Te quiero porque me das de comer

Reseña dedicada a Ricardo Bosque.

¡El puto amo!

 

Oiga. ¿Qué? Que vaya novela… ¿No le ha gustado? No. Me ha enganchado. Como la heroína. Me ha tenido imantado a la lectura desde las primeras palabras del primer capítulo: “El asesino en serie carece de empatía: el asesino en serie acostumbra a cosificar a sus víctimas: las concibe como objetos, nunca como personas: jamás se arrepiente de sus crímenes e incluso, cuando la policía lo detiene, confiesa haber cometido más crímenes de los que realmente cometió”. Pero, ¿gustarme? Yo creo que no.

 Te quiero porque me das de comer

¿Cómo va a gustarme una novela cuya lectura me hizo, a veces, apartar los ojos de sus páginas? Pues como pasa con las películas de terror. Ya, pero esto es un libro. Y los libros no deberían salpicar.

¿Ah, no?

Oiga. ¿Qué? Que lo mismo, si lo pienso bien, sí que me ha gustado. Igual que me gustan las patatas bravas, muy bravas. Esas bravas que pican al entrar, pero que pican más aún al salir. ¿Es posible?

Un médico. Reputado. Que vive en un barrio en constante deterioro: Carabanchel. Pero que aún tiene alma: “En muchas ocasiones se nota que el barrio de Carabanchel (antes de convertirse en lo que es) fue un pueblo: (los domingos) todavía a mucha gente la despierta el altavoz del colchonero lanero (que cambia tres viejos colchones de lana por uno de espuma o de Flex), la interminable o del chatarreroooooooo, el melódico chiflo del afilador y el órgano que pone música al más difícil todavía de la cabra”.

 Te quiero porque me das de comer Carabanchel

Un médico especial. Muy especial. Un médico cuya compleja personalidad comenzó a forjarse en las aulas de la Facultad. Como está mandado. Un médico excepcional, por otra parte. El médico que se disputarían los mejores hospitales del mundo entero. Pero que opera en Carabanchel, el barrio en el que también reside. Un barrio con tanta personalidad como el propio doctor. Solo que de otra manera. Porque Carabanchel ha sido tomado por hordas de yonquis que lo están haciendo cambiar. A marchas forzadas.

Oiga ahora usted, señor lector. Dígame. Que qué le parecen los personajes de “Te quiero porque me das de comer”. ¿A mí? No, a mi prima la de Burgos. Pues me han impresionado. ¿Cuáles, además del médico? Todos. Y cada uno. Al principio me costaba cogerle el aire a la lectura, con esa forma que tiene el autor, David Llorente, de contar sus historias. Pero luego me enganché. Habla usted como si el libro fuera droga, tanto enganche y adicción. Es que lo es. Droga dura. No sé si me convence esa descripción… Pues debería.

 Te quiero porque me das de comer autor

Por cierto. ¿Sí? ¿Qué le parece a usted si, a la hora de definir el libro, dijera que es como si Hannibal Lecter o Jack el Destripador vivieran y mataran en la España de El Vaquilla y El Torete? Pues que sería demasiado simplificar: en esa ecuación no entra, por ejemplo, Casimiro Balcells. Es cierto, pero es que es muy difícil tratar de meter a todos los personajes de una novela coral como “Te quiero porque me das de comer” en una definición. ¿Y quién le ha pedido que lo haga? No, si ya… si yo era por clarificar. Pues no se meta usted en nada. El que quiera y se atreva, que se enfrente a la lectura de la novela de forma desprejuiciada, libre y liberado de aprioris y etiquetas.

Pues sí. Ese sería el mejor de los consejos. Sumergirse en “Te quiero porque me das de comer”, de la editorial Alrevés, y dejarse atrapar en la tela de araña que David Llorente ha tejido e uno de los artefactos literarios más potentes de los últimos tiempos.

Razón: Jesús Lens

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Corriendo al cerro de San Miguel

Hoy, 21 de junio, es el primer día del verano. De todos los cambios de estación, éste suele ser en el que más reparo. Debe tener que ver con que solo dos días antes he cumplido años y estoy receptivo. Y, por supuesto, con que soy una criatura del verano.

 Running Urbano Alhambra Granada

Siendo sábado, quedé para correr con mi hermano. A las 12. Del mediodía. Una hora muy de los Lens, como bien sabe nuestro querido Edu, que se fue a unas indecentes 9 de la mañana. ¡Qué valor!

Pero es que hacía un día muy bueno.

Tanto que, cuando salí a desayunar, a eso de las 8.30, hacía hasta frío. O fresco, por no exagerar.

Y por eso decidimos, en vez de salir al campo y subir por la Pasarela al Balcón del Genil, cruzar los senderillos de más allá de la Fuente de la Bicha o escalar hasta el Llano de la Perdiz; hacer 18 kilómetros de running urbano y turístico.

Este es el recorrido, con salida y llegada al Zaidín.

Lo primero, ir al Flamboyant para, desde allí, subir casi en línea recta a la Alhambra, que reventaba de gente. Bajar por la Cuesta de los Chinos y darle una gran voz de alegría a nuestra querida Clarissa, que subía con unos amigos. ¡Cómo me gusta encontrarme con esa gente cuya sonrisa transmite alegría, felicidad y optimismo!

 Running Urbano Cuesta de los Chinos

Bajamos por la Carrera del Darro, casi hasta Plaza Nueva, y nos lanzamos por el Albaycín hacia arriba, dado vueltas y revueltas hasta salir al camino del Sacromonte.

A la altura de Casa Juanillo, tiramos por la Verea de Enmedio, hasta hacer alto en una pequeña fuente, junto a la Cuestecilla de la Alboreá.

¡Cuestecilla!

¡Ay!

 Running Urbano Granada Sacromonte

Al no hacer mucho calor, el día estaba claro y luminoso. Y, en esas condiciones, recorrer la Alhambra y la Granada nazarí es un privilegio. En verano, el calor provoca una permanente calima que no permite disfrutar de los colores puros, reales, tal y como son en la naturaleza. Hoy, el día en que entraba el verano, fue una gozada y subiendo y bajando lomas, colinas, calles, senderos y veredas, llegamos al Cerro de San Miguel.

¡Qué putada, que la fuente estuviera seca! No sé a quién corresponderá su mantenimiento, pero pocas cosas más tristes y penosas, deprimentes, cutres y lamentables que una fuente de cuyo caño apenas cae un triste hilillo de agua.

 Running Urbano Granada

Aun así, paramos nuestros relojes y disfrutamos de las privilegiadas vistas que hay desde ese punto mágico de Granada.

Y una cuestión centró la charla, mientras veíamos esa espectacular vista casi aérea de la Alhambra: ¡qué bien quedaría nuestra joya más preciada en “Juego de Tronos”. Por cierto, ¿has visto ya cuando…? No, yo es que aún estoy leyendo la tercera novela y voy por cuando…

Es lo bueno, lo mejor que tiene salir a correr un par de horas con tu hermano. Sin llamadas, móviles, mensajes, Facebooks o Twitters de por medio. Que puedes hablar lo mismo de lo cuadriculada que es la dirección de Pablo Laso y de cómo ha fundido a los jugadores del Real Madrid que del estreno, hoy, de una peli con hechuras míticas: “Gangs of “, más de 330 minutos de película conocida como la saga del Padrino de la India.

 Running Granada San Miguel

Comentamos lo cojonuda que es “Te quiero porque me das de comer”: tienes que leerla. Y vas a entender lo que pasó en Carabanchel, el barrio de nuestros abuelos.

¿Y el verano? Pues ahí. Y aquí. Y el empacho de información regia. Y “Cotton Club”. Aunque, bien pensado, de “Cotton Club” hablamos el martes pasado, antes de la brutal subida al Balcón del Genil.

Y así bajamos por las cuevas de San Miguel, hasta volver al pilarillo de la Alboreá. Cruzamos por la calle Pagés, el Mirador de San Cristóbal y nos lanzamos hacia abajo, en busca del Hospital Real y de la Puerta y de la calle Elvira. Para no molestar excesivamente a los viandantes, subimos por el Realejo y, a la altura del Restaurante Damasqueros, tuve ganas de pedir asilo político. Y gastronómico. Solo unas horillas. Pero seguimos. Hasta volver al Salón, cruzar por las Titas para beber en la fuente de junto a los Escolapios y volver al Zaidín.

 Running Urbano Puerta Elvira

Cerca de las dos enfilaba yo la Avenida de Cádiz. Cansado, con los tendones y las rodillas doloridos por el machaque que supone correr por adoquines y asfalto. Y con sed. Mucha sed.

Pero feliz y contento de haber estrenado mis 44 años y la entrada del verano 2014 haciendo algo tan sencillo, pero a la vez tan grande; como salir a correr con mi hermano por una ciudad que, a veces, olvidamos es una de las más hermosas del mundo.

Jesús Lens

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