Tras la cuarta entrega del serial Barras y Estrellas, lógicamente llega la quinta, en la que todo empieza a complicarse:
– ¿Conoce a Fernando Márquez Rodríguez?
– Pues depende.
– ¿De?
– De quién lo pregunte…
– Eso creía que ya había quedado claro.
– …y, sobre todo, de para qué lo pregunte.
Estrellita, a lo largo de los años, había tenido que lidiar con inspectores de sanidad, inspectores de trabajo y hasta con inspectores de la SGAE. Una vez, incluso, con un inspector veterinario. Sin embargo, no estaba habituado a vérselas con inspectores de la policía.
El inspector López le había entrado con absoluta corrección, pero a Estrellita le generó desasosiego que aquel tipo le mostrara una placa y le preguntara por uno sus parroquianos habituales. Aunque era bien cierto que Nando llevaba días sin asomar por “Café-Bar Cinema”, tampoco tenía obligación de fichar.
– La mañana del pasado domingo, su madre llamó a comisaría, denunciando la desaparición del susodicho, que aparecería en Motril, y en lamentable estado, unas horas después.
– Pensaba yo que para tramitar una denuncia por desaparición tienen que transcurrir, como mínimo, 24 horas de ausencia de la persona…
El policía puso los ojos en blanco y levantó la mirada hacia el techo, mostrando la inequívoca expresión de “Señor, dame paciencia” habitual en cada vez más profesionales. ¡Cuánto daño han hecho CSI y las series de abogados en un país que, si antes se podía vanagloriar de tener 40 millones de seleccionadores nacionales, ahora también podía presumir de tener un penalista-criminalista por cada aficionado a la televisión! Por no hablar de los internautas hipocondríacos adictos a “House”.
– Da lo mismo. El caso es que Fernando Márquez apareció hecho unos zorros y sin recordar nada de lo que había ocurrido.
El inspector pudo percibir las típicas miradas cómplices y risitas disimuladas entre algunos de los clientes que, aparentemente, estaban a lo suyo, repartidos por la barra del bar. En realidad, podría haber pedido al encargado que fueran a un lugar más discreto para hablar del tema, pero quería que los habituales escucharan lo que tenía que decir. Por eso, además, había hecho que un par de sus hombres entraran unos minutos antes y se ubicaran en lugares estratégicos de un bar, dicho sea de paso, muy bien montado.
– Me extraña, la verdad. Fernando no es uno de esos jóvenes camicaces que se beben hasta el agua de los floreros. Es un buen bebedor. Sensato y tranquilo. Pero, ¿por qué me cuenta todo esto a mí?
– Porque éste fue el último lugar en que recuerda haber estado, la noche de autos.
Haciendo memoria sobre la noche de marras, Estrellita no encontró nada raro en el comportamiento de Fernando. Empezó con una 1925 y, después, se pasó a las Especiales de barril, como casi siempre. Rosa llegó algo tarde, remataron la velada con una copa de vino y salieron por la puerta tan campantes, sin hacer eses o haber entonado cánticos populares.
– Pues de aquí salió de una pieza, entero y sin mácula.
– ¿Bebieron mucho, Fernando y su acompañante?
O sea que, efectivamente, la policía no es tonta y, aunque hacía poco tiempo que Nando salía con Rosa, ya la tenían controlada.
– En absoluto. Él tres o cuatro cervezas y una copa de vino. Ella, ni eso.
– ¿Hacía cuánto que Fernando salía con su chica, Rosa?
– No mucho. Apenas si la había traído por aquí dos o tres veces.
– ¿Qué tenían pensado hacer al salir de aquí? ¿Pensaban seguir la juerga?
– Fernando no es muy fiestero, pero a Rosa parece que le va más la marcha. Siendo sábado noche, imagino que irían a tomarse un cubatita por ahí. Pero no sé a dónde. Imagino que Rosa será la más indicada para contestarles a esa pregunta, ¿no cree usted?
– ¿Qué bares de copas mandan por aquí a sus relaciones públicas para conseguir clientes, señor Castro?
– Solo un par de ellos, los dos de aquí al lado. Me traje el “Café-Bar Cinema” a esta zona, fuera del centro y de las calles típicas de una ciudad como Granada para tratar de hacerme con una clientela propia y fiel, al margen de los vaivenes del turismo. Así que, sitios de copas, solo dos y recién abiertos.
– Muchas gracias por su colaboración, señor Castro.
(Continuará)
Veamos anteriores 16 de marzo, aunque dos de ellos estábamos ya en Semana Santa y viajando, claro. Qué caprichoso es el calendario lunar: 2008, 2009, 2010 y 2010.