, anhelante, a punto de dar un paso adelante y comenzar su más que complicada andadura.

¿El resto de las piezas?

Pues ya las iremos buscando, eligiendo, colocando, probando, desechando, consolidando… Y lo contaremos. Claro que sí.

O no.

¿Quién sabe? 😉

Jesús Mosaico Lens