Hoy no sé sobre qué escribir. Tengo ideas, pero ninguna tan diáfana como para dedicarle las 390 palabras de esta columna. Vengo de Íllora y Alomartes, de ver unos olivos centenarios, pero esta historia necesita tiempo, reposo y documentación. También he conocido a un par de tipos estupendos, cada uno con una historia diferente, ambas complementarias. Pero me pasa lo mismo: aún no ha llegado su hora.
Rebobino. Ayer estuve viendo dos exposiciones fascinantes, pero todavía no he terminado de procesar el impacto visual, sensorial y emocional provocado por el Génesis de Salgado y las Inclemencias de Irene Sánchez.
Y esta mañana, camino del trabajo, pillé al vuelo la conversación de unos jóvenes que iban al instituto. Hablaban de coches de lujo. Y, en mitad de la conversación, se coló un nombre: Dimitri. Dimitri debe ser un ruso que lleva en Granada desde los seis años y que habla con acento muy del barrio. Ya tenía título: Dimitri, el Ruso del Zaidín. Pero no he pasado de ahí. Del título.
Sigo sin ideas. Porque tengo un recorte en mis manos con una información muy curiosa: los granadinos viven casi un año menos que la media nacional. Pero está tan bien desarrollada y es tan completa que solo podría aportarle dos banalidades intrascendentes.
También tengo guardado el suplemento de Economía de este periódico, del pasado domingo. Y es demoledor para Granada. Cifras, datos, comparativas… No. Estamos bien. Pero este análisis también requiere una reflexiva digestión para tratar de ir un poco más allá. Y el tiempo apremia.
Podría hablarles de Stephen Curry y de cómo está cambiando el baloncesto, un fenómeno que entronca con Jordan y, más allá, con Larry Bird y Magic Johnson. O de, posiblemente, la mejor serie de televisión del momento, la heladora e impresionante “American crime”. Pero ¿pegaría en esta sección? ¿Les interesaría a ustedes?
También tenemos la Fiesta de la Primavera, el Botellón y la Holly Run, pero ya he escrito sobre ello hace no demasiado tiempo. Y está, por supuesto, el drama de los refugiados. Pero fíjese usted por dónde, cuando me he ido a acordar de los refugiados, resulta que me he quedado sin espacio y ya he terminado la columna. Que podría empezar de nuevo, y centrarme en ellos. Pero que menuda pereza, ¿no? Mejor otro día. Ya si eso.
Ustedes me entienden, ¿verdad?
Jesús Lens