Señalan muchas críticas que la segunda parte de la mítica Trainspotting, de Danny Boyle, no era necesaria. ¡Cómo si el 95% del cine actual sí lo fuera! Del actual y del de toda la vida, tampoco vayamos a ponernos estupendos.
¿Era innecesaria “Trainspotting 2”? Pues échenle un vistazo a la cartelera, comparen… y ya me contarán. En fin. Dejando al margen la cuestión de la pertinencia (o no) de la película, digámoslo desde el principio, alto y claro: ¡Sí! ¡”Trainspotting 2” es muy buena y, además, resulta coherente con su primera parte!
Y es que, entre ambas cintas, ha pasado la friolera de veinte años. Que dependiendo del humor, las circunstancias y la suerte de cada uno, veinte años pueden ser toda una vida… o pueden no ser nada.
Y en esa dicotomía se mueve el brillante guion de T2: mientras que para algunos personajes, sobre todo para Renton, el protagonista de la película, el traidor que robó a sus amigos; veinte años han podido ser toda una vida, para los otros tres miembros de la pandilla, veinte años no es nada.
Porque Renton cambió de vida, se instaló en Ámsterdam, encontró un buen trabajo, se casó…¡y hasta se hizo runner! Renton, finalmente, eligió la vida, traicionando su famoso e irónico discurso anarco-nihilista, contestatario y asocial del arranque de “Trainspotting”. Sickboy, Spud y Begbie, sin embargo, siguen en lo de siempre. Más o menos. O peor.
Para una generación entera de cinéfilos, estos cuatro tipos fueron algo especial y significativo. Por eso, el reencuentro con ellos, veinte años después, ha sido tan coherente como dolorosamente crudo. Y realista. ¿Qué podíamos esperar, más allá de que hayan conseguido sobrevivir? Si a los 25 años eran carne de cañón, a los 45 deben contentarse con ser los restos del naufragio, tratando de no ahogarse en un asfixiante y opresivo presente.
Y, llegados a este punto, ¿qué nos queda? Cuando el presente es vacuo e inane -atentos a la imprescindible actualización del monólogo elige-la-vida de Renton- y el futuro no se contempla; la única posibilidad es, por supuesto, retornar al pasado. Y hacerlo… a través de la nostalgia.
Y eso es lo que, creo, irrita a tanta gente. Que T2 es el espejo de nuestra derrota. Y el reflejo de nosotros mismos, veinte años después, resulta incómodo, triste, patético y doloroso.
Jesús Lens