Una tregua

Antiguamente, en los cines, cuando la película era larga, se hacía una parada en mitad para que el proyeccionista cambiara las bobinas. De paso, el respetable podía aliviar la vejiga y pasar por el ambigú para hacerse con un tentempié que le dejara en las mejores condiciones para disfrutar de la segunda parte de la fiesta cinéfila.

Este infernal 2020, llamemos a las cosas por su nombre, está pidiendo a voces una paradihna, un descanso, una tregua. Iba a escribir ‘tiempo muerto’, pero no es la mejor de las expresiones, tal y como están las cosas y por mucho que me gusten los símiles baloncestísticos.

¿Se acuerdan de cuándo no había noticias en agosto y había que ingeniárselas para alargar las añoradas serpientes de verano? El origen de tan popular expresión tenía que ver con el famoso monstruo del lago Ness que, en teoría, se dejaba ver todos los veranos, de forma que los periódicos tuvieran algo de lo que hablar.

Este año, el bueno de Nessie tendría que aparecer levitando, completamente desnudo y marcándose un Tik Tok para que le hiciéramos una chispa de caso.

Cuando el pasado martes a media tarde vi las imágenes de la brutal explosión de Beirut, se me cayeron los palos del sombrajo. Los vídeos que mostraban la onda expansiva eran tan estremecedores que, temiendo que se tratara de un atentado terrorista o de una acción bélica, hice lo inimaginable: desconectar todos mis dispositivos móviles y coger la bicicleta para perderme, con mi hermano, por ignotos caminos de montaña.

No sé ustedes, pero empiezo a no poder más. El nivel de tensión de estos meses está alcanzando niveles electrocutantes. No hay capacidad para recibir, asimilar, rumiar y absorber tanta información. Para analizar el contexto. Para reflexionar sobre causas, efectos y consecuencias.

Cuando todavía no se ha ido la primera ola de la pandemia, la segunda ya amenaza con un tsunami capaz de llevarse por delante los restos del naufragio que aún tratamos de salvar. ¿Dónde están Georgie Dann y la canción del verano cuando se les necesita?

Jesús Lens

Tiros libres

Esto de tener una columna diaria, como hemos comentado en otras ocasiones, es una responsabilidad y una obligación. Pero, por encima de todo, es un placer, un vicio y una adicción.

Si ustedes me siguen de forma habitual, sabrán que cada poco tiempo hablo de baloncesto. Antes seguía algo de atletismo, ciclismo, boxeo e incluso fútbol. De un tiempo a esta parte, sin embargo, invierto en baloncesto el 100% del tiempo que le dedico al deporte. Es el que mejor conozco, el que más me gusta… y al que insulto de vez en cuando, calzándome las botas, enfundándome la camiseta y compartiendo canastas, tapones, rebotes, personales y contraataques con los colegas.

 

Del baloncesto me gusta el juego, por supuesto. Pero, sobre todo, me encanta que sea un deporte de equipo en el que cabe la vida entera, con infinidad de lecturas transversales que van más allá de lo puramente deportivo. De ahí que, periódicamente, lo utilice como referencia, como metáfora de otras mil y una cuestiones.

 

Así, de vez en cuando fantaseo con el título que le pondría a una hipotética columna semanal dedicada al mundo de la canasta. Y empezaron a surgirme tantos nombres, chulos y molones, que me costaría decidirme por uno.

 

Rebote en ataque. ¡No me digan que no tiene lecturas y connotaciones, una expresión como rebote en ataque! Porque un rebote, además de un balón rechazado por el aro, puede ser un cabreo, un mosqueo, un enfado. Y todo ello, en actitud belicosa y ofensiva. ¡Miedito!

Defensa en zona. Porque está la individual, que suena a defensa personal, vigorosa y atlética. Pero, ¿no resulta de lo más evocadora una expresión como defensa en zona, todos unidos por lo nuestro?

 

Y están, por supuesto, esos tiros libres con los que he titulado esta columna. Para un amante del Noir como yo, hablar de tiros es como estar en casa, aunque (apenas) haya disparado en mi vida y, desde la línea de personal, sea un mazo. Pero me gusta eso de los tiros. Sobre todo, que sean libres, referencia indispensable a una de las palabras más hermosas del idioma español.

También he pensado en Campo atrás, Salto entre dos o Tiempo muerto… ¿ven ustedes la de posibilidades que ofrece el baloncesto? Pero creo que, de entre todas ellas y si tuviera que elegir, me quedaría con Tiros Libres.

 

Jesús Lens

TIEMPO MUERTO. PARTE I

“Una historia de Myron Bolitar”. Así se subtitula uno de los libros de Harlan Coben que la Serie Negra de RBA pone felizmente a nuestro alcance. Y, en la portada, la canasta de baloncesto de un típico playground yanqui, con los rascacielos de una gran ciudad al fondo.

Así las cosas, ¿quién es Myron Bolitar y por qué pide tiempo muerto?

El bueno de Myron es un agente deportivo que, mientras se hace con una buena cartera de clientes, colabora con una agencia de seguridad haciendo trabajos de investigación privada. Por eso no es de sorprender que el magnate de una de las grandes franquicias de la NBA, la liga profesional americana de baloncesto, le pida ayuda para encontrar a uno de sus jugadores estrella, que ha desaparecido misteriosamente.

Sin embargo, la cosa empieza a ponerse realmente interesante cuando el referido magnate le pide a Myron que, para integrarse en el vestuario, para tener acceso a todos los jugadores y a sus intimidades, pase a formar parte de su plantilla.

Y es que Bolitar fue una de las grandes estrellas universitarias del baloncesto, al que una lesión de rodilla apartó de la gloria que la NBA le tenía preparada. Diez años después, operado y rehabilitado, Myron es capaz de echarse unas pachangas con los colegas los fines de semana. Ahora bien, de ahí a jugar en la NBA, aunque sean los minutos de la basura de unos cuantos partidos previos a los Play Off, media un abismo. Aunque, también es verdad, aquella muñeca suya, de terciopelo, sigue bien engrasada…

Una vez explicado todo lo anterior, ¿qué queréis que os diga sobre una novela que aúna dos de mis grandes pasiones, el género negro y el baloncesto?

¿Tengo que insistir en lo buena y brutalmente excitante que me ha parecido? ¿Os tengo que contar cómo me ha gustado el paseo que Coben nos da por las interioridades del mundo de baloncesto profesional americano, por la psique de sus grandes estrellas, por los arrabales de la fama?

Como sé que no, voy a poner el acento en un detalle sólo aparentemente anecdótico de “Tiempo muerto”: cuando, después de tantos años sin jugar, Bolitar se sienta en el banquillo y, al final del partido, con el marcador ya decidido, el público pide a voces que ingrese en la cancha, sentí una enorme y profunda indignación. Mayormente porque el ¿respetable? le solicitaba más por reírse que por verle realmente jugar.

RBA nos trae todo Harlan Coben

Y sentí indignación porque, a veces, yo mismo me he reído desde mi asiento en el Pabellón de los Deportes de Granada, ante algún lance del juego. Reconozco que no va comigo lo de insultar (gravemente) a los jugadores y, desde luego, no creo que me hayan oído nunca llamarles “viejos”, “cojos”, “tullidos” y otras lindezas por el estilo. Pero, por si acaso, vayan desde aquí mis más sinceras disculpas si alguna vez se me ha escapado alguna barrabasada para con algún profesional de nuestra ACB. Leyendo cómo Bolitar intentaba abstraerse de la crueldad de los aficionados, entendí qué fácil y qué injusto es comportarse como un mamarracho, como un cretino, por el precio de una entrada.

Disculpen, Mis Estimados, esta digresión. Seguramente a ustedes les hubiera gustado que les contara más sobre los secundarios de la función, que los hay. Muchos y muy buenos. Como el letal socio de Bolitar o su deslenguada secretaria. Pero como Myron ha protagonizado algunas otras novelas de Harlan Coben y este “Tiempo muerto” me ha encantado, si les parece, dejamos estas presentaciones para dentro de poco, muy poco tiempo.

¡Salud y que viva el básket! Y la novela negra, claro.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.