Suena raro, pero es así. Me han hackeado mi cuenta de Instagram por segunda vez en pocos meses y estoy más alegre que unas castañuelas. No tengo ni idea de cómo ocurrió la primera vez, pero en esta ocasión he picado como un pardillo. Sin entrar en detalles, se juntó el querer quedar bien con alguien con quien tuve un rifirrafe en las redes hace un tiempo, el cansancio acumulado y estar viendo baloncesto a la vez que enganchado al móvil.
Doy por perdida mi cuenta. Me dicen que lo mismo la puedo recuperar si hago unas gestiones y le echo paciencia, pero tampoco me importa tanto. Me he abierto otra, jesus_lens_granada y he empezado de cero. Eso sí: a partir de ahora me conduciré de otra manera en las redes.
Para empezar, no sólo no contestaré a ningún mensaje directo, messenger o chat; es que ni siquiera los leeré. Únicamente me daré por enterado de lo que me llegue vía correo electrónico y guasap… siempre que tenga identificado al remitente: paso de números sin identificar.
No volveré a pinchar en ningún enlace que llegue a través de las redes sociales. ¡Jamás! Y al que persista en su envío, lo bloquearé y/o eliminaré sin contemplaciones ni explicaciones.
No volveré a subir a mis perfiles ni retuitearé nada en lo que me etiqueten al bulto. Me daré por enterado… o no. Pero ya está. Y a quienes abusen del etiquetado indiscriminado para darle publicidad a todo lo que hacen, lo mismo que en el párrafo anterior.
Me parece fantástico que vayas a presentar tu libro en tu ciudad… que está a 750 kilómetros de Granada. Es genial que te hayan invitado a dar una charla en Transilvania o a impartir un taller en las Islas Aleutianas, pero no me etiquetes para que me entere de tamaña proeza, por favor. Ya lo leeré en tu perfil y me congratularé como se merece.
Y aprovecho para abrir el melón del spam a través del guasap: al que abusa y, cada semana manda dos, tres o más mensajes genéricos con su vida, obra y milagros, lo tengo ‘silenciado para siempre’ y lo considero más un bot que una persona. Sin acritud, ¿eh?
Lo sé, lo sé: llego tarde. Si me hubiera aplicado el cuento antes, los hackers no estarían tratando de vender criptomonedas en mi nombre a través de mi Instagram. Lo siento. Me he equivocado. No volverá a ocurrir.
Jesús Lens