Este año he trazado mis propósitos para el año nuevo partiendo de lo que más he echado de menos en 2017. No diré que son propósitos realistas, pero espero que sean realizables: ya he asumido que meter mi cintura en cintura es misión imposible, por ejemplo. Y que volver a terminar una maratón tampoco será fácil… pero no me resisto a correr. A trotar, aunque sea. ¡A trotandar, llegado el caso!
Creo que 2017 es el año en que menos he viajado de lo que llevamos de milenio. Diferentes circunstancias concatenadas podrían servir como explicación, pero me dan igual. Lo importante es que quiero, tengo, necesito volver a viajar. No necesariamente lejos ni al quinto pino. Que también. Pero darme un garbeo por las ocho provincias andaluzas en diferentes momentos del año, sin ir más lejos, me parece un plan interesante y seductor, que estoy firmemente dispuesto a saciar mi hambre de exotismo… descubriendo y probando nuevos garitos de comidas del mundo.
Y tengo una deuda conmigo mismo con la cuestión de la chismología, que cada vez me siento más achantado, tecnológicamente hablando. El tema de la imagen, sobre todo de la imagen en movimiento, es una de mis grandes asignaturas pendientes. Para un enfermo de cine como yo, es inadmisible no sacarle más partido audiovisual a esa joya que todos llevamos encima: el móvil.
Es un lugar común denostarlo y hablar mal de él. Que si nos aísla y nos convierte en zombis, que si es una herramienta de control… ¿Por qué no le damos la vuelta a la tortilla y hablamos de la cantidad de posibilidades que nos ofrece el móvil, y a las que somos incapaces de sacarle partido? Me he conjuramentado con mi amigo Gustavo Gómez y su Acento Comunicación a darle vidilla audiovisual al teléfono. La primera duda que me asalta: ¿necesitaré un palo selfie para ello? Porque como sea así, empezamos mal…
Y está el tema de mi obsesión con el tema del Viaje en el Tiempo, que quiero alimentar con más películas, documentales y lecturas de ciencia, no necesariamente de ficción. A ver si SOY, mi robot, me echa una mano con ello.
También quiero ver más y mejor a los buenos amigos. Compartir más tiempo real con ellos, y menos virtual. ¡Ay, el tiempo, uno de esos placenteros lujos, cada vez más y mejor valorados!
Jesús Lens