Campaña de Teleféricos

Hace unos días escribía que, sin haber profundizado en la cuestión del teleférico a Sierra Nevada, mi ser granadino había desechado mentalmente el proyecto por imposible, inviable e irrealizable en una provincia que carece de la ambición suficiente como para emprender semejante aventura. (Leer AQUÍ)

En primer lugar, una disculpa. En esa columna hice una crítica a los ecologistas, en bruto y de forma genérica, por ser inmovilistas y negarse sistemáticamente a apoyar cualquier proyecto que suponga riqueza y progreso para la comunidad. Una crítica a todas luces injusta, como ocurre con cualquier generalización.

Cuando compartí el artículo en redes sociales, recibí un mensaje de Ignacio Henares en el que incluía varios análisis sobre el proyecto del teleférico. Análisis sólidos, trabajados y muy bien documentados. Análisis que plantean serias y razonables dudas sobre sus posibles utilidades y, sobre todo, sobre la viabilidad económica de una infraestructura costosísima y de alto impacto.

Viendo los números y las cifras del proyecto, se hace muy complicado pensar que vaya a ser económicamente rentable ni ambientalmente sostenible, al margen del innegable impacto paisajístico y de los riesgos ecológicos.

En estas cuitas estaba, reflexionando sobre todo ello, cuando el PP de Lanjarón anuncia como medida estrella de su programa electoral… ¡un teleférico al Caballo! Si subir a esquiadores y a turistas de Granada a la estación de esquí podría tener un cierto sentido, a lo de este telecabina alpujarreño no le encuentro ni pies ni cabeza.

Dado que la propuesta estrella para la campaña electoral del PP parece ser la de “Ponga un teleférico en su pueblo”, ¿debemos esperar que surja un proyecto para conectar Motril o Almuñécar con la cumbre del Mulhacén, por ejemplo? Total, si se llegó a plantear construir un radar, ¿por qué no llevar un teleférico y, de paso, poner un chiringuito que sirva espetos de sardinas en el techo de la Península, a 3.479 metros?

¿Y qué tal si conectamos el Castillo de La Calahorra con el pico del Cuervo y convertimos el Alhorí en pista de hielo? Sería una inmejorable opción para desarrollar diferentes recursos turístico-naturales hasta ahora infrautilizados.

De esta manera, Sierra Nevada sería accesible en teleférico por los cuatro costados. ¿Se imaginan? Entre eso y los nuevos 100 kilómetros de pistas esquiables, Granada por fin explotaría Sierra Nevada ¿como se merece? Tanto la explotaría que no tardaría en reventarla.

Jesús Lens

El quimérico teleférico

Lo reconozco: cada vez que he escuchado o leído sobre la posibilidad de un teleférico que conecte Granada con Sierra Nevada, mentalmente he desechado la idea. Por imposible. Imposible e impensable, una empresa de semejante jaez en Granada, tierra poco proclive a pensar a lo grande. Ni a lo mediano, si me apuran.

No he llegado a plantearme cuestiones sobre impacto económico y ecológico, rentabilidad, contaminación… ¿para qué? La mera posibilidad de que salga adelante una propuesta como la del teleférico es tan poco probable que no merece la pena ahondar en la cuestión ni dedicarle tiempo y esfuerzo. ¿O sí? Porque una gran mayoría de lectores de IDEAL se han mostrado a favor de la iniciativa, por ejemplo.

En contra están, por supuesto, los ecologistas. Pero eso hay que darlo tan por descontado que su negativa apenas suma al debate. Decir “no” forma parte de la naturaleza del ser ecologista. En esta tierra, fijo que hubieran estado en contra hasta de la construcción de la Alhambra, con el buen pasto que había en la colina de la Sabika.

A favor se muestra el tejido empresarial granadino. Lo que, teniendo en cuenta que la iniciativa privada debe desempeñar un papel básico en la construcción, explotación y rentabilización del proyecto, sí debería ser tenido en cuenta.

Escribo estas letras mirando a la Sierra. Y a las torres de iluminación del estadio de Los Cármenes, desde donde debería partir un teleférico que haría parada en Guëjar Sierra y Monachil, antes de llegar a Pradollano, con sus cabinas para treinta pasajeros. Y, de repente, me pregunto, ¿por qué no?

En esta ciudad siempre hemos sido cortos de miras y faltos de ambición. ¿Para qué hacía falta tamaño Palacio de Congresos? ¿Era necesaria una Circunvalación? ¡Hay gente que hasta le pone pegas al AVE! ¿Para qué tanta velocidad, habiendo talgos más baraticos y económicos?

Así, en la tierra del chavico, nos quedamos sin la estación de Moneo, sin el soterramiento del AVE, sin gran espacio escénico, sin museos de referencia, sin equipos deportivos de primera división, sin aeropuerto digno de tal nombre…

Sobre el tema del teleférico, lo que más me angustia es que, sin haber analizado los pros y los contras, sin haberle echado un ojo a un plan de viabilidad; el ser granadino que llevo dentro ya lo había tachado de imposible.

Jesús Lens