Efectivamente, Tenet es un palíndromo. Una película alfa/omega que exige al espectador. Le exige, en primer lugar, ir al cine. Algo que muchos, yo entre ellos, llevábamos sin hacer desde principios de marzo. Llámenlo respeto, prudencia o directamente miedo. Y eso que el curro que se han pegado en las salas para garantizar la tranquilidad de los espectadores es digno de encomio.
‘Tenet’ exige ir al cine porque es una película espectacular que, además de verse, pide a voces escucharse. Y el volumen que requiere su visionado no debería ser permisible en una vivienda… salvo que quieran enemistarse con sus vecinos por siempre jamás.
‘Tenet’ exige atención al espectador. Algo que no debería ser noticia, por otra parte. Porque su director, Christopher Nolan, lo ha vuelto a hacer, marcándose una película de altísimo presupuesto para contar una de sus obsesiones primigenias: el paso del tiempo, su peso y la capacidad de hacerlo reversible. La entropía inversa, o sea.
Nolan es uno de los pocos directores con capacidad para llevar a un estudio un proyecto con esas mimbres y salir con cheque en blanco para filmarla. Eso sí, sus disquisiciones filosóficas vienen envueltas en una película de acción al estilo de los James Bond, misiones imposibles, Jason Bourne y demás franquicias globales en las que sus protagonistas visten una impecable ropa de marca, se codean con las luminarias más luminosas del mundo mundial y se mueven por los escenarios más chic del momento. Y por los más sorprendentes, como por el interior de un aerogenerador instalado en mitad del océano, por ejemplo.
Desde el comienzo, la película sumerge al espectador en un caos de ruido y furia espectacular. La secuencia del secuestro de la Ópera de Kiev, además, deja el primer apunte de lo que está por venir: un disparo que hace un requiebro extraño y que sorprende al protagonista, que no tiene nombre.
Aunque en ‘Tenet’ la trama es lineal, su sentido último resulta más complejo que en ‘Origen’ o ‘Interestelar’. Que el espectador se encuentre perdido en más de un momento del metraje es algo con lo que Nolan cuenta. O no. Pero da igual. Al final todo cuadra. O no. Pero sigue sin importar: como dicen que dijo Einstein, en esta vida todo es relativo.
‘Tenet’ es una película espectáculo que exige del espectador dejar sus recelos, no titubear y sumergirse en la entropía narrativa diseñada por un Nolan más desencadenado que nunca.
Jesús Lens