“No se trata de tener derecho a ser iguales, sino de tener igual derecho a ser diferentes”. Eso, más que un lema, es una declaración de principios, una filosofía de vida que deberíamos asumir como propia, todas y todos. Y de ello hablo hoy en IDEAL.
Ayer se presentó en sociedad la Fundación Diversos, por un mundo diverso y sostenible. Y lo hacía en el Ayuntamiento de Granada, el Día Mundial del Refugiado, lo que sirvió para recordar que la sociedad del siglo XXI sigue enfrentándose a múltiples etiquetas que obstaculizan el crecimiento y el desarrollo personal, profesional y afectivo.
Palabras y conceptos como “autismo”, “síndrome de Down”, “inmigrante”, “adoptada”, “homosexual”, “transexual”, “TDAH”, “bipolar”, “adicta”, etcétera son más que palabras. Más que conceptos. Sin que sea necesario su uso peyorativo. Son palabras que generan prejuicios.
Para luchar contra ellos, contra los prejuicios que tantos perjuicios provocan, ha nacido la Fundación Diversos que contribuirá a plantar cara a la confusión y a la discriminación, más o menos inconsciente, más o menos interesada, que provocan los prejuicios.
Efectivamente, no se trata de que todos seamos iguales. Se trata de que, siendo diferentes, podamos acceder a una igualdad de oportunidades. Se trata de mostrar el valor de la diferencia.
A mí, por razones que van más allá de ser un mostrenco de cerca de dos metros de altura, siempre me ha atraído lo raro y lo diferente. “Es un mundo extraño…” Pocas frases más enigmáticas y excitantes que la de Sandy a Jeffrey, al final de “Terciopelo azul”, después de haberse asomado al otro lado de la realidad. O de lo que ellos, jóvenes e inocentes, consideraban que era la realidad.
Detesto la normalidad y me declaro fan de la anormalidad. Adoro a Diane Arbus como ejemplo a seguir, en su empeño por mostrar la belleza de las personas diferentes y les recomiendo encarecidamente que vean la película “Freaks”, una joya de 1932, dirigida por Tod Browning.
Fíjense si la Fundación Diversos tiene camino por recorrer y trabajo por hacer que, de un tiempo a esta parte, la palabra friqui menosprecia y descalifica al que es diferente.
Se nos llena la boca hablando de originalidad, como valor. Pero, a la hora de la verdad, lo diferente nos da miedo. Nos aterra. Y reaccionamos con saña contra ello, amparándonos en la masa que empieza por ocultarlo para, después, anular cualquier diferencia.
Jesús Lens