No sé ustedes, pero yo estoy loco porque llegue mañana sábado y poder quitarme la mascarilla en exteriores sin sentirme culpable. Lo siento por Moreno Bonilla, pero en esto me alineo con el Gobierno central: allá donde haya espacio y separación, la mascarilla al bolsillo.
Vivimos en una sociedad tan ridícula y falsamente polarizada que los ejecutivos autonómicos del PP han exigido hacer, de forma sistemática, lo contrario de lo que marcaba el Gobierno central. Cuando se decretaba cerrar, clamaban por abrir. Cuando tocaba abrir, se echaban las manos a la cabeza porque era mejor seguir cerrados. Y así todo.
De acuerdo a la estrechez de miras de los alineados y muy alineados, si son del PP, el sábado tendrán que llevar la mascarilla puesta por la calle, sí o también. Aunque caminen solos a 40 grados a la sombra. En cambio, de ser sociatas, la llevarán en el bolsillo y se cuidarán muy mucho de ponérsela, no sea que los suyos piensen mal y les llamen equidistantes, tránsfugas o cosas peores.
Y luego estamos los seres humanos racionales, que nos pondremos o quitaremos la mascarilla según veamos la situación y el momento, apelando a la sensatez y al sentido común. Da mucha pena que los partidos pleiteen por las cuestiones pandémicas a costa de seguir perdiendo credibilidad entre la ciudadanía y aumentando su descrédito.
Seguimos anclados en ese falso silogismo tan empobrecedor: X siempre yerra. Dado que la medida Tal ha sido tomada por X, la medida Tal tiene que ser obligatoriamente errónea. Y no. No es así. Por ejemplo, la gestión de las vacunas. ¿Se acuerdan, a principios de año, de las broncas por el reparto de las dosis y los famosos culillos por aprovechar? Ahora nadie pía y hemos olvidado aquellos reproches cruzados. En otras comunidades no sé, pero en Andalucía está siendo modélico el proceso de vacunación. Lo demás era ruido de fondo, material inflamable para las redes.
Jesús Lens