CALLING STREET

Nunca entendí la letra del “London calling” de los Clash. Otras sí. La de “Spanish bombs”, claro. O la de las “Guns of Brixton”. Pero eso de la llamada londinense, los zombies y la beatlemanía que había mordido el polvo…

Después, ya nunca quise entenderla.

Cuando éramos jóvenes y el mundo era perfecto, mi hermano y yo solíamos bajar a la playa en coche, en invierno, por la noche. Él conducía, claro. Y yo ponía la música. Hablábamos poco, la verdad. Nos gustaba escuchar los discos a todo volumen y cantábamos en alta voz, eso sí, las burradas de Siniestro Total o los Poetas Violentos. Pero siempre que empezaban a sonar los acordes del “London calling”, el mejor principio de canción de todos los tiempos, se hacía un silencio sepulcral.

La música alta, las líneas discontinuas de la carretera pasando a toda velocidad bajo las ruedas devoradoras del coche… no teníamos miedo. Aunque vivíamos junto al mar.

Pero entonces, un motor dejó de funcionar y llegó el pánico. Y sí que tuvimos miedo. Claro. Y escuchar el “London calling” se hizo algo doloroso. Aunque más intenso. Mucho más.

Yo fui posterior a los Clash. En 1980, por ejemplo, no tenía uso de razón. Todavía. Pero, después, me hacía ilusión saber que Joe Strummer tenía un idilio con Granada y que producía discos de los 091. Hasta que murió.

Fui al Sacromonte, aquella noche en que tributamos homenaje a Joe Strummer, con Mick Jones y el vocalista de Siniestro Total, entre otros muchos, en lo alto del escenario. ¡Allí estuve, yo también! Y la leyenda continuó.

Hace unos días, el Pirata Moran me invitaba a unirme al grupo de Facebook en que se pedía una calle en Granada para Joe Strummer. Y, después, Barrera me animaba a escribir sobre ello. No sabía cómo hacerlo, la verdad. Porque ni los conocí ni los vi, pero, para mí, los Doors y los Clash son más importantes que… bueno. Que son capitales. Lo he dicho una y mil veces: somos los libros que leemos, las pelis que vemos, los amigos con los que charlamos.

¡Súmate a la iniciativa!

Somos los discos que escuchamos. Y escuchar a los Clash, duele.

Eso sí: querido Joe, yo te quero. ¡Y finito!

Y el día que Granada tenga una calle con tu nombre, yo me sentiré más granadino, más internacional y, sobre todo, más íntimamente yo que antes. Y miraré al cielo y buscaré una sonrisa.

Jesús Clashista Lens.

PD.- Para conocer otras razones más objetivas sobre la conveniencia de dedicar una calle a Joe Strummer, leed este colosal reportaje de Barrera y Morán.

¡Vuelta a la Ortodoxia Punk, compays!