Cuando empezó el baile en el Ayuntamiento escribí un tuit medio en broma pero completamente en serio, planteando la posibilidad de que, en un giro de 360 grados, Luis Salvador acabara orbitando en torno al planeta PSOE… otra vez. Era una boutade, pero la furibunda reacción de personas del entorno socialista me hizo dudar. ¿Y si no había pinchado del todo en hueso?
Siempre que llegamos a puntos de no retorno me acuerdo del surrealismo implícito en el título de una de las grandes novelas policíacas de Chester Himes: ‘Un ciego con una pistola’. Así me sentí después de escuchar la ¿pillada? ¿involuntaria? del famoso audio del viernes y lo de la reunión de las seis con… puntos suspensivos.
En el partido socialista siempre fueron muy del Señor X, además de veleidosos con términos coloquiales como ‘Pte’. Lo que para una inmensa mayoría significaba ‘presidente’ se interpretó como ‘pendiente’, ‘pretendiente’ y cualquier otro ‘diente’. Cuando Jacobo Calvo dijo hace unos días que con Salvador no iban ni al tranco de la puerta, podía interpretarse como un coloquialismo parecido a los antiguos denuestos de Sánchez y compañía hacia los nacionalistas y los indultos. Cuestión de matices, que es de sabios rectificar. Y de ‘sabíos’, incluso.
¿Se imaginan a Paco Cuenca convirtiéndose en alcalde de Granada con el voto, por acción u omisión, de Luis Salvador? Si yo fuera dirigente popular, me frotaría las manos. No olvidemos que este pifostio lo han provocado las negociaciones de estrategas de tanto fuste como Teodoro García Egea y Pablo Hervías, ambos ya en el PP. Ahora mismo, los concejales populares no deberían encontrar piedra bajo la que esconderse. Por cómo se dejaron ningunear hace dos años y por cómo les ha toreado Salvador hasta antes de ayer.
Si los improbables, pero no del todo imposibles devaneos entre Salvador y el PSOE acabaran fructificando, el PP granadino tendría tiempo por delante para redimirse, hacer purga y volver a empezar, como si de una película de Garci se tratara. Sobre todo si Marifrán Carazo saca adelante la Ley del Suelo de Andalucía y se viene con la ampliación del Metro debajo del brazo. Y nos queda el enigma Cambril. ¡Lo que le gusta al concejal confluyente ir de independiente! Y a contracorriente.
‘El mundo se acaba todos los días’ fue una de las grandes novelas de Fernando Marías. En Granada, el bochorno consistorial no termina de acabarse por muchos plazos, ultimátums, vetos y votos de los unos y los otros. Al final, lo más sensato va a ser lo de Vox: disolución del Ayuntamiento y elecciones municipales parciales en tres meses. Como las Tacañonas: ¡campana y se acabó! ¿No daría pena llegar a eso?
Jesús Lens