Qué hartazgo, todo el mundo con las palabras “facha”, “fascista” o “populista” en la boca. O en el teclado, que en los tiempos de las redes sociales viene a ser lo mismo. Y no lo digo por lo de ahora, cuando ha alcanzado el paroxismo: en los últimos años, es complicado pensar en un solo político o representante institucional que no haya sido tildado de cualquiera de las tres acepciones. Muchos, de las tres a la vez. O sucesivamente.
Qué hartazgo, con el tremendismo. Me resulta cansado, a la vez que hilarante, escuchar a determinada gente proclamar que “hay que luchar contra el fascismo en la calle”, tras las elecciones de Andalucía, cuando esas izquierdas tan dialécticamente beligerantes no fueron capaces de llevar a las urnas a millones y millones de electores que optaron por quedarse en sus casas.
¡Ay, ahora, cuanto llanto y cuánto crujir de dientes! ¡Cuánto lamento y cuánta penuria! ¿Olvidamos que el 2D, la gran vencedora fue la abstención? Un 41,35% del electorado prefirió tomar el sol o tomarse una cañita antes que acercarse a las urnas. Si le añadimos el 2,2% de votos nulos y el 1,58% de votos en blanco… Desolador. Y preocupante.
Lo mismo, los indignados, escandalizados y tronantes deberían pararse a reflexionar por las razones de esas cifras. Y los responsables políticos y estratégicos del descalabro de las izquierdas, más aún.
Tiempo de fariseísmo e hipocresía elevados a la enésima potencia: los que hablaban del okupa de La Moncloa o del gobierno Frankenstein, invocando a la sacrosanta Lista-más-votada como la Piedra Filosofal, defienden ahora del gobierno del cambio con una pasmosa naturalidad, encantados de que Moreno Bonilla -el otro gran perdedor de las elecciones andaluzas- llegue a San Telmo con las complicidades de quienes ustedes ya saben. Y a la inversa: quienes alababan el tactismo de Sánchez y su capacidad para negociar con todos esos a los que ustedes también -y tan bien- conocen, van por ahí corriendo, poseídos por el demonio mientras invocan a Franco.
Me encantó una viñeta de la Sociedad de Filosofía Aplicada en la que un Hitler aniñado y naif salta frente a un arco iris de colores ñoños. El lema es “Todo el que piensa diferente a mí, es Hitler”. Y lo que anuncia: una bienhumorada “Guía infantil para la discusión política on line”. ¡Qué hartazgo, insisto!
Jesús Lens