¡Que le corten la cabeza!

Las cabezas cortadas están de moda. La culpa podría distribuirse entre la Alicia de Lewis Carroll y los “Juegos de tronos” de George R. R. Martin. También podríamos remontarnos a la Revolución Francesa y al episodio bíblico de Salomé y San Juan Bautista, si hablamos de cortar por lo sano y de bandejas de plata, pero tampoco es cuestión de escribir una tesis doctoral.

El caso es que fue empezar la campaña electoral, salir publicados los resultados de las encuestas y empezar a correr el runrún de que la cabeza de Susana está en peligro. Que podría ser el tributo que exigiría Adelante Andalucía para permitir al PSOE formar gobierno, dado que Cs y PP no sumarían mayoría suficiente para acceder a San Telmo.

¿Susana? ¿Has escrito “Susana” así, al natural, sin añadirle el Díaz de su apellido? Sí. A propósito. Con premeditación y alevosía. Para hacer notar la distinta vara de medir con la que seguimos tratando a los unos y a las otras. ¿Se acuerdan de las primarias del PP, en las Pablo Casado se las veía con la coloquial Soraya? Pues en Andalucía, igual.

¿Por qué no se habla de Juanma o de Juan, en plan compae? En concreto, lo del líder -sic- del PP andaluz resulta ilustrativo, con el Bonilla siempre adosado al Moreno. Como si de un árbitro se tratara. Ya saben. Mateu Lahoz, Sánchez Arminio y así.

Ellas, sin embargo, son Susana. O Teresa. A secas. ¿Usamos sus nombres de pila por cercanía y familiaridad o, sencillamente, porque las consideramos accidentales, una anomalía que pasaba por allí? Quizá es que hay tan pocas Susanas o Teresas en puestos de responsabilidad que no es necesario emplear sus apellidos para identificarlas…

¿Qué razones se aducirán, en su caso, para exigir la cabeza de Susana Díaz? Razones, ojo. No hablo de filias y fobias; de simpatías y antipatías. ¿Se trata de imitar a la CUP o hablamos de un ejercicio de maquiavelismo interno impulsado por el propio PSOE, al estilo Borgia? O será, quizá, que hay quienes no se acostumbran a las presidentas.

Jesús Lens

Entre promesas y negaciones

Sé que debería hacer un estudio más serio y riguroso, pero no quiero que me acusen de meterle cocina a las peregrinas líneas que se aprestan ustedes a leer.

Ha arrancado la campaña electoral y, les hablo de memoria y sin tirar de Google; percibo dos tendencias bien diferenciadas entre unos y otros partidos.

PSOE y Adelante Andalucía le han escrito su carta a los Reyes Magos y traen ideas y propuestas de gobierno. Las promesas electorales de toda la vida. Del PSOE recuerdo cosillas en educación -más docentes para que baje la ratio entre alumnado y profesorado y más libros gratis- y también que va a mirar la ampliación del Metro en Granada y algo de las zonas rurales.

Adelante Andalucía está por la energía verde y la protección del medio ambiente por la zona de Doñana y ha defendido que Granada debe ser la gran abanderada de la ciencia en Andalucía.

Sin embargo, cuando pienso en las propuestas del PP y de Cs, solo se me vienen a la cabeza sus promesas de no dejar gobernar a Susana Díaz. Y tampoco consigo sacarme la imagen de Moreno Bonilla y Casado en el McDonalds.

Estoy seguro de que algo más habrán dicho. Sobre la corrupción, por supuesto. Y sobre la hispana españolidad andaluza. Pero, ¿alguna propuesta constructiva y concreta para nuestro futuro inmediato? No caigo… Ya les digo: sé que debería esforzarme más, pero ahora mismo, mi percepción es esa.

Aunque, bien pensado y dado que procuro leer cuatro periódicos al día, ¿no debería fiarme de mis percepciones? A ver si es que, efectivamente, son dos formas diferentes de afrontar la campaña y, mientras las izquierdas salen a defender el resultado a través de las clásicas promesas electorales; las derechas y los liberales afrontan el choque pensando más en desbaratar el juego del adversario que en desplegar el suyo propio.

Prometo estar más atento en los próximos días. Y anotar y analizar las propuestas tangibles de los diferentes partidos. Ojo. No me vuelto cándido, inocente y crédulo. No me voy a tragar acríticamente una ración de promesas electorales detrás de otra. Pero sí quiero constatar si unos tienen un discurso más constructivista -aunque no me crea ni la mitad de la mitad de sus propuestas- y los otros están más pendientes de bloquear, obstruir, enredar, negar y retranquear.

Jesús Lens

Envuelta en la bandera

Suena temprano el despertador en San Telmo, hoy lunes. Susana Díaz lo apaga y se da la vuelta para dormir cinco minutitos más. Se lo puede permitir, que esta mañana tardará un pispás en vestirse: volverá a sacar la bandera blanca y verde del armario, se envolverá en ella, la sujetará con un sencillo imperdible y… ¡al lío!

Desde mitad de la pasada semana, cuando la ex ministra Tejerina dijo lo que dijo, hemos podido leer y escuchar decenas de veces la misma cantinela: Susana Díaz ha aprovechado la coyuntura para envolverse en la bandera de Andalucía.

Que ya me imagino a la de Triana, en la tienda, comprando trapos de tonalidad blanquiverde.

—¿Se lo envuelvo, presidenta?

—No, chiqui. Me lo llevo puesto. La que se envuelve soy yo.

Acción y reacción. De repente, el informe PISA es Dios. Gracias al cielo, eso sí, por las memes que le quitan hierro al asunto educativo y nos permiten reírnos gracias al ingenio colectivo que circula por la Red, con los infantes de Castilla-León convertidos, todos ellos, en genios matemáticos y metafísicos, émulos de Einstein.

Que el informe PISA dice lo que dice, es un hecho. Pero, ¿qué tal si vamos un poco más allá? ¿Qué tal si, por ejemplo, leemos a Julio Llamazares -otra vez- cuando habla de la auténtica tragedia de su tierra, Castilla-León? Lo escribía hace solo dos días, en su imprescindible columna de El País: El camino inverso. Aludía a la noticia de que un niño había nacido en la aldea de Pobar, una localidad radicada en lo que el autor llama la Laponia española, por razones obvias.

Llamazares prefiere hablar de la España despoblada, mejor que de esa España vacía de la que Castilla-León es paradigma. Una España despoblada -y pobre- con decenas y decenas de pueblos fantasma, abandonados porque sus habitantes se han ido trasladando a las ciudades, más ricas y con más oportunidades. Educativas, por ejemplo.

¿Cuál es la sentencia de muerte de cualquier pueblo? Que cierre el colegio. Porque no hay niños. Quedarse sin maestros. Las aulas vacías, por la ratio. La diáspora. La soledad. El fin.

Hablemos del PISA, claro que sí. Pero hablemos también de la población y de su densidad. Y de la geografía. De la España abandonada. De la España vacía. Y hablemos, ya puestos, de la financiación autonómica.

Jesús Lens

Tardías elecciones anticipadas

Da la sensación de que Susana Díaz ha anticipado las elecciones andaluzas como con desgana y sin particular interés: tiene tan claro que volverá a gobernar que se lo ha tomado con calma desde aquellos primeros vaticinios que apuntaron al 28-O como cita con las urnas, en conmemoración del aniversario de las míticas elecciones de 1982.

La fecha elegida finalmente, el 2 de diciembre, también tiene algo de simbólico: se trata del día en que Felipe González fue investido presidente del gobierno tras arrasar en aquella convocatoria electoral.

Tres meses y medio de adelanto electoral en Andalucía que van a servir para que los unos y los otros se coman el turrón navideño sabiendo lo que les espera a partir de comienzos del 2019. Y lo que les espera, a ellos y a nosotros, es más de lo mismo. Presumiblemente.

Susana Díaz adelanta las elecciones para asegurarse de que el voto de Ciudadanos en la investidura no esté influenciado por los pactos de gobierno del futuro gobierno central. Que eso sí va a tener su miga. El PSOE conseguirá una mayoría no absoluta en Andalucía y le resultará más fácil negociar los pactos sin mirar de Despeñaperros hacia arriba.

A Susana Díaz también le interesa anticipar “sus” elecciones dados los líos ministeriales del gobierno de Pedro Sánchez y su política a lo Chiquito de la Calzada: un paso adelante y otro atrás que terminan dejándole en el lugar de partida, pero con muchas risas. La marca PSOE parece haber tocado techo y está en una espiral descendente que ya no parará hasta las elecciones generales.

La dispersión de la derecha también beneficia al PSOE. Máxime tras la inquietante puesta en escena de VOX del pasado fin de semana. Con un Casado recién aterrizado y un Moreno Bonilla que sigue siendo el gran desconocido de la política andaluza, el PP no lleva buena mano en esta partida y Ciudadanos se verá obligado a volver a apoyar a Susana o a quedar en el ostracismo. La incógnita será comprobar cuántos votos consiguen arañarle por la izquierda Teresa Rodríguez y sus confluencias. Y si  servirán para algo práctico.

Es cierto que todo puede cambiar en cualquier momento, pero la lógica de las matemáticas y los juegos de las probabilidades nos abocan a completar los 40 años de gobierno ininterrumpido del PSOE en Andalucía.

Jesús Lens

Susana buena / Susana mala

Dos imágenes principales nos dejó Susana Díaz de su paso por Granada, el pasado viernes. En una, aparece la Susana buena, la presidenta que elogia la creación del centro de la “Nasa europea” en el Parque de las Ciencias, rodeada de jóvenes que charlan frente a un robot.

 

En la otra, la Susana mala aparece a los mandos del metro. Ese metro que nunca fue inaugurado y al que solo se ha subido la presidenta de la Junta de Andalucía cuando su puesta en marcha efectiva ha sido un éxito arrollador.

 

¡Qué timorata ha sido, la presidenta! ¡Qué cobardes, las autoridades de la Junta! El metro, una obra de cientos de millones de euros, la mayor inversión en la historia de Granada, la infraestructura más costosa de los últimos lustros; se quedó sin inaugurar. ¡En una tierra que se hizo famosa, hace ahora cuatro años, con 14 políticos inaugurando una rotonda!

 

¿Se acuerdan de aquella bochornosa imagen, que dio la vuelta a España, más exitosa que los triunfos de Contador o Valverde? En época de penurias como la que vivimos, en la que no hay una mísera infraestructura que echarse al teleobjetivo, hay políticos que se pegan codazos por ser los primeros en lanzarse por el tobogán de un parque infantil recién inaugurado.

 

Y en este contexto, cuando llega el día de la inauguración de un metro que ha costado la nada desdeñable cantidad de 558 millones de euros, par de millones arriba, par de millones abajo; nuestros representantes públicos se pusieron de perfil, protagonizaron el último viaje en pruebas, salieron del ruedo por una puerta falsa para apartarse de los focos y se parapetaron tras el burladero, a ver cómo salía el morlaco.

 

Y el morlaco ha salido brioso, fuerte, sano y con energías. Y el metro ha sido tal éxito, desbordando los vaticinios más optimistas, que Susana Díaz decidió ponerse a los mandos… cuando ya era tarde y la foto queda hasta ridícula.

 

Así las cosas, me quedo con la imagen de la presidenta apostando por la oficina Esero de Granada, única en España, un proyecto educativo conectado a catorce centros de referencia de toda Europa y que mira al futuro, basado en la enseñanza de disciplinas científicas a esos jóvenes estudiantes que, esperemos, sean los auténticos agentes protagonistas de la real y definitiva modernización de Andalucía.

 

Jesús Lens