SERENDIPIA

¡Ésa es la palabra, el concepto, al que hacían referencia estas dos imágenes, que publicábamos hace unos días en el Blog y que ha tenido intrigadas a algunas personas, fieles seguidoras de esta Bitácora!

 

Serendipia.

 

Aunque estas semanas estamos hablando de conceptos bien conocidos por todos, de los Amigos a la Soledad, pasando por la Paciencia, el Rencor, la Rutina, la perseverancia, el Tiempo, la Sensibilidad, la Sabiduría o el Silencio, también nos gusta descubrir palabras raras que hacen referencia a conceptos extraños, como la Procrastinación o la Proxémica, por ejemplo.

 

Y hoy le toca a la Serendipia.

 

Para no seguir andándonos por las ramas, la definición, de la Wikipedia: «Una serendipia es un descubrimiento científico afortunado e inesperado que se ha realizado accidentalmente. Se puede denominar así también a la casualidad, coincidencia o accidente.»

 

¿No queda así un poco sosillo? Más prosaico, pero también más poético, el diccionario Óxford define la define como «descubrir cosas sin proponérselo».

 

Me gusta mucho más el título que Francis Pisani usó en el artículo donde encontré la palabreja: «Serendipia, el arte de descubrir».

 

En su artículo, Pisani defiende que, con todos los medios y caudales informativos que tenemos a nuestro alcance y disposición, corremos un severo riesgo: el de encauzar todas nuestras búsquedas hacia aquellos lugares, sites, fuentes y personas que piensan como nosotros.

 

De esa forma, encontrar lo que buscamos, es fácil. Los buscadores, las hemerotecas, la Wikipedia… a golpe de clic, todo lo que buscamos está más a mano que nunca. Pero ¿qué pasa con lo que no buscamos? ¿Dónde queda el placer del descubrimiento de lo inesperado? ¿Qué rescoldo dejamos vivo para la sorpresa, para lo absolutamente desconocido?

 

Mis amigos se sorprenden de que, gustándome tanto viajar, sea tan torpe con todo lo referente a las direcciones y la orientación espacial o geográfica. Vamos, que me pierdo en el propio pasillo de mi casa y que, para mí, un mapa y un plano son algo parecido a arcanos indescifrables. Por mi parte, me defiendo sosteniendo que así descubro rincones, parajes o paisajes nuevos, imprevistos y sorprendentes. Lo que, siendo una excusa, no deja de ser verdad.

 

Con esto de la Serendipia, por ejemplo, caigo en la cuenta de que hace meses que no me paso un par de horas en una librería, tranquilamente, hojeando libros. Leo los suplementos de los periódicos y las revistas de turno, hago mis listas, las pido a mis amigos libreros o, si los busco directamente, voy a tiro fijo. Y así no se puede descubrir nada nuevo.

 

O con las películas. Con tanto canal temático y especializado, con ochenta horas grabadas en el disco duro de la tele y con decenas de DVDs sin desprecintar rondando por casa, con tantas deseadas películas sin ver ¿cuándo te vas a poner a bichear en busca de algo nuevo o distinto a lo que tú mismo esperas o quieres ver?

 

Serendipia.

 

Francis Pisani dice que, precisamente por estar todo en Internet, la Red es un inmenso y fascinante océano para practicar la Serendipia. Que sólo hay que dejarse llevar por los enlaces que vayamos encontrando, haciendo «clic» más veces de lo habitual, de página en página. De blog en blog. De artículo en artículo.

 

Una gran verdad.

 

Pero, ¿saben en realidad cuál sería la Serendipia que más me gustaría practicar?

 

La de irme un día a la T4 de Barajas, a la ventanilla de venta de billetes de última hora y decirle al empleado de turno eso tan cinematográfico de:

 

  • ¿Me da un billete para el próximo vuelo que salga?
  • Pero, un billete, ¿a dónde?
  • Da lo mismo. Es un pasaje a la pura Serendipia.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

SENSIBILIDAD

Hace unos días me decía una compi de trabajo -y sin embargo amiga- que, a través de las entradas de estas semanas estaba descubriendo a un Jesús que no conocía, a una persona con una sensibilidad que no se le adivinaba en el trato cotidiano.

Dejando aparte el hecho de que mi compi parecía verme como a un cacho de carne con ojos 😉 está claro que esto de escribir sirve, también, para mostrarnos un poco más como somos en realidad, más allá de las charlas de ascensor, las conversaciones de café o los minutos robados al horario laboral. Porque no es fácil conocer realmente a una persona, más allá de las apariencias y las referencias externas. Con esta vida acelerada que llevamos, no resulta sencillo conocernos en profundidad.

 

Podemos especular sobre una persona por cómo viste, por sus aficiones y por quiénes son sus amigos, tal y como veremos dentro de muy poco. Pero todo ello son factores exógenos a la persona. Es la apariencia. La cáscara. Y lo más difícil, siempre, es desentrañar lo de dentro.

 

Y lo de dentro son las vísceras… y la sensibilidad que las rodea.

 

Decía Balzac que «los seres más sensibles no son siempre los seres más sensatos». Una verdad como una catedral de grande. Es un lugar común, en novelas y cine, mostrar a esos personajes que, dotados de una especial hipersensibilidad, más que como tímidos irrecuperables, se comportan como auténticos energúmenos sociales.

 

Pero no hay que llegar a esos extremos. Todos tenemos nuestro corazoncito. Hasta las personas más aparentemente gélidas, trozos de hielo desprendidos de los grandes témpanos de la Antártida, pueden bullir por dentro. 

 

Lo que pasa es que, siguiendo al gran Leonardo Da Vinci, «donde hay más sensibilidad, allí es más fuerte el martirio». Y que, pareciendo invulnerables, pétreas y coriáceas, hay personas que intentan protegerse a toda costa, evitando el martirio y el tormento de que su especial sensibilidad se vea afectada o alterada.

 

Sí. A mí me gusta expresarme a través de las palabras. Pero, principalmente y sobre todo, de las escritas. Si no, ¿qué sentido tendría esta Bitácora?

 

Porque detrás de una pantalla, como si fuera un cristal blindado, uno se siente más fuerte, más seguro, más invulnerable. Y por eso lo que aquí se escribe, aquí se lee, aquí se comenta y, por supuesto, de aquí no sale.

 

La otra parte, la que está ahí fuera, ese tipo de cerca de dos metros que anda tomando café, jugando al baloncesto, saliendo a correr o tomando unas cañas; siendo el mismo, es distinto.

 

¡No traspasar la pantalla!
¡No traspasar la pantalla!

Ojo.

 

No es Otro. Sencillamente, ahí fuera, muestra otra sensibilidad. O, quizá, como mi compi parecía insinuar, lo que muestra es una cierta ausencia de ella. Pero en realidad y como nos pasa a todos, aunque contradigamos a la famosa serie de televisión, ¡la verdad está aquí dentro!

 

Jesús Lens… ¿sensiblero? 😉