Escribo mi columna dominical para IDEAL sentado en una terracita de Sevilla, cercana a la estación de autobuses de Plaza de Armas. Pasa un grupo de alborotadas chicas, gritando, disfrazadas de adefesios. O de espantajos. Celebran una despedida de soltera, por supuesto. Los coches les pitan y les jalean. Me siento como en casa.
A mi lado hay unos guiris vestidos de verano: pantalón y camiseta corta. El viento, fresco todavía, les incomoda mientras intentan averiguar qué demonios es un serranito. Yo he pedido morcilla. Ellos preguntan al camarero, con asco, si esto es un serranito. Y el hombre les explica que no. Da igual. Piden chicken a la plancha y vegetarian salad. Los pobres. Espero que, en cuanto vean el flamenquín y el salmorejo que están por venir, mueran de envidia.
El caso es que las terrazas de Sevilla están en pleno apogeo. Y aquí no oigo hablar del fracaso de Sánchez con Podemos. O viceversa. Porque aquí están en lo que llaman la Preferia. Y las preocupaciones tienen más que ver con las casetas que con las candidaturas electorales.
Y hablan del metro. ¡Y eso que el suyo funciona! Hablan de él. Bien. Y le hacen fotos. Porque lo han tuneado y vestido íntegramente de Tío Pepe. ¡Hasta un sombrero cordobés le han colocado, al vagón de cabecera! La gente habla con cariño del metro. Hasta los taxistas. Y no sé si es por lo molón que ha quedado, vestido de flamenco etílico, o también por lo útil que resulta. Que solo tienen una línea que conecta dos zonas periféricas de la ciudad, cruzando por el centro. ¿Les suena?
Todo esto me tranquiliza, de cara a la ¿inminente? puesta en funcionamiento de nuestro propio metropolitano. Al final, lo mismo resulta más útil que convertir el trazado de las vías y su césped artificial en pistas de entrenamiento atlético o zonas de esparcimiento para pícnics y microbotellones.
A los guiris no les ha impresionado el flamenquín. Y han pedido una segunda tapa de pollo. ¡Qué insistencia!
He encargado cazón en adobo y croquetas de mamá. A ver si así. Pasa otro grupo de chicas en ebullición. Esto es un no parar, que van vestidas de enfermeras picaronas. Y gritonas. Disculpen que les deje. Llega la comanda y se me hace tarde. Que el bus sale en unos minutos. ¡Hasta mañana!
Jesús Lens